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Las mujeres del clan Bush

PATRICIO DE LA FUENTE
"Los hombres más arrogantes son los que

generalmente están equivocados, otorgan

toda la pasión a sus puntos de vista

sin una apropiada reflexión".— David Hume

Duro y a la yugular. No es para menos. Jeb Bush, precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, se ha dicho molesto y aludido en el terreno de lo personal, por las declaraciones y sistemáticos errores de juicio que observa el magnate y empresario Donald Trump.

"No creo que él represente al Partido Republicano, y sus puntos de vista están alejados de la corriente principal de lo que piensan los republicanos. Nadie sugiere que no deberíamos controlar nuestras fronteras; todos creemos que debemos controlar nuestras fronteras, pero este tipo de comentarios extraordinariamente desagradables no reflejan al partido. Trump está equivocado en esto", dijo.

La esposa de Jeb, Columba Garnica Gallo, es mexicana de nacimiento -Léon, Guanajuato 1961- y fuera filias y fobias respecto a la historia política de la dinastía Bush y el legado histórico de dos administraciones bajo su marca, los vínculos de dicha familia con la comunidad latina resultan innegables.

También insoslayables, las contribuciones que las tres mujeres más famosas del clan, Bárbara, Laura y Columba, han realizado tanto en aras de apoyar a sus maridos en el terreno electoral, como a la hora de abanderar distintas causas en su rol de esposas. Durante distintos tiempos y coyunturas, el triduo desempeñó con enorme eficacia y dignidad -y también con sus asegunes- , uno de los papeles más difíciles y complicados dentro de la arena pública norteamericana: el de "cónyuge de".

Según cuentan ellos mismos, Jeb y Columba se conocieron en 1971 en el marco de un programa de intercambio donde él fue participante como profesor de inglés en nuestro país, México. "Cuando vi su cara me enamoré. No tengo explicación, pero así es como fue…Cuarenta años de matrimonio es una gran cosa para mí y la amo mucho…Ella no recibe mucha atención del mundo de la política, porque es bastante normal", aseveró el exgobernador de Florida en declaraciones recientes.

Columba Garnica no la ha tenido fácil y según relatan distintos perfiles y comentarios vertidos en la prensa, tampoco está realmente integrada ni se siente del todo cómoda dentro de una familia que para bien o mal, lleva más de cincuenta años bajo los reflectores y el escrutinio público. "Yo no pedí unirme a una familia famosa. Sólo quería casarme con el hombre que amaba", considera.

La más mediática de las tres mujeres, de afilada lengua, sendos dislates e incorrecciones políticas es la matriarca del clan Bárbara Bush. Pese a su pinta de abuelita que no rompe un plato y a los collares de perlas que la hicieran famosa, Bárbara con noventa años y contando, jamás ha callado lo que opina ni siquiera cuando se trata de su propia familia.

En el marco de una entrevista realizada apenas el año pasado, al preguntársele sobre las intenciones de su hijo Jeb de contender por la Casa Blanca, Bush manifestó en cadena nacional su amplio desacuerdo y aversión a siquiera considerar tal escenario. A bocajarro, la abuelita de América espetó que si bien admiraba las cualidades y preparación de su hijo para ser presidente, por otra parte se rehusaba a que Estados Unidos se quedase en manos de los mismos de siempre, y el poder político depositado en tres familias.

"Habiendo tantos hombres y mujeres en extremo calificados para el cargo, me niego a pensar que los Kennedy, los Clinton y nosotros los Bush, seamos las únicas opciones frente a los desafíos del tercer milenio. Existen otros tan o más competentes y se precisa explorar dichas opciones".

Jeb Bush tiene amplias posibilidades de convertirse el ungido y a la poste, Columba Garnica Gallo en la primera mexicana en llegar al centro neurálgico del poder por excelencia, la Casa Blanca. De cara a los siguientes meses y en el marco de una contienda que anticipo sorpresiva, ríspida y plagada de vaivenes, Columba Bush debe distanciarse del perfil de simple acompañante o esposa, y asumir posiciones determinantes sobre un sinfín de temas. A partir de ahora, lo que diga o deje de decir, será revisado con lupa.

En qué rol asuma o cómo se reinvente, de ello dependerá en gran medida si la campaña Bush toma vuelo o las intenciones del clan por llevar al tercero de sus miembros a Washington, puedan hacerse o no realidad.

Ha llegado la hora en que Columba, la única mexicana posibilitada en romper los paradigmas de la historia, deje de ser un apéndice de su marido y nos diga de qué esta hecha y si vale o no la pena, optar por una opción -los Bush- cuyas decisiones, para bien y para mal, definen cinco décadas en la vida norteamericana.

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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