Sin la espectacularidad de los anuncios, el alcalde Miguel Ángel Riquelme llega a su primer año al frente del Ayuntamiento de Torreón. ¿Cuál es el balance? Lo más notable de su gobierno ha sido un cambio paulatino en la imagen de la ciudad. Barrido de calles por la "marea roja", arreglo de camellones, restauración de la pintura en la infraestructura urbana, mantenimiento en los puentes, mejora en las entradas de Torreón y mucho bacheo. A la vuelta de un año, es indudable que se nota una imagen distinta. No la del abandono o la negligencia, sino la atención de un gobierno que atiende los aspectos más elementales de la ciudad.
Otro aspecto destacable es la presencia del alcalde. A pesar de la personalidad hosca y susceptible a la crítica, escucha y ha atendido personalmente diversas problemáticas de la ciudad. En pocas palabras, sí se nota que tenemos alcalde. Coincido en el punto. En el gobierno, más que simpatías o popularidad, se necesita capacidad para gobernar.
Durante varios años el SIMAS fue un dolor de cabeza para la administración por la desastrosa e irresponsable administración que ahí se llevó. Actualmente el organismo operador de agua estabilizó sus números, lo cual demuestra que sí es posible llevar un buen gobierno. Ahí el alcalde Riquelme anotó buenos puntos a favor. Pero un año es poco tiempo para ver los resultados de largo plazo en obras como el BRT o metrobus; el parque lineal al oriente, ubicado en las antiguas vías del ferrocarril; o el parque de la Unión, un sector lacerado por la violencia.
Uno de los aspectos positivos para el municipio fue la creación del Instituto Municipal de Planeación, aunque más temprano que tarde, le redujeron el presupuesto. Asimismo, lejos de ofrecer una perspectiva comparada o una evaluación previa sobre el nuevo alumbrado, simplemente avaló la decisión del jefe. Más vale estar bien arriba, que pecar de acucioso. La millonaria concesión de alumbrado fue uno de los aspectos más polémicos y criticados del primer año. Si bien, es necesaria la modernización del alumbrado, la contratación quedó bajo sospecha. ¡Al fin son 3 mil millones de pesos!
En seguridad, el año 2014 mantuvo la tendencia a la baja que venía desde 2013, en relación a los homicidios dolosos. Sin embargo, hay que decirlo con todas sus letras. No se trata de un "logro" de las autoridades, sino del brutal exterminio de un grupo criminal sobre otro.
En últimas fechas, la condonación de impuestos al club Santos es un punto negativo. No se trata de un club fregado, ni de una asociación civil sin fines de lucro, tampoco son almas de la caridad, sino una próspera empresa. Un jugoso negocio particular. El tema desvirtúa los logros del alcalde. Es cierto que otras administraciones hacían lo mismo, pero en aras de un cambio a fondo, los ciudadanos no tiene por qué pagar esa carga millonaria que favorece a los socios del equipo local. ¿O también el alcalde va condonar impuestos a todos los ciudadanos? ¿Por qué unos ciudadanos sí y el resto no? La inequidad también viene del gobierno. Gobernar es mucho más que bachear las calles. Se vale rectificar, cambiar las políticas que no favorecen a la ciudad. Riquelme ha demostrado ser un alcalde pragmático. Le quedan tres años, un tiempo razonable para dejar un buen legado a la ciudad.
¿El PRI de siempre?
Crisis política y corrupción, deuda nacional por segundo año, devaluación del peso, dólar a la alza, petróleo a la baja… y una espléndida casa blanca. Es decir, los ingredientes de un crisis a la antigua. Al final de su sexenio Ernesto Zedillo entregó buenas cuentas, y rompió con la tradición de quebrar al país. Vicente Fox, a pesar de ser un frívolo en el gobierno, mantuvo la estabilidad. Felipe Calderón, que nos metió en una sangrienta e "imbécil" guerra, tampoco quebró al país. En el pasado, tuvimos una camada de presidentes que cada sexenio provocaban una crisis desde el gobierno. Luis Echeverría inauguró la infame tradición. Le siguió José López Portillo, Miguel de la Madrid, y sólo Carlos Salinas de Gortari los pudo superar. Rezo, imploro y hago votos porque la presidencia de Enrique Peña Nieto, prematuramente desgastada, no opte por la vieja tradición.
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