Como un avión volando en la oscuridad, sin ruta, sin luces, sin coordenadas, sin instrucciones, sin saber dónde aterrizar ni cómo hacerlo. Así es votar en México. Así es decidir por quién hacerlo. Un acto de fe. Un triunfo del optimismo por encima de la inteligencia. Una apuesta que cree posible arreglar la democracia descompuesta a través del voto. Pero una apuesta que se hace con información incompleta. Limitada. Inaccesible. Oculta. Porque los candidatos aparecen en los "spots", en los espectaculares, en las pintas y a pesar de ello siguen siendo incognoscibles. No sabemos de dónde vienen, dónde estudiaron o si lo hicieron, cuál es su hoja de vida y qué han hecho con ella. Votamos a ciegas, a tientas.
Y por ello acabamos con candidatos -después funcionarios- con casas rentadas o compradas a contratistas, volando en aviones de empresarios a los cuales han beneficiado, viviendo en mansiones que su sueldo no justifica, participando en licitaciones o celebrando contratos por los cuales obtienen ventajas privadas mediante el acceso a bienes públicos. Por ello acabamos instalando a depredadores en el poder a través del voto. La urna unge a personajes con trayectorias desconocidas que luego resultan malolientes. Tantos corruptos caminando por el Congreso que llegan allí gracias a la boleta. Gracias a la ignorancia que lleva a tacharla sin saber quién es verdaderamente la persona cuyo nombre aparece allí.
Llegó la hora de saberlo, de averiguarlo. Llegó el momento de saber a quién vamos a empoderar y dar acceso al presupuesto. Los buenos gobiernos se construyen a base de buenos ciudadanos y sólo los exigentes y los informados lo son. Precisamente por ello y porque el voto cuenta y se cuenta, hay que ejercerlo -decía Chesterton- "con la misma entereza con la cual uno se casa o se ejerce un culto". Hay que votar con corazón y con la cabeza, con el alma, con el estómago, con las manos y con los pies. Hay que entender al candidato y escudriñarlo, colocarlo bajo el microscopio y mirarlo, saber de dónde viene y a dónde va. Saber si cumple con los siete principios -que según las democracias funcionales- deben apuntalar la vida pública: altruismo, integridad, objetividad, rendición de cuentas, apertura, honestidad, liderazgo. Ver, por ejemplo, el documento "Public Appointments, Probity and Conflicts of Interest: A Guide for Candidates", emitido por el gobierno inglés.
Como tenemos derecho a pedir y emular las mejores prácticas internacionales, la importancia de la iniciativa de la sociedad civil llamada 3de3 Candidato Transparente que exige a los candidatos la presentación de: 1) su declaración patrimonial, 2) su declaración de intereses, 3) su declaración fiscal. Y lo estamos pidiendo como favor porque la provisión pública de estas tres declaraciones es una concesión y no una obligación. Lo que en otros países es un requerimiento legal, en México sólo es un imperativo moral. Un imperativo para quienes quieren ocupar las 1,009 alcaldías, 1,141 diputaciones y 9 gubernaturas que están en juego. Un imperativo para que cuando los contendientes lleguen al poder no haya más Casas Blancas, ni casas en Malinalco, ni aviones prestados, ni tráfico de influencias, ni licitaciones amañadas, ni cuentas en Suiza. Un imperativo para que cada candidato se comprometa de manera tangible a poner los intereses del país antes que los suyos. Alguien que no pueda hacer esto no merece un solo voto, mucho menos gobernar.
Invito a quienes lean este texto a contribuir a la construcción de una nueva clase política en México, para que no se siga haciendo política con dinero ni dinero de la política. Invito a dar el primer paso para obligar a todo candidato a convertirse en un verdadero representante de la ciudadanía. Invito a sumarse a una exigencia a ser transparente en vez de opaco; a entender el papel fiduciario que le corresponde cada vez que gasta un peso del erario. Invito a incorporarse a una iniciativa para empezar -también- la tarea que nos corresponde: ser una sombra de quienes elegiremos, ser una conciencia obcecada, obsesiva, persistente. Ser ciudadanos de tiempo completo, abocados a recordarle a esa persona que aspira a un puesto público para qué llegó al poder y en nombre de quién debe usarlo. En nombre nuestro y no suyo. Y si no cumple con 3de3 pues entonces anular. Porque anular es una forma de votar y protestar en contra de quienes quieren nuestro apoyo, pero no están dispuestos a compartir la información básica para obtenerlo. Candidato transparente o tache.