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Montaña rusa

ALBERTO AZIZ NASSIF

Atravesamos por una disonancia, por una incompatibilidad en donde la calle expresa y demanda justicia y la clase política no entiende, cree que es un espectáculo.

"A la memoria de Vicente Leñero"

Lo que debería subir, baja y lo que debería bajar, sube. Lo podemos llamar como el fenómeno de la montaña rusa. El dólar sube, el petróleo baja, los precios suben, el salario baja, la opacidad sube, la criminalidad sube, la hostilidad a la libertad de expresión sube, la corrupción sube, la impunidad sube, la gobernabilidad baja, la aprobación del gobierno baja, la confianza en la autoridad baja y mientras tanto, la movilización social sube y sube.

Con estos movimientos hemos llegado a una crisis en donde el gobierno no entiende la dimensión de lo que pasa y ha perdido la brújula. La expresión más visible de la crisis es el movimiento social que llena las calles y las plazas del país; tiene muchas expresiones, es diverso, plural y tiene una multiplicidad de liderazgos. Hay muchas agendas en juego, pero casi todas están cruzadas por una bandera amplia y un reclamo que suena fuerte y contundente: justicia.

La crisis abrió una ventana y parece que ha logrado mover las condiciones en las que estaba instalada la ciudadanía. En el Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía en México, se ve una ciudadanía instalada en el desencanto, con una gran desconfianza y completamente desvinculada. La crisis de esta montaña rusa ha transformado el desencanto en enojo y en energía social que se moviliza; la desconfianza se ha movido del polo pasivo hacia una exigencia que demanda soluciones visibles en la ruta de construir un Estado de derecho y un sistema de impartición de justicia. La otra característica, la desconexión ciudadana, se ha empezado a expresar en convergencias que juntan lo urbano con lo rural, las clases medias con sectores populares, los estudiantes de escuelas públicas con privadas, y la indiferencia en una red de solidaridad. México se mueve, pero no como dice el discurso oficial, sino en sentido contrario.

Atravesamos por una disonancia, por una incompatibilidad en donde la calle expresa y demanda justicia y la clase política no entiende, cree que es un espectáculo. Peña anuncia medidas que se vienen abajo inmediatamente, su decálogo ni siquiera se asoma en la dirección correcta. No sólo no dialogan con la calle, sino que muestran la incompetencia de un gobierno ineficaz e insensible. El momento para los pactos ya pasó, ahora los partidos y sus fracciones en el Congreso velan las armas porque se acerca de nuevo la contienda por los votos. Los políticos no sólo no escuchan el repudio de la calle, sino que a diferencia de otras crisis, ahora ellos son parte del problema, no de la solución. Sería fácil transformar las demandas en agenda reformadora y que los legisladores apliquen sus rutinas e inercias que tanto les gustan. Pero esa vía no se ve transitable por lo pronto. El momento no está para aguantar el juego de la simulación política, de las promesas y los cambios que terminan en trampas y reacomodos, como sucedió con el Pacto por México. El costo de otro episodio de gatopardismo sería muy costoso. Así que en esta montaña rusa no se ven puentes o interlocutores, no hay traducción. Estamos en el momento de una movilización que crece, pero la autoridad apuesta a que baje para seguir con su vida "normal". Mala estrategia.

Además del movimiento social que repudia la impunidad y condena la matanza y las fosas de restos de miles y miles de personas que esperan identificación y reconocimiento, los organismos internacionales nos reprueban como país también en temas de corrupción y libertad de expresión: Transparencia Internacional nos ubica en el lugar 103 de 175, debajo de Bolivia y arriba de Moldavia y Níger (http://www.transparency.org/cpi2014-/results). Freedom House señala que México sigue siendo un entorno "hostil" para periodistas y bloggers (Sin Embargo, 4/XII/2014).

No se ve cuándo vaya a parar esta montaña rusa; la clase política espera que para las elecciones de 2015 el país haya regresado a la "normalidad", es decir, que suba la inercia de reproducción del poder. ¿Qué sentido tiene votar para elegir a más de lo mismo? Esperemos que no baje la presión social porque sólo así será posible imaginar un cambio profundo en la ruta de la justicia…

Twitter: @AzizNassif

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