En general, las personas creen que la mujer es la que más sufre y se duele de la pérdida de una amistad, noviazgo, matrimonio, unión libre o de un amante. Se dice que: "Las mujeres son de Venus y los hombres son de Marte". Sabemos, de acuerdo a la neurociencia, que en la mujer se manifiesta más el hemisferio derecho del cerebro donde se encuentra la sensibilidad, ternura, creatividad y las emociones. Y que por eso, la mujer, reconoce fácilmente los sentimientos cuando son agradables y los vive y disfruta a flor de piel. Asimismo, sabe reconocer las emociones desagradables, el sufrimiento o el dolor (función del hemisferio izquierdo). La mujer intenta resolver los motivos de su malestar, o bien, busca consejo para atenuar el dolor emocional o físico que le esté aquejando.
En el hombre se manifiesta más hemisferio izquierdo, por eso se considera que tiene algo así como un tamiz aparente que le permite filtrar las emociones, e impidiendo así, que fluyan libremente. Esto le otorga un tiempo para negar o evadir la respuesta correspondiente o inmediata, que se esperaría de un ser sensible, tierno o emotivo. Reconoce los sentimientos agradables y sensuales, más le es difícil vivirlo de forma perenne, de esta forma se retrasa también el reconocimiento de la sensación desagradable del sufrimiento, por ello es que, de primera intención, no busca un consejo (a veces, ni amigos tiene para ello) ni consulta acerca de aquel dolor emocional o físico que le llegue a aquejar. En conclusión, se le dificulta emplear la parte de hemisferio derecho que le corresponde.
Por esto, aparentemente, el hombre no sufre igual que la mujer. Sin embargo, se duele y más, aunque el mecanismo defensivo de la negación le permite temporalmente (varía la cantidad de tiempo) no vivir el dolor y en poco tiempo volver a rehacer la pareja. La realidad en lo interno es otra.
Ante una pérdida amorosa el duelo con toda su carga emocional de aflicción sobreviene y la persona quiere creer que no ha ocurrido tal pérdida, que es un malentendido se va a resolver y el ser amado volverá para continuar aquella intimidad agradable.
Después de un tiempo óptimo esa presencia anhelada no ocurre y la rabia, el enojo, el odio, la culpa hacia sí mismo, al otro y a todos llega. Busca desahogar la interrogante que explique por qué ese amor se ha terminado. Entonces surge la pregunta: ¿Por qué me tuvo que pasar a mí?.
Ante la inminente realidad la persona cae en un abatimiento, en soledad, sin un aliento que lo reconforte, sin aquel aroma que le acariciaba, nada tiene sentido, entonces, ¿para qué la vida? El ser dolido quiere sacar de sí mismo ese sentimiento que le oprime y le duele por su abandono y concluye que sólo dejando de existir podrá sacar de ese sentimiento que ahora es dolor.
¿Es pues, el hombre o la mujer la que presenta más dolor? En agosto de 2010 el Inegi señaló las siguientes estadísticas: En México analizando los suicidios de 2005 se observa que ocurrieron 3,553, de los cuales 2,970 fueron hombres y 583 fueron mujeres, la mayoría entre la segunda y la cuarta década, la proporción aproximada fue de 5 hombres por 1 mujer. 275 decesos fueron por causa amorosa, 116 por causa económica, 314 por disgusto familiar, 194 por enfermedad grave, otras causas 563. Entre casados, unión libre, u otro tipo de unión fueron 1,948 decesos. Solteros fueron 1,386. No especificado 219.
Uno se pregunta, si el hombre es más insensible, ¿por qué el sufrimiento por una causa amorosa lo lleva más frecuentemente a preferir la muerte, a través del suicidio, en lugar de soportar el duelo?
*Psiquiatra. Profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será del Dr. Alfonso José Téllez Camacho, pediatra.