Acusarlo de encubrimiento parecía poco desde que se conocieron los primeros videos en los que se veía, aunque no se escuchaba, a Rodrigo Vallejo tomando cerveza con el líder de los "Caballeros Templarios". Pero ahora que conocemos la naturaleza de su vínculo tras escucharlos durante varios minutos compartir información, pedirse mutuamente favores y hacerse respetuosos reclamos, la acusación que integró la Procuraduría General de la República a cargo de Jesús Murillo Karam es un escándalo.
O debería serlo. Porque a pesar de que los videos grabados por "La Tuta" en los que aparece en compañía del hijo del gobernador, del secretario de gobierno y gobernador interino Jesús Reyna, de empresarios, de diputados y presidentes municipales, son la prueba más contundente con la que hayamos contado de la relación entre el crimen organizado y la élite política y empresarial de un estado, nadie, ni partidos ni autoridades parece dispuesto a asumir la magnitud de la revelación. Por lo pronto, estamos frente a un escándalo sin escándalo y una traición sin consecuencias.
Es cierto que desde hace años se habla de la complicidad de gobiernos y gobernadores con el crimen organizado. Se da como un hecho en estados como Sinaloa o Guerrero y en Tamaulipas llevan más de una década afirmándolo a voz en cuello, pero nunca antes habíamos tenido públicamente la prueba de esos vínculos.
Las implicaciones son muchas y graves: Los recursos del estado, en hombres, información e instituciones estuvieron a disposición de criminales. En el video que hicimos publico en "Punto de Partida", Rodrigo Vallejo se vanagloria de haber hecho uso (sin tener ningún puesto para ello) del C4 (el centro de comunicaciones, control y comando) de Michoacán. Le revela a la "Tuta" que hay un grupo de israelitas trabajando en materia de secuestros en Morelia y le pide que le ayude con una mujer que está pasando información suya a Luisa María Calderón. Hay más videos de la "Tuta" con Rodrigo Vallejo, suman horas de conversaciones, todas están en poder del ministerio público y del juzgado. Carlos Loret de Mola obtuvo uno que hará público esta mañana en que se aprecia como Rodrigo Vallejo entraba a los separos sin pasar control alguno y se entrevistaba con presos.
¿Qué llevó a Fausto Vallejo, viejo y respetado político, a convertirse en cómplice del crimen organizado? ¿Sus añejas ganas de ser gobernador y el verse en plena campaña amenazado por la candidatura de la hermana del presidente? Sólo él los sabe. Lo cierto es que los videos confirman lo que muchos decían sotto voce desde el día de la elección, que los Caballeros Templarios operaron para que Fausto ganara.
Las víctimas de esta traición son millones de michoacanos que fueron entregados al poder despótico de un criminal con ínfulas de hombre de estado y un número incalculable que tuvieron que pagar secuestros y extorsiones. Pero también hay muertos: los soldados y policías federales que llegaron a ese estado para combatir al crimen organizado y que no contaban con que desde la cúspide del poder local le entregaban a los criminales datos sobre su ubicación y movimientos. Y los ingenuos, los que creyeron en las instituciones y denunciaron los atropellos de los criminales para descubrir demasiado tarde que entre autoridad y criminales no había frontera.
El video se hizo público hace una semana. Nada ha dicho el PRI de que el gobierno de uno de los suyos estuviera a ese punto penetrado por el crimen organizado. El PAN y el PRD lo quisieron usar electoralmente. Y la PGR abrió un acta circunstanciada. Nada más.
Es importante aclarar que esos videos no tomaron por sorpresa a nadie en el gobierno. Sólo nosotros (la opinión pública, los ciudadanos) no los conocíamos. Todo está en el expediente en poder del ministerio público y en el juzgado. Imposible que no se lo hayan dicho a Murillo Karam, imposible que él no lo haya transmitido. Es decir, en algún punto y con conocimiento de causa, se decidió no hacer nada.
