Cuando Carlos Salinas celebraba el año nuevo de 1994, feliz porque unos días antes había firmado la entrada en vigor, ese mismo primero de enero, del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (piedra angular de su programa reformista neoconservador), lo sorprendió y sacudió la noticia de un levantamiento armado indígena en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Un llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) le había declarado la guerra al Estado mexicano.
La realidad de marginación y abandono que dejó traslucir aquel levantamiento, no solamente en los Altos y la selva chiapanecas, sino en muchas otras regiones del país con raigambre indígena, chocaba con la pretendida entrada de México al primer mundo y el disfrute del auge prometido con el libre comercio, mentira que el propio Salinas se ocupó de construir y vendernos, casi hasta el convencimiento de los más escépticos, como parte de un proceso de legitimación política, pues no se olvide que llegó al poder mediante un fraude electoral.
Fue en Chiapas el inicio de la debacle del gobierno de Salinas: el asesinato de Colosio, la fuga de capitales por las veleidades de Carpizo en Gobernación, el crimen de La fragua en que perdió la vida José Francisco Ruiz Massieu, la negativa a devaluar antes de que concluyera el salinato y "el error de diciembre", ya Zedillo en el poder, con todas sus consecuencias de endeudamiento, quiebra de empresas, pérdida de empleos y rescate de bancos.
Veinte años después, este 2014, un estallido en Guerrero se le ha atravesado a Enrique Peña Nieto en plena celebración de las reformas estructurales que, en opinión de quien esto escribe, tienen la misma simiente neoconservadora de aquellas de Salinas. Pero en el fondo de ese descontento social subyace el homicidio de seis personas a manos de policías coludidos con delincuentes que, además, forzaron la desaparición de 43 estudiantes de una normal rural.
Así, de repente, lo que hasta hace unos días era regocijo en las cúpulas del poder político y económico, así como entre los inversionistas extranjeros, por las famosas reformas que cambiarán a México, se transformó en preocupación.
La celebrada habilidad política que se materializó en el Pacto por México y que incluso alcanzó para privatizar la industria petrolera, de pronto se convirtió en pasmo.
Y ese pasmo duró una semana, desde el crimen y la desaparición hasta que encontraron las fosas clandestinas con cadáveres calcinados que bien podrían ser los desaparecidos.
La exigencia de esclarecimiento creció aquí y en el extranjero. Pero los gobiernos local y federal no respondían con la prontitud requerida, parecían concentrados en ganar tiempo, hasta que el lunes pasado Chilpancingo se incendió o fue incendiado, en una jornada desesperante, lamentable, que mostraba a gobiernos rebasados: el de Guerrero, sobre todo, pero también el federal.
Eso obligó a la reacción de ayer que bien puede puntualizarse asi:
1. Los comparativos de ADN practicados a los 28 cadáveres de las primeras fosas permiten asegurar que ninguno corresponde a los normalistas desaparecidos.
2. La búsqueda se ha intensificado y en ella participan 300 agentes de la Gendarmería.
3. Con la detención de 14 policías de Cocula que cambiaron patrullas y falsificaron bitácoras para secuestrar a los normalistas y entregarlos al grupo criminal Guerreros Unidos, ya se tiene a los autores materiales de esos hechos. A ellos se suman los 22 policías de Iguala ya detenidos y consignados.
4. Ya están identificados algunos de los autores intelectuales del ataque a los normalistas en Igual (tres de ellos muertos además de tres civiles) y de la desaparición de los otros 43.
5. La PGR ya solicitó orden de aprehensión contra el alcalde de Iguala, José Luis Abarca por el delito de homicidio. Además investiga a su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa.
Pero en medio de todo esto, el PAN ha pedido al Senado la desaparición de poderes en Guerrero y el PRD le ha dado la espalda al gobernador Aguirre.
La crisis escala en medio de una matazón que no ha cedido, que también ocurre en Tamaulipas, Michoacán y el Estado de México, con una movilización politécnica en marcha y otras expresiones más de descontento. La Iglesia se refiere a México como "el país de las matanzas" y no falta quien vea en el territorio una gigantesca tumba clandestina.
Iguala echó por tierra promesas de futuro.
([email protected], @Raul RodríguezC y raulrodriguezcortes.com.mx )