Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Ayer recibí uno de los más bellos regalos que en mi vida he recibido: una batuta. Me la entregó el maestro Natanael Espinoza, joven y talentoso director de la Filarmónica del Desierto del Estado de Coahuila. Sucede que hace un par de semanas dirigí a esa magnífica orquesta en un concierto con música de los Strauss, Bizet y otros. La sala se llenó a su máxima capacidad; había gente de pie, y sentada en el piso de los corredores, y en las escaleras. El espléndido conjunto, formado por músicos de seis o siete países de América y Europa, tocó maravillosamente. El entusiasmado público nos pidió dos encores. Escogí la Marcha Radetzky, siempre tan aplaudida, y como fin de fiesta (sorpresa inesperada) una brillante versión sinfónica del famoso corrido de Rosita Alvirez, el himno saltillense. Al final, con la gente aplaudiendo de pie interminablemente, la licenciada Ana Sofía García Camil, secretaria de Cultura del Estado, y don Blas José Flores Dávila, rector de la Universidad Autónoma de Coahuila, subieron al palco escénico y pusieron en mis manos una bella placa con la firma de todos los músicos, presea que guardaré con orgullo. Alguien se asombrará de que dirija yo orquestas sinfónicas. Sucede que, aprendiz de todo y oficial de nada, cuando estuve en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Indiana, en Bloomington, le pedí al maestro Janos Starker, celebérrimo chelista y director en aquella época de la Facultad de Música de esa universidad, que me permitiera asistir en calidad de oyente a la clase de dirección de orquesta. No sólo me lo permitió: también me dio un pase para asistir a los ensayos de la Sinfónica de la Universidad. Ese informal curso intensivo, con el inmenso amor que siento por la música, es la patente de corso que uso para subir a un pódium y tomar osadamente la batuta, lo cual he hecho en numerosas ocasiones y con varias orquestas, siempre con absoluta impunidad. Ahora recibí como regalo de la Filarmónica del Desierto la batuta que usé en ese concierto del que la gente sigue hablando todavía. Honor y privilegio fue para mí dirigir esa extraordinaria orquesta. En verdad en verdad os digo que de no haber adquirido yo el invencible vicio de escribir me habría gustado dedicar mi vida a la música. Creo que ser músico es la mejor forma de conseguir la felicidad aquí en la tierra y de merecer luego la gloria allá en el Cielo. Don Algón, salaz ejecutivo, tuvo una cita erótica con cierta dama de tacón dorado. Al final de ese encuentro de libídine le preguntó el monto de sus honorarios, tarifa o arancel. Ella le dio la información: 5 mil pesos. "Excesiva me parece la cantidad" -se amoscó don Algón. Replicó la suripanta: "Sucede que cobro por servicio, caballero. Si cobrara por tiempo o por medida usted no habría tenido que pagar casi nada". El ejecutivo hizo caso omiso de esa prosaica cuchufleta, y le dijo a la mujer que luego le haría el pago que considerara justo. Al día siguiente le envió con su secretaria un cheque por 2 mil 500 pesos. A fin de que su empleada no se enterara de la naturaleza de la transacción le escribió a la sexoservidora: "Señora mía: Le envío la mitad de lo que usted me pidió por el alquiler de su departamento. Creo que el pago es justo. En primer lugar el departamento está ya muy usado. En segundo lugar carece de calefacción. Y, finalmente, es demasiado grande para mis necesidades". Con otro recado contestó la fémina: "Estimado señor: En primer lugar es imposible que un departamento tan bueno tenga poco uso. Hay en él calefacción, pero no supo usted encenderla. Y en cuanto al tamaño, no es que el departamento sea grande; lo que pasa es que tiene usted muy poco mobiliario con qué llenarlo". FIN.

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