La menopausia suele asociarse con el momento en el cual los ovarios interrumpen la producción de hormonas, específicamente de estrógenos. El déficit de estrógenos es un factor muy importante, y a veces de riesgo para el desarrollo de determinados embarnecimientos, cuyas consecuencias se expresan hasta mucho tiempo después en la postmenopausia.
El abordaje clínico tradicional para este fenómeno, que, repito, implica el cese de producción de estrógeno ováricos, se hace con un enfoque dirigido principalmente al período conocido como climaterio. Los límites de esta etapa son difíciles de definir, aunque en una forma sencilla se puede explicar que es la etapa de transición que existe en la vida reproductiva y la no reproductiva de la mujer.
Por otro lado, la menopausia corresponde al último período menstrual y se determina de forma retrospectiva una vez que han transcurrido 12 meses consecutivos sin menstruar, para la cual no existe otra causa obvia. De esta forma el climaterio abarca un período, tanto previo como posterior a la menopausia. En la menopausia es posible encontrar dos etapas: La etapa temprana que es 10 años después de la menopausia; y la etapa tardía que es a partir de los 10 años cumplidos de la menopausia hasta la muerte. Esta división nos permite tener un panorama más claro de cuándo intervenir con el uso de terapia sustitutiva con hormonas.
Debido a los efectos de la deficiencia de estrógenos sobre los órganos llamados blanco como la vagina, vejiga, vías urinarias, músculos de la pelvis, glándula mamaria, hueso, etc. Durante la menopausia la mujer es especialmente susceptible de sufrir padecimientos diferentes, por ejemplo, el primer síntoma y con menor duración es la sequedad vaginal, que según estadísticas, sin tratamiento puede durar hasta 5 años, lo que si persiste, hasta por 10 años, es la infección recurrente de vías urinarias, en donde tenemos pacientes que sufren estas manifestaciones. Otros estragos de la menopausia son el dolor durante las relaciones sexuales y ardor al orinar.
De acuerdo con las proyecciones de la población mexicana, cada década se incrementará en alrededor de 70 % la población de mujer mayores de 50 años, lo que implica, haciendo cálculos, que para el 2050 se podría alcanzar un total de casi 27 millones de mujeres postmenopáusicas. Estos cambios requieren que los servicios de salud diseñemos estrategias para abarcar a este grupo poblacional que va en incremento. En este grupo de pacientes, la osteoporosis es uno de los problemas de mayor impacto. El incremento notable de la esperanza de vida al nacimiento en la población, particularmente en mujeres, condiciona que un mayor número de mujeres alcancen la edad suficiente para padecer menopausia. En las mexicanas, la menopausia ocurre en promedio a los 49 años, precedida de un tiempo variable en los que se pueden presentar irregularidades menstruales, bochornos, cambios en la conducta, en el sueño, en las vías urinarias, en la función intestinal, en los huesos, en la circulación, en la piel, en la vida sexual, es decir, en todo el organismo. Es por esto que la menopausia ocupa un lugar preponderante en el cuidado de la mujer y tratarla siempre será prioridad. Las mujeres deberán realizar un test hormonal, ultrasonido, densitometría, mamografía, colesterol, glucosa y triglicéridos. Habrá que evaluar cada caso y las alternativas terapéuticas; cada tratamiento está pensado en cada paciente, como trajes realizados a la medida. Debemos de recordar que no todas las pacientes serán candidatas a estrógenos y saber, tomar en cuenta que las terapias de reemplazo hormonal siempre deben de ser recomendadas por médicos especialistas, ginecólogos, endocrinólogos y geriatras, incluso. La vida plena de la mujer es el objetivo, y que sea, y siga siendo parte fundamental en el eje de la sociedad.
*Ginecobstetra. Profesor de ginecología de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será del Dr. Raúl Guzmán Muñoz, cirujano.