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La ilusión se volvió pesadilla

ALBERTO SALIÓ DE SU PUEBLO CON LA ESPERANZA DE MEJORAR SU VIDA EN ESTADOS UNIDOS... PERO NUNCA LLEGÓ

Migrantes. Cada año pasan 50 mil migrantes por Coahuila, buscan cumplir el sueño americano. Lo que encuentran es violencia.

Migrantes. Cada año pasan 50 mil migrantes por Coahuila, buscan cumplir el sueño americano. Lo que encuentran es violencia.

VIOLETA RODRÍGUEZ

Alberto nació en un pueblo de Chiapas en la frontera con Guatemala. Un lugar húmedo y con mucha vegetación. Ahí se dedicaba a empacar papaya y de vez en cuando a vender pan y queso.

Hace dos meses salió de casa con la bendición de su madre y 500 pesos para el viaje. Su idea era llegar a Estados Unidos y trabajar hasta hacer el dinero suficiente para construirle a su mamá una casa. Planeó el viaje con tres amigos originarios de Guatemala. Juntos cruzarían la frontera y trabajarían en el campo.

Alberto jamás llegó a Estados Unidos, en Piedras Negras fue víctima de secuestro y abusos sexuales.

 EL SUEÑO

La casa de Alberto tiene el techo de palma y las paredes de carrizo. Le pusieron un plástico en el techo para cuando arrecian las lluvias. Tiene un cuarto grande y uno pequeño. Cocinan afuera, en una estufa de leña.

Cada semana van a Ciudad Hidalgo por el mandado y algunas cosas para la casa. Dice Alberto que cuando llueve las calles se enlodan y los camiones no pueden pasar.

La ilusión de Alberto eraque su madre estuviera en una casa de "material". Así ella dejaría de temer porque un día se venga abajo.

"Si ustedes fueran allá donde vivimos está bien pobre. Allá puro huarachito y pantaloncitos de manta", dice.

Vecinos de Alberto se han ido a Estados Unidos, estuvieron algunos meses y al regreso hicieron casas de concreto y su vida cambió. Eso era justamente lo que él haría.

Atravesar el país no sería cosa sencilla, por eso se puso a vender pan de dulce y queso, así ahorraría y tendría el dinero suficiente para llegar hasta el otro lado. Logró reunir dos mil pesos, una cantidad para él enorme, que tardó varios meses en juntar.

"Cuesta para ahorrar el dinero. Yo me traje 500 para el camino y a ella le dejé lo demás. Porque mis hermanos tienen la obligación de su esposa y sus hijos".

En la empacadora donde trabajaba conoció a dos muchachos y una muchacha, todos de Guatemala, ellos lo animaron a emprender el viaje y hacer realidad lo que llaman el sueño americano.

 EL VIAJE

Compraron agua y comida para el viaje, en Tonalá tomaron un camión y seguirían hasta donde pudieran hacerlo.

Cuando llegaron a Palenque se les terminó el dinero y decidieron seguir el viaje en tren. En un albergue les regalaron cuerdas para atarse en la noches y evitar caerse. Era la primera vez que Alberto salía en pos del sueño.

"A veces trae plataforma el tren para subirse uno y a veces no. Tiene que subir allá arriba porque si te duermes te va a moler. Veníamos bien a gusto nada más lo que pasamos fue hambre", dice.

Arriba del tren hay de todo. Comenta Alberto que algunos son buena gente y otros "cabrones"; esos sólo suben a robar.

"A uno lo vence el sueño, tiene que ir amarrado. Hasta que llegamos a Lechería, ahí estuvimos en un albergue y nos atendieron muy bien".

Alberto quería llegar rápido, pero tenía que ser paciente, viajar en el tren y pasar varios estados de la República. Pasó por albergues, pidió comida, limosna y finalmente pudo llegar a Piedras Negras.

Una vez en Coahuila un grupo de hombres "bien vestidos" les ofreció pasarlos a Estados Unidos. Les cobrarían en dólares y ellos pagarían su deuda una vez que estuvieran instalados y ganando un salario por trabajar en el campo. Ellos confiaron, iban en grupo y esa era la mejor opción en un lugar que no conocían.

Los llevaron en una camioneta hasta una casa, ubicada en un cerrito. Cuando llegaron el trato cambió, les pidieron dinero y comenzaron las violaciones.

 EL INFIERNO

Alberto vivió un infierno de dos semanas. Cada día era peor que el anterior.

Los tenían en un cuarto, no podían hablar entre sí, miraban a la pared y sólo podían sentir el Sol por un domo que estaba en el techo. En el grupo había dos menores de unos doce años y había hombres y mujeres centroamericanos.

Alberto asegura que los captores no tocaron a los niños. Pero con los demás la historia fue distinta. Sufrió todo tipo de abusos que prefiere no recordar.

En una ocasión que los dejaron solos, se dieron cuenta que podrían romper el techo, entre todos lo quitaron y así fue como lograron escapar.

Caminaron durante horas hasta que llegaron a la Casa del Migrante. Alberto, herido y desnutrido decidió regresar y su siguiente parada fue Torreón.

Hoy se encuentra en la Parroquia de Santa Cecilia, en la colonia Las Julietas, donde recibe alimento, alojamiento y terapia. Pero necesita también atención médica y dinero para volver.

Cristian Flores, voluntario de la Universidad Iberoamericana, escuchó su historia y ha gestionado apoyo en diversos organismos. Está reuniendo dinero para pagarle el pasaje de vuelta a casa.

 APOYO

En la cuenta 2790823 de la sucursal 205 del banco Scotiabank y en el Comedor para Migrantes de la Parroquia Santa Cecilia están reuniendo apoyos para Alberto.

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Escrito en: Migrantes en La Laguna

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