San Virila escuchaba con paciencia el sermón de aquel predicador
-Entonces -dijo el hombre-, apareció una estrella en el oriente.
Procedió a describirla con elocuencia: habló de su fulgor, de su blancura, de su fulgente claridad.
Cuando acabó de hablar le preguntó Virila:
-¿Para qué surgió esa estrella?
-Muy sencillo -le respondió el predicador-. Era necesaria para anunciar a Dios ante los hombres.
-Qué raro -se sorprendió con expresión ingenua San Virila-. A mí todas las estrellas, aun las más pequeñas, me anuncian a Dios.
¡Hasta mañana!...