Área de Campari, Sesto San Giovanni, Milan, Italia (2007-2009).Foto: Enrico Cano.
Arquitecto de gafas redondas, cabello ondulado y aspecto bonachón. Este genio italiano suizo diseña y construye edificios para la eternidad, Mario Botta es un casi como un escultor alpino. Su arquitectura llena de atemporalidad es una obra de arte esculpida y martellinada que surge de las mismas entrañas de los hermosos Alpes suizos y los complementan de manera magistral.
Su historia comienza en Mogno en el valle de Maggia del sur de Suiza. De esa región europea que es un cuento de hadas, repleta de pinos, peñascos, acantilados, nieve, bosque. Idílico lugar para expresarse y para vivir. La arquitectura de Botta bebe a este paisaje su concepción para llegar hasta nosotros y conmovernos. Es la cereza de un delicioso pastel.
ESCULTOR DE PIEDRAS EN LOS ALPES
Hay algunos arquitectos que son más que arquitectos. A veces son músicos, pintores, políticos, sociólogos, psicólogos, mentores o son todo en uno. Botta es un hombre culto y sus obras lo reflejan claramente como las aguas de los manantiales de su tierra natal.
Escultor también como aquellos picapedreros del Renacimiento que dan forma a sus edificios con martillo y cincel en la mano, con polvo en la cara pero eso sí muy felices y plenos. Botta es un arquitecto que quiso ser escultor y lo ha logrado.
El trabajo de piedra en su región de origen tiene una profunda tradición y él nunca la ha ignorado, al contrario, la sigue promoviendo intensamente. La piedra perdura, su arquitectura perdura, el hombre no. La piedra que surge de las canteras y del río Maggia son sus depósitos naturales y de ellos crece una arquitectura de terreno, una arquitectura con raíces, nacional, mágica, brutal, universal, espiritual, simbólica.
El río Maggia que alimenta de agua alpina al lago Maggiore llena de sonidos el paisaje, con una fauna y flora ricas, luces y sombras, piedras eternas, sólo faltaba un creador de esculturas en el entorno. ¿Será que dios puso ahí a Botta a propósito para completar los abruptos acantilados y espectaculares cascadas de por sí excepcionales?
La naturaleza necesita de la arquitectura. Los poemas de Botta promueven el enamoramiento del sitio que sigue siendo un refugio de almas solitarias, románticas y soñadoras. El 25 de Abril de 1986, el poblado de Mogno sufrió los efectos de una avalancha doble, dejando marcados a sus habitantes de por vida. Hoy el gran montículo, donde ya ha crecido la hierba es la huella de la tragedia, y ahí, justo al pie, se alza hoy la Iglesia de San Juan Bautista (1986-1998), que sustituye a una iglesia del siglo XVIII. Poesía destruida, poesía construida.
ARQUITECTURA SIMBÓLICA QUE REPELE LO EFÍMERO
La arquitectura de Botta es más que mera construcción, está cargada de simbolismo arquitectónico, tiene un peso específico que pocas obras poseen, sus edificios tienen “alma”. Además de sus funciones más básicas y elementales, como proteger, dar cobijo y albergar actividades, transmiten un significado espiritual y filosófico de sus funciones. Su significado subyace en la esencial naturaleza del diseño del proyecto. Esa es la verdadera diferencia entre arquitectura y construcción.
En la iglesia para Mogno, la creación de este arquitecto exhibe un estilo moderno y muy distinto a las fórmulas tradicionales; no es un templo sensacional o espectacular, es único. Todo su trabajo es resultado de la concepción de sus edificios a través de formas básicas y aparentemente elementales pero llenas de una gran profundidad y cultura. La iglesia de Mario Botta se eleva y casi toca el cielo con la mano.
Mario Botta nació en Mendrisio, ciudad y comuna suiza situada en el cantón de Tesino, el 1 de abril de 1943. Su formación se fundamenta en una arquitectura italiana religiosa. Él lo expresa de la siguiente manera:
“Nací en el cantón italiano de Suiza, pero, culturalmente, soy más italiano que suizo. Me he nutrido de la cultura de Italia: diría que forma parte de mis cromosomas. De ahí que mi formación arquitectónica sea en gran parte eclesiástica. La historia de la arquitectura que conozco es la historia de las iglesias construidas desde el románico a Ronchamp. Si se piensa en ello, la cultura mediterránea está muy ligada a las iglesias. El noventa por ciento de lo que sé del románico, del Renacimiento y del barroco está relacionado con edificios religiosos. Y aunque la era moderna aborda más la construcción civil, uno tiene sus deudas ocultas”.
LAS PIEDRAS QUE HABLAN
Revestida con franjas alternas de mármol blanco de Peccia y granito gris de Riveo, la iglesia de Mogno está compuesta por un círculo, elipse o cilindro truncado. En el interior, un crucifijo de madera del siglo XVIII cuelga sobre una abertura arqueada situada detrás del altar diseñado por el arquitecto.
Es una iglesia contemporánea pero anclada en el pasado remoto, atemporal. La verdadera arquitectura no es frívola. Botta ha dicho que su devoción por la profesión deriva de la arquitectura de la Edad Media, del románico y de la arquitectura vernácula. La arquitectura del valle de Maggia no es un estilo o moda, ni parte de ninguna cultura local, es un arquetipo y la obra de Mario es un ejemplo universal.
A la pregunta de si es un hombre religioso, el arquitecto responde con un razonamiento que parece el manifiesto de su quehacer.
“Tengo lo que llamaría un concepto laico de la religión. Creo verdaderamente que la arquitectura puede transmitir sensaciones. Puede despertar en las personas el deseo de alcanzar valores espirituales como el silencio. El silencio es el lenguaje de las piedras. El silencio es algo raro en el mundo moderno y, aun así, es posible encontrarlo en iglesias y en salas de conciertos. Me gustan las iglesias porque te hacen sentir protagonista, uno es algo más que una sombra. De hecho, al entrar en una iglesia, uno debe sentir que está en el centro del mundo. En mi opinión, esta idea de lo sagrado responde a una necesidad primordial del ser humano. Lo sagrado está al margen del resto de las cosas y la arquitectura debe de trazar un límite, crear un espacio. Su interior debe ser necesariamente distinto a su exterior; de ahí que el concepto de lo sagrado esté implícito en los orígenes de la arquitectura. Crear arquitectura es un acto sagrado, porque separa una condición de otra. Mies van der Rohe redujo este tema a unos cuantos centímetros de vidrio. Me gusta la arquitectura antigua que es capaz de resistir, que sigue afrontando el mundo exterior por sus propios medios, no a través de la electricidad o de una cortina de aire cálido”.
Botta crea espacios sagrados que podrían llamarse verdaderamente humanos. Le da gran importancia a los muros de sus obras, él separa, rebana los espacios interiores y los exteriores a diferencia de otros grandes arquitectos que buscan fundirlos, mimetizarlos, integrarlos; la magia de la arquitectura radica también en su diversidad.
Él no cree en la arquitectura efímera, de moda, de mercadeo. Su propuesta se aleja de lo comercial a propósito. En otras declaraciones nos dice: “Lo que me interesa del movimiento moderno es la ética del entorno construido, la obligación de responder a las necesidades actuales”.
En cuanto a la figura del arquitecto comenta: “Cada vez estoy más convencido de que el arquitecto trabaja en el terreno de la memoria. Creo que muchos de los aspectos funcionales en realidad son efímeros. Mi trabajo en iglesias me ha ayudado a recuperar los valores esenciales de la arquitectura, que son la gravedad, la ligereza, los materiales y las formas, estructurados de tal modo que se establezca un diálogo. Construir una iglesia como la de Mogno en la actualidad constituye un acto de resistencia frente a la cultura de lo efímero. Todo lo superfluo debe eliminarse. Esta es una actitud que creo compartir con varios arquitectos contemporáneos, como Tadao Ando o, en otro estilo, Álvaro Siza. Es una cuestión más ética que de estética”.
Tanto en las viviendas particulares como en las estructuras de mayor envergadura, el vocabulario preferido de Mario Botta es siempre geométrico (círculo, cuadrado o rectángulo). Curiosamente, al describir su concepto de casa, Botta dibuja una forma libre, más similar a un útero que a sus propios edificios. Geometría y madre, arquitectura de formas y de afecto, formas y calor, este es el mundo de Botta.
“Yo defiendo la idea de que la arquitectura debe ser distinta de la naturaleza. Las formas primarias, la geometría, me ayudan a subrayar la diferencia existente entre la razón y la poesía del mundo construido y la naturaleza. El concepto de 'arquitectura orgánica' lo ha confundido todo”.
Con este último comentario Frank Lloyd Wright no estaría muy contento pero esto es parte de las discusiones y visiones que se han dado en el gremio arquitectónico por décadas. Diferentes puntos de vista sobre la actividad que nos permite crear hogares, ciudades y lugares de trabajo de diversas maneras, pero persiguiendo objetivos muy similares.
Botta con sus fachadas cerradas, negadas al entorno y casi funerarias (que él niega) reafirma la valoración de sus edificios por su valor plástico, por su valor como escultura urbana, y le gustan las formas básicas porque busca que el visitante se oriente y no se pierda dentro de sus obras.
Además de la piedra Botta es un maestro en el uso del concreto, ladrillo, madera, vidrio y acero, una limitada paleta de recursos que ha hecho suyos. Hace obras compleja con materiales sencillos, es un maestro de los ensos (círculos dibujados por los monjes budistas zen de un solo trazo) que simbolizan el vacío, la unidad y el momento de la iluminación, características que son acaso el reflejo fiel de su arquitectura.