CAPÍTULO 16
El sol estaba por salir, como capataz de la caravana de 400 carretas ?guayin? de carga y 200 de ?servicio?, tomaba su jarro de café negro después del último almuerzo en casa antes de salir a Puebla; serían nomás dos meses para llegar allá con la carga de algodón. El viaje era más rápido desde que don Evaristo Madero, dueño de casi todo el transporte, había traído esas carretas americanas ?guayin? con dos o tres yuntas de mulas.
Dándole una grande chupada a su cigarro de hoja, dejó volar el pensamiento recordando nueve años atrás cuando tenía 20 y llevaba algodón en fardos y a lomo de burro a Peñón Blanco, a Parras y a los viajes más largos a Saltillo. Pronto esta región de San Pedro y de toda La Laguna empezó a producir más y más algodón, entonces aprovechando los bosques de enormes mezquites, se empezaron a construir cientos de carretas.
De Zacatecas, Saltillo, Monterrey, San Luis Potosí y León, Guanajuato, los señores dueños del negocio del transporte, trajeron una legión de artesanos: cerrajeros, carroceros, carpinteros, trabajadores del ixtle, del cuero y de la fragua. Aquello era una verdadera industria productora de miles de carretas porque después del algodón, su transporte era el mejor negocio; a veces el 40 por ciento de la venta era para el transportador, era por eso que los mezquites verdes se transformaban en miles de pértigas, lanzas, ejes, mazos, rayos, paradores (redilas) y camas para las ruedas.
Para los primeros viajes a Monterrey y Chihuahua y después a Querétaro, México y Puebla las ruedas de madera eran de ?panocha? y de rayos y jalados por una o dos yuntas de bueyes; lento muy lento era su transporte. A Puebla o México se hacían cuatro meses, luego de entregar la carga, había que comprar telas u otras mercancías para regresar cargados y pasar otros cuatro meses en el camino. Los caminos primitivos y sin puentes en los ríos y arroyos y si venían crecidos, era cuestión de esperar. Además de las cargas, habían las carretas de los carpinteros y carroceros porque con frecuencia había carretas averiadas y no era cosa de dejarlas tiradas. Había además carretas con alimentos y cocineros porque había muchas bocas qué alimentar ya que además de carreteros y mozos eran los escolteros armados, porque los caminos estaban plagados de indios y bandoleros de todo tipo; total, un mar de gente.
Había viajeros que aprovechaban la caravana; cuentan que algunos recién casados hacían su viaje de novios y al regreso ya traían al muchacho en brazos. Lento, muy lento... Luego vinieron las llantas de fierro y al final estas ?guayines? americanas, con muelles y jaladas por cuatro o seis mulas y el viaje ya es mucho más rápido, sólo dos meses de ida y sólo dos meses de vuelta, lo demás es igual, pero por ahí anda el run-run de que cerca de aquí va a pasar el tren.
Llegó la aurora y con determinación se encaminó al tren... de carretas.