Las elecciones del domingo pasado expresaron sin ninguna duda el romance de los coahuilenses con el PRI. Imposible negarlo. Con algunas excepciones, que más bien parecen errores temporales como las alcaldías de Saltillo y Monclova, el PRI es el partido de Coahuila por excelencia. No hay otro. Aquí el tiempo no ha pasado y la alternancia es una broma de mal gusto. El "carro completo" ratifica el fin de la oposición en el estado, pero también, la clara preferencia al PRI de los Moreira. Porque no importa qué pasó, así sea la deuda o lo que sea, el electorado ya se pronunció: queremos a los Moreira por sobre todas las cosas.
Al mismo tiempo, la aplastante victoria del PRI demuestra la aprobación de los electores al actual gobierno estatal. Es cierto que hay malestar y bajas calificaciones, es cierto que la deuda es un tremendo lastre negativo, pero más cierto es el romance de los ciudadanos con el PRI. No busquemos complejas explicaciones, ni tampoco hagamos viscerales descalificaciones. Coahuila es del PRI y de nadie más. Pero ese poder no emana de los políticos por sí mimos, sino de los ciudadanos que así lo decidieron. Otros culpan al abstencionismo y repiten que 6 de cada 10 electores no salió votar, pero ese abulia no le quita al PRI la capacidad de tener y saber conservar el poder. Si algo mostraron los resultados del domingo, es que el PRI podrá estar mal, pero no basta con que así sea para que los ciudadanos los castiguen.
Nuevamente habrá quien descalifique a los priistas, pero el PAN ni siquiera es opción. ¿Más claro? La mayoría de los ciudadanos despreciaron las elecciones, sin embargo, quienes votaron parecen haber electo al menos peor. En esa lógica, el electorado fijó una clara respuesta: preferible votar por quienes ejercen el poder, que por pusilánimes jugando a las elecciones. Al PRI podrá reprochársele la deuda y su encubrimiento, pero no su inacción. Por puro contraste, veamos a los panistas: ¿Quién quiere elegir a quien nada ha hecho en el camino? Como si fuera una sorpresa, los panistas descubrieron que las elecciones no se ganan en dos meses. Tal vez para la siguiente, lo vuelvan a descubrir.
Hace años, cuando el PRI bajo Moreira I logró "carro completo", algunos advertimos sobre los peligros de entregar un cheque en blanco a un solo partido. Igualmente argumentamos la necesidad de contrapesos a fin de evitar la concentración del poder. Pero el resto de la historia ya la conocemos y también el vano argumento de la crítica. Ahora que el electorado se volvió a manifestar, la crítica no sólo sobra, sino es inútil. Después del domingo los electores coahuilenses nos acaban de demostrar sobradamente que las elecciones son un borrón y cuenta nueva. Es la maravilla de los comicios. Qué hubo deuda: no importa. Qué hubo corrupción: no importa. Lo importante es que el PRI ganó y arrasó.
A partir de ahí, quizá habrá que rectificar unas serie de malentendidos. Menciono el principal: la deuda. A decir del electorado, la deuda es lo mejor que le ha sucedido a Coahuila en los últimos años. Se contrató mal, pero las intenciones fueron las mejores, y ahora los coahuilenses reconocen sus beneficios. Por otro lado, el gobernador Rubén Moreira es, a decir de los electores, uno de los mejores gobernadores de Coahuila. La deuda es peccata minuta. Con el tiempo y las futuras elecciones, es posible que Moreira II se vuelva el mejor. Los señalamientos que se hicieron en el pasado, son sólo incomprensiones hacia el gobernador. No obstante, el electorado se ha encargado de refutar a los críticos. Al fin los votos le dieron la razón.
De esta manera, es tanta la unanimidad que todas las posiciones las ganó su partido. En Torreón, si había dudas con el alcalde Miguel Ángel Riquelme, las elecciones del domingo se encargaron también de despejarlas. Insisto, el electorado no se equivoca y ya apuntalan al lagunero como candidato a gobernador. Con el aval de las elecciones y los coahuilenses que sí votaron, ya sólo hay un camino en Coahuila: el PRI.
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