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Si el 1 % tiene el 21 % ¿hay nación?

Agenda ciudadana

LORENZO MEYER
"Hoy México podría definirse como una estructura

de poder destinada a extraer mucho para los

muy pocos y dejar muy poco a los muchos"— Lorenzo Meyer

El Manifiesto del 99 %. Un fantasma recorre a México y a buena parte del mundo: el fantasma de la desigualdad social creciente. Gerardo Esquivel, un economista de El Colegio de México, acaba de publicar lo que se puede considerar un auténtico manifiesto sobre el tema titulado "Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y político", (Oxfam México, junio de 2015). Este pequeño, pero sustantivo documento -41 páginas-, debería ser lectura obligatoria para todo ciudadano mexicano.

Con un lenguaje comprensible, datos duros y gran capacidad de síntesis, Esquivel hace una de las condenas más efectivas sobre las causas y los efectos económicos que tienen sobre la sociedad la forma en que operan las estructuras de poder en México. La contundencia de datos y conclusiones lo convierten en uno de los golpes más severos a la legitimidad -en realidad, ilegitimidad- del régimen imperante.

Las cifras de "Desigualdad extrema en México" hacen imposible objetar los dos argumentos centrales del documento. Primero, que la desigualdad en México es extrema a nivel nacional e internacional y, segundo, que tamaña desigualdad está ligada a la histórica y nada democrática concentración del poder político. Se trata de un claro círculo vicioso que obstaculiza un desarrollo colectivo sano.

Cifras Duras. Los datos del estudio se pueden resumir así: a nivel mundial, las 80 personas más ricas del orbe poseen hoy una riqueza equivalente a la que ha podido acumular la mitad menos afortunada de la humanidad, es decir, 3, 652 millones de personas. Esta desigualdad está también mal repartida y México se encuentra entre los 25 países más desiguales del mundo.

Aquí, el 1 % de la población más rica -alrededor de 1 millón 250 mil mexicanos- dispone del 21 % de los ingresos totales de la nación. Pero resulta que aún dentro de ese 1 % hay mucha desigualdad y para mostrarla Esquivel pone la lupa en los cuatro mexicanos más ricos: Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailleres y Ricardo Salinas. En 2002 la riqueza de este cuarteto equivalía al 2 % del PIB pero el año pasado ya correspondía al 9 %; ¡un aumento del 450 % en doce años! Según la revista Forbes, Slim tiene hoy una fortuna superior a un millón de millones de pesos. Asombroso por donde quiera que se le vea, ya que en los últimos veinte años el crecimiento global del PIB per cápita mexicano apenas si ronda el 1 % anual.

¿Y es que el cuarteto de multimillonarios mexicanos está conformado por auténticos genios de la innovación asociada a los negocios? Pues realmente no; el crecimiento exponencial de su riqueza se explica, en buena medida por el carácter monopólico o casi de sus actividades y por su cercanía con el poder mediante la privatización, la concesión o la regulación (a modo) y por una política fiscal encaminada a gravar más el consumo general que al ingreso personal o empresarial. De los 34 países de la OCDE, sólo Estonia y Eslovenia tienen una tasa impositiva menor que la mexicana sobre ingresos por dividendos.

En nuestro país apenas el 27 % del producto interno bruto (PIB) es la parte que va a dar a los asalariados, en tanto que al capital le corresponde el 73 %. Y la tendencia de la brecha entre capital y trabajo es a aumentar, es decir, en México cada vez tiene menos sentido trabajar por un salario. Sobre todo porque en términos de su poder adquisitivo, el salario mínimo hoy es apenas 25 % de lo que era en 1976. Si los "cuatro magníficos", dice Esquivel, simplemente usaran sólo los dividendos de su capital -calculados al 5 % anual- y mantuvieran intacto el principal, podrían emplear, pagándoles el salario mínimo, a tres millones de sus compatriotas.

Se puede argumentar que en realidad apenas una minoría gana hoy el salario mínimo. De todas, esa minoría ya vive por debajo del umbral de pobreza. Y es aquí donde entran en juego otras cifras, las de las carencias. Los datos muestran que el 10 % de los mexicanos sobrevive en condiciones de pobreza extrema; otro 35 % lo hace en condiciones de pobreza "moderada" y otro 35 %, según la terminología oficial, vive como vulnerable por carencias e ingresos. Apenas uno de cada cinco mexicanos puede clasificarse como "no pobre y no vulnerable".

No es el Mercado, es la Política. El actual desafortunado modelo económico y social mexicano no es producto de la "mano invisible del mercado" sino de las manos muy visibles de quienes detentan el poder: de quienes privatizan, dan o niegan concesiones, redactan sus términos y, sobre todo, de quienes diseñan la estructura fiscal. Las tasas impositivas mexicanas al consumo, la renta o al ingreso por dividendos, están entre las más inequitativas dentro de la OCDE. Si bien nacimos como país independiente muy desiguales, la política de los últimos decenios se ha encargado de acentuar en vez de borrar esa marca de origen.

Conclusión. Si se adopta la vieja definición de Harold D. Lasswell que afirma "Política [es] quién consigue qué, cómo y cuándo", entonces la política mexicana hoy es un rotundo fracaso desde el punto de vista de la equidad. En el contexto de la actual y creciente desigualdad social, el concepto de "nación mexicana" casi no tiene significado, pues México tiene muy poco de empresa común y mucho de una mera estructura de poder destinada a extraer mucho para los muy pocos y dejar muy poco a los muchos.

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