Columnas la Laguna

METÁFORA CIUDADANA

MISERIA INSULTANTE A HONESTA PRODIGALIDAD

LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ÁLVAREZ

En la preciosa casa Montejo de Mérida, Yucatán, en su artístico portal de cantera rosa, se aprecian esculpidas las imágenes de dos españoles parados cada uno sobre dos cabezas indígenas, amén de otras muestras de dominio del conquistador sobre el conquistado; herencia colonial que continuó permanente durante la época del México independiente

Entre 1847 a 1901 se desató en la península de Yucatán una sangrienta, cruenta y feroz lucha conocida como la "Guerra de Castas" que costó centenas de miles de vidas. Los indígenas mayas de la Península iniciaron una lucha libertaria contra la población de blancos, denominados por ellos mismos como "Casta Divina". Los mayas, el más bajo nivel de la población, habían sido sometidos religiosa, cultural y físicamente durante toda la época colonial, pero después de la Independencia, esta dominación se mantuvo, incluso más férrea. El inflexible control social en la península yucateca de todos los grupos sociales que no fueran españoles o criollos era severo, los castigos por desobediencia iban desde los cientos de azotes hasta el ahorcamiento; los derechos de los blancos terratenientes, dueños de inmensas haciendas henequeneras era inconmensurables; ejercían dominio absoluto; hasta ejercían el "Derecho de Pernada" sobre las indígenas. Ilegal, pero real, funcionaba la esclavitud con inhumana crueldad; por ello, la rebelión tomo tintes de salvajismo al ser despedazados los prisioneros blancos, entre los que se destacaban los dueños de las haciendas y sus familias completas. Era una respuesta desesperada a muchos años de dominación atroz. Mientras los amos vivían en inmensas casas blancas, el indígena ocupaba pocilgas de tierra; el sistema de "adeudo" era la justificación jurídica del esclavismos un maya nacía y moría en la misma hacienda con impagable deuda, propia y heredada de sus ancestros; ahí trabajaban arduas y largas jornadas por una mísera retribución realizada en la tienda de raya.

En 1901 la guerra terminó con la toma de la simbólica capital rebelde: Chan Santa Cruz por el ejército federal. Pero esta conflagración fue, a su vez, terreno fértil para la continuación de la misma en la segunda década del siglo pasado, justo en plena Revolución, volviendo a adquirir los matices sanguinarios de los años anteriores

Podemos asegurar que fue la inconciencia absoluta de la "Casta Divina" lo que provocó la ira, la indignación y el coraje de los indígenas que se cobraron a sangre y fuego los agravios centenarios. Si, hubiese habido por parte de los amos un mínimo recato de sus ambiciones, soberbia y corruptas costumbres, se hubiera ahorrado mucha sangre.

Esa misma "Casta Divina", volvió al poder económico en 1930 y se alió al partido en poder por el resto del siglo XX y sigue enquistada en Yucatán y el resto del país sin que nada ni nadie pueda moverla y así, evitar que siga enriqueciéndose con el sudor y dolor del pueblo, hasta hoy, siglo XXI.

La boda esta semana del gobernador de uno de los estados más miserables del país con una artista, las blancas mansiones majestuosas del gabinete peñista; los relojes de Camacho; los aviones de la Pávlovich; El banco de Duarte, los miles de millones de los Moreira; la punta diamante de Fernández de Ceballos; el ropaje de la gaviota y los gastos de viajes oficiales con centenas de lambiscones, no parecen incomodar a esta nueva casta de gobernantes inconscientes.

Se posee el mismo espíritu dominante de entonces, pero cabe recordar, muy superficialmente, que aquellos terratenientes juaristas, más tarde porfiristas, habían sido militares en dos guerras anteriores, habían expuesto su vida; los "divinos" de ahora son ladinos políticos que nada han arriesgado, ni siquiera su dignidad, porque hace mucho que la perdieron, si es que alguna vez la tuvieron; porros universitarios, líderes sindicales que pisotean a los trabajadores y sus derechos; padres de hijos que presumen lujos con dinero mal habido, viven en majestuosas mansiones en medio de extensas haciendas urbanas, obtienen prebendas políticas productoras de riquezas inmensas y miseria multitudinaria de indígenas, mestizos y demás ciudadanos mexicanos.

Esa casta cree seguir poseyendo el derecho absoluto de dominarlo todo, desde almas hasta erarios públicos; mantiene la idea de propiedad sobre la vida y la muerte, sin juicio y sin justificación alguna, de pueblos enteros, aunque éstos no presentarán resistencia o estuviesen desarmados. Crímenes de estado castal en Ayotzinapan, Tlatlaya, Apatzingán o Aguas blancas; se continúa sin encontrar en ellos piedad ni compasión, se destruye y se aniquila todo intento de honestidad y lucha contra la tiranía.

¿Qué ha cambiado de aquella época en que se asesinaba vilmente a los intelectuales que se oponían a los poderosos y hoy se sacrifica a periodistas?

Continúa el desfile de gobernantes terriblemente millonarios que realizan acciones insultantes en ostentosos derroches del dinero popular, con él que debería comprarse medicinas y alimentos. Un México sin más sentido revolucionario que la palabra que aparece en el nombre del partido tiránico que la lleva en su título y que es fábrica de multimillonarios, cada día más ambiciosos y sin límites, los que antes se contentaban con robar miles, luego millones y hoy miles de millones de pesos.

Nada es más terrible que un pueblo enardecido; un pueblo que pierde la paciencia y la confianza en sus instituciones y gobierno y, si éstos no tienen capacidad de respuesta a las problemáticas de la nación, se desata el caos y surge la violencia, lo vimos la "era del terror" de la revolución francesa y tantos casos más: ¿Por qué provocarlo ahora?

Hoy, afortunadamente por la vía democrática y pacífica aún, existe un reclamo nacional de ciudadanos que se organizan para formar grupos civiles que discuten, manifiestan inconformidad y apoyan acciones en beneficio de la comunidad; por ejemplo: Decenas de intelectuales y más de ciento cuarenta mil mexicanos exigen se retire el registro al Partido Verde, reclamó al que se suman cientos de consejeros del mismo INE a nivel estatal y distrital que no aceptan el actuar permisivo del Consejo General que cierra y soporta la violación constante de la Ley por el sirviente del PRI. Otros que exigen cambios radicales en los órganos electorales estatales, como el de Coahuila al que no deberá acceder ninguno de los actuales nefastos consejeros. Para ganar confianza, las instituciones deben actuar acorde a la Ley y evitar así cualquier acto violento que nadie deseamos.

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