Columnas Social

La Constitución violentada

Dr. Sergio Antonio Corona Páez

En nuestro calendario oficial, el 5 de febrero corresponde al día de la Constitución. En este día conmemoramos la existencia de la Carta Magna como cuerpo de leyes y principios supremos de nuestro país.

Al celebrar esa festividad, tenemos en mente las constituciones mexicanas de 1824, la de 1857, y de manera especial, la de 1917. Una constitución, en teoría, es el documento fundacional de un orden jurídico y de los principios que lo rigen, aquél que contiene los principios últimos que autorizan o desautorizan la vida legal y legislativa de un país. Es el pacto social elevado a la categoría de norma suprema del Estado.

Los constituyentes de 1917 se destacaron por su interés en dotar a México de una norma suprema que garantizara el bienestar de los mexicanos, especialmente, mediante la incorporación de los logros de la Revolución Mexicana.

Sin embargo, la historia nos muestra que la existencia de una constitución política no necesariamente basta, por sí sola, para lograr la felicidad de un pueblo, como lo pensaban los congresistas de 1917.

México puede tener las mejores leyes del mundo. Pero si ni en la clase política ni entre los ciudadanos hay una disposición efectiva al cumplimiento equitativo de las leyes, la constitución será letra muerta. La corrupción, la impunidad y el interés particular de la ciudadanía y de los partidos políticos, reinarán flagrantes.

Es muy bueno tener una constitución política que regule el estado de derecho de un país. Pero es igualmente bueno, y sobre todo, necesario, que el pueblo, desde el ciudadano de mayor rango hasta el de menor influencia, viva cotidianamente la cultura de la legalidad y del orden institucional. Que todos los ciudadanos nos sometamos a los principios constitucionales, sin excepción. Que no haya individuos ni sectores de la población que se sientan al margen o por encima de la constitución. Que los legisladores no estén de manera constante cambiando las normas de la Carta Magna, de acuerdo a los intereses del régimen en turno, o del propio partido político, como ha sucedido innumerables veces.

Es bueno celebrar el día de la constitución. Pero sería mejor celebrar algún día, el espíritu constitucional, espíritu de apego a la legalidad, del pueblo mexicano.

Por otra parte, cuando hablamos a los "Héroes de la Patria" debemos recordar que el verdadero héroe es el pueblo, que siempre es el que paga la cuota de sangre. En las Guerras de Independencia, en las Guerras de Reforma, en la Guerra contra Estados Unidos, en la Guerra de la Intervención Francesa, en la Revolución Mexicana, en todas estas guerras siempre ha sido el pueblo el que paga el precio más caro, y al que menos se le reconoce el mérito.

Nuestra historia debería darle mucho más mérito al pueblo, que es el que siempre ha ganado las victorias "de los héroes". Sin embargo, esas victorias, ganadas con la sangre de muchos, se le atribuyen a un solo individuo: Juárez, Porfirio Díaz, Madero, Pancho Villa, Álvaro Obregón, etc. En muchas ocasiones, nuestros llamados "héroes" fueron simplemente políticos hábiles que, como experimentados trepadores, supieron empoderarse de los movimientos populares y aprovechar su fuerza, para llegar a donde ellos querían: al poder.

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