Despedida. Celebran misa exequial e inhumación de monseñor José Fortunato Álvarez Valdez.
Fieles laguneros abarrotan la Catedral de Guadalupe, para brindar el último adiós a su pastor, monseñor José Fortunato Álvarez Valdez, segundo obispo de la Diócesis de Gómez Palacio, quién desde su llegada logró no solo la aceptación sino el cariño y la fidelidad de su gente.
Luego de toda una noche de velación en el mismo recinto religioso, la feligresía se volvió a reunir para la misa exequial e inhumación a cargo del arzobispo de Durango, José Antonio Fernández Hurtado.
Fue tanta la participación de la feligresía en las exequias e inhumación, que no fue suficiente el espacio de la catedral; a los costados se instalaron sillas y pantallas para que pudieran ver la ceremonia; pero aún así muchos quedaron fuera y presenciaron desde el exterior.
"Esta fue una celebración de esperanza y alegría pero también de mucha tristeza, donde un hermano se adelanta en el camino", según comentó el líder de la Arquidiócesis de Durango.
Destacó que en este caso se lamenta más la partida del obispo, al ser una persona muy joven y que todavía tenía muchas cosas por hacer al servicio de la Iglesia. Recordó que falleció el día 7 de noviembre y que sería al día siguiente cuando cumpliera los 51 años de edad.
Tanto monseñor Fernández Hurtado como la familia de José Fortunato, pudieron evidenciar que la gente de esta región en tan poco tiempo lo quiso mucho, ya que entregó su vida por esta Diócesis y su pueblo, "se lo ganó el a pulso, entregando su vida por los demás", comentó el arzobispo.
Por su parte, uno de los hermanos del señor obispo de Gómez Palacio, dirigió al término de la ceremonia un mensaje, en el cuál, constató que José Fortunato agradecía que fue consagrado y sacado del pueblo para el pueblo; el hecho de haber dejado su diócesis de origen nunca lo lamentó, ya que siempre se sintió agradecido de que el Señor lo eligiera como pastor de ésta, por ello deseaba permanecer con su gente durante su descanso eterno.
La despedida por parte de su feligresía fue emotiva, entre aplausos, lágrimas y porras, con una serie de sentimientos encontrados entre todos los presentes. Los fieles se le entregaron a José Fortunato con amor, admiración, confianza y mucho respeto.
También lo acompañaron sus familiares cercanos y amigos; el padre Julio Carrillo Gaucín, vicario y ahora administrador diocesano, así como un total de 102 sacerdotes de esta diócesis, de la de ciudad de Torreón y de Mexicali.