EDITORIAL Columnas editoriales Caricatura Editorial

Columnas

¿Caben China y EUA en el mismo mundo?

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Aunque no estaba programado en la agenda, el presidente de China, Xi Jinping, recibió el viernes 26 de abril de 2024 al secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, en el Gran Salón del Pueblo de Pekín. Con esta breve reunión, Blinken concluyó su visita de tres días al gigante de Asia para dar seguimiento a los esfuerzos de estabilización de la relación bilateral. Entre las frases que el mandatario chino expresó al jefe de la diplomacia estadounidense una en particular llama mi atención. "La Tierra es lo suficientemente grande como para que China y EUA puedan desarrollarse juntas y prosperar por separado". Estas palabras proyectan la idea de un nuevo orden global con dos o más superpotencias gestionando los problemas del mundo, pero con sus propios espacios de influencia. La pregunta me salta de inmediato: ¿en verdad el mundo es tan grande como para albergar dos o más gigantes sin que entren en lucha?

La era moderna, hija del choque-encuentro entre América y Eurafrasia, ha dejado constancia a lo largo de 500 años de que el planeta no es lo suficientemente extenso para albergar a dos o más superpotencias. Cuando el Imperio hispánico dominaba los mares, otras potencias europeas lo desafiaron y estalló la Guerra de los Treinta Años. Cuando Francia intentó sustentar su imperio mundial en su hegemonía de Europa, fue desafiada en la Guerra de Siete Años y las Guerras de Coalición por el Imperio británico. Y cuando éste creía no tener rival, Alemania le lanzó el duelo en dos guerras mundiales. En todos los casos mencionados, la ilusión de un mundo demasiado amplio reventó al sonido de la pólvora.

Los avances técnicos y la última ola de globalización han tratado hacer del mundo una aldea. ¿Caben en una misma aldea dos gigantes, sobre todo cuando ambos tienen objetivos e intereses diametralmente opuestos? La hegemonía de EUA se impuso como un mal necesario, incluso para la sociedad estadounidense, tras la Segunda Guerra Mundial. La primera potencia intentó organizar el mundo de la posguerra lidiando con un poderoso rival: la Unión Soviética, un mundo aparte que terminó colapsado. El orbe del siglo XXI es "más pequeño" que el del siglo XX. La brecha entre China y EUA es mucho menor que la que existió con la URSS. El mundo se encuentra en una nueva carrera de armamentos dentro de un contexto de creciente inestabilidad.

Es evidente que China está apoyando a Rusia en su guerra con Ucrania. Y lo está haciendo ya no sólo desde una aparente neutralidad diplomática, sino también desde el ámbito económico y tecnológico. Una parte de este apoyo se entiende por la alineación de intereses que existe entre Moscú y Pekín para desarticular el orden mundial liberal que defiende Washington. Pero quizá sea igual de relevante el hecho de que EUA no muestra señales de dejar de apoyar a Taiwán en su lucha por mantener la independencia respecto a China. Y ésta es una de las principales líneas rojas del gobierno chino. Por eso, las advertencias que Blinken ha llevado a Pekín si no cesa el apoyo a Moscú, son tomadas por el régimen comunista como planteamientos incongruentes o intentos de imponer una línea sin reciprocidad.

Pero las diferencias entre los dos colosos son más profundas y tienen que ver más con la forma en la que conciben un posible nuevo orden mundial. Si bien EUA ha actuado de forma reactiva al surgimiento de China como potencia, ya sea aplicando medidas proteccionistas y una guerra arancelaria, ya sea reforzando el bloque económico norteamericano para estar en mejores posibilidades de competir con Asia-Pacífico, no ha dado visos de modificar su doctrina hacia el mundo. Washington sigue creyendo que el único sistema viable es el orden internacional basado en sus reglas liberales, cuyo cumplimiento requiere de una red de alianzas militares y políticas entre potencias occidentales y aliadas. Esta estrategia es vista por China como un intento de cerco que busca coartar su libertad de desarrollo y prosperidad. La justificación de Washington es que Pekín se observa cada vez más desafiante en su contexto cercano y no tan cercano.

La visión china apunta hacia la construcción de un orden multipolar basado en principios internacionales sustentados en cuatro proyectos planetarios: la Nueva Ruta de la Seda y las iniciativas de Desarrollo Global, Seguridad Global y Civilización Global. Con estas banderas, China pretende erigirse como una alternativa a la hegemonía estadounidense sin tener que construir una nueva hegemonía. Lo que Pekín pretende es un mundo en el que las grandes potencias se relacionen de forma horizontal, con respeto a sus respectivas formas de gobierno, tradiciones e ideologías, sin afectar mutuamente sus zonas de influencia y abriendo espacios a otros jugadores regionales y globales. Una especie de entente civilizatoria. En el escenario más inmediato, China quiere que EUA salga de Asia-Pacífico, región que considera, por historia y capacidades actuales, su territorio de influencia vital y "natural".

A la luz de lo anterior, las visiones de ambas potencias parecen irreconciliables. Y el problema no es tanto una cuestión del tamaño del mundo, sino de cómo organizarlo. Y hay que considerar que, si bien EUA y China son los actores estatales con mayor capacidad de proyección de poder e influencia, no son los únicos. Existen otros estados que reclaman un papel central en el nuevo orden global. La India, por ejemplo, es una potencia regional con miras a convertirse en mundial gracias a su crecimiento económico, su población, su geografía, su poder militar, la calidad de su diáspora y su papel de intermediario entre Occidente y Oriente. La India es la democracia liberal más grande del mundo, realidad que la acerca a los países occidentales. No obstante, el nacionalismo exclusivista y de corte autocrático del primer ministro Narendra Modi, la lleva a congeniar en varios aspectos con China y Rusia. También esta potencia euroasiática y la UE son jugadores de peso, por diferentes razones y con proyectos distintos a los demás. ¿No son demasiados intereses disímbolos y entrecruzados para un mismo mundo?

La única manera de alcanzar un entendimiento básico entre las grandes potencias es la negociación de concesiones dentro de un juego de suma no nula. Es decir, si EUA y China aspiran a ganar en el nuevo escenario global, deben reconocer que sólo lo conseguirán si ambos ganan. En un juego de suma cero, el triunfo de uno implica la aniquilación del otro. Pero con las capacidades destructivas de hoy y la interdependencia prevaleciente, el intento de aniquilación del otro puede conducir a la aniquilación propia. En la suma no nula, el triunfo de uno sólo puede conseguirse con el triunfo de todos los jugadores. Y el mundo y sus problemas necesitan del triunfo de ambos gigantes en su colaboración, no en su rivalidad hostil.

urbeyorbe.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: editoriales columnas

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2292055

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx