Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Bravo, bravío fruto es la tuna del nopal.

Sus espinas guardan un tesoro de dulzura, igual que la altivez de una mujer guarda el amor que va a entregar.

Cortadas por mano diestra a la hora del amanecer, cuando el viento se aquieta y las espinas duermen, estas tunas me esperan en un platón de barro sobre la mesa de la cocina. Son de un pálido verde -se les llama blancas-, y son rojas, y son amarillas y de color de rosa. Todas son dulces, igual que es la vida cuando los dioses se descuidan.

Fruto de rancho, fruto crecido en el corral junto a la pared de adobe, la tuna carece del prestigio de la manzana o el durazno. Quien la prueba, sin embargo, quien se lleva a la boca su dulzor, siente que está gozando a una muchacha campesina que al principio se le mostró arisca y que luego se le entregó al pie de la pared de adobe, a la hora del amanecer, cuando el viento se aquieta y las espinas duermen.

¡Hasta mañana!...

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