Si usted llega a una oficina que toma depósitos del público, paga intereses y presta a terceros, ¿cómo la llamaría? Si su respuesta es "un banco" quizá se equivoque. La institución puede ser una Sofipo, una Sofinco, una Socap, una cooperativa, una caja de ahorro o hasta una tanda.
En los últimos tiempos hemos visto en México una proliferación de instituciones que actúan como bancos pero que no se llaman bancos. Tenemos una legislación perversa que impone a los bancos onerosas regulaciones y altas reservas que se traducen en menores réditos para los ahorradores y en intereses más altos para los usuarios de crédito. Pero uno puede dar la vuelta a las regulaciones de forma muy sencilla: poniendo un banco que no se llame banco.
Con una sociedad financiera popular (Sofipo), una sociedad financiera comunitaria (Sofinco) o una sociedad cooperativa de ahorro y préstamo (Socap) usted podrá actuar como banco sin someterse a los requisitos y regulaciones de los bancos. Podrá así pagar mayores intereses a los ahorradores y cobrar menos a los prestatarios. También podrá darse usted como ejecutivo o dueño darse un mejor nivel de vida. El riesgo de quiebra será mucho mayor, pero esto se resuelve ocultando el peligro a los ahorradores y exigiendo al gobierno rescatar a las instituciones que quiebran.
Ahí está Ficrea, una Sofipo. Mientras los bancos pagaban menos de 1 por ciento por el ahorro, Ficrea daba 4 por ciento o más. Los créditos se entregaban sin criterios de recuperación. Los dueños y ejecutivos vivían a todo lujo. Cuando Ficrea quebró, el seguro oficial garantizaba un pago a los ahorradores de 25 mil UDIs equivalentes a 131,500 pesos. Pero ante las presiones políticas, los diputados decidieron cambiar la ley de manera retroactiva y rescatar a los ahorradores con hasta un millón de pesos usando entre 1,500 y 1,700 millones de pesos de los contribuyentes.
Ficrea no es la única quiebra en el "ahorro popular". En los últimos tiempos hemos visto los casos de la Caja Crescencio A. Cruz, la Caja Gerardo Green, la Caja 30 de Agosto, Finacred y la Caja de Ahorro Valle de Atlixco. En el pasado ha habido muchos más.
Además del rescate de Ficrea, los diputados han aprobado una nueva ley de crédito popular que discutirán los senadores esta semana. Ésta incluye cambios de reglas en cajas, cooperativas y sociedades financieras populares. La idea es limitar los depósitos a uno o dos millones de pesos para las personas físicas y a 5 millones para las empresas con el fin de de reducir el costo de los rescates. Los cabilderos del sector han reaccionado con furia y han afirmado que estas medidas matarían el "ahorro popular". Pero ¿un ahorrador popular realmente tiene más de uno o dos millones de pesos para guardar?
Me dicen los defensores de las sociedades financieras populares que éstas son indispensables porque son las únicas que llegan al pequeño ahorrador popular. Pero esto es falso. Banco Azteca (yo colaboro con TV Azteca, una empresa relacionada), Coppel y Compartamos llegan ya a los grupos marginados. Si las reglas fueran parejas, muchos bancos tradicionales lo harían también. Ahora enfrentan una competencia desleal de cajas y cooperativas.
La nueva ley de crédito popular parece un paso hacia adelante porque pone límites a los depósitos en cajas y cooperativas, pero la verdadera solución debe ser de fondo. Si una institución capta como banco, paga intereses como banco y presta como banco, debe ser regulada como banco… por el bien de los ahorradores, que tendrán una mayor seguridad en sus depósitos, pero también de los contribuyentes, a los que una y otra vez se nos pide rescatar las sociedades que quiebran.
POBRES, PERO FELICES
Los mexicanos somos más felices que los estadounidenses, belgas, alemanes o franceses según el World Happiness Report. Me imagino que por eso tantos mexicanos arriesgan la vida para cruzar la frontera y ser más infelices en Estados Unidos.
Twitter: @SergioSarmiento