Decorado, simulacro en pantalla
Antes de Disney, los cuentos de hadas contenían algunos pasajes un poco más rudos para las audiencias infantiles de la época. La Sirenita tenía que soportar terribles dolores en sus piernas, una hermanastra de Cenicienta era condenada a bailar hasta morir o la Bella Durmiente era embarazada mientras dormía.
Disney ha mostrado su cara más familiar posible desde el principio, pero no se ha librado de errores, como es el racismo de la película Canción del Sur, que fue estrenada en 1946, una época de marcada segregación racial. El largometraje, que combina animación y live action, se sitúa en el periodo posterior a la abolición de la esclavitud en Estados Unidos. En él, unos niños blancos se hacen amigos de un extrabajador afroamericano de una plantación, a la cual llama “hogar” aunque seguramente fue un esclavo ahí. Además, se refiere al pasado como “mejor” porque “cada día era muy satisfactorio”.
NARRACIÓN ALTERNATIVA
La fábula es un género literario que se sirve de animales con características humanas, incluyendo sus valores y sus vicios, para ofrecer un mensaje moralizante. Muchas de las historias de Disney se basan en este formato, siempre de forma particularmente positiva y amable, pero hay un cortometraje animado que critica esa tendencia de “maquillar” la realidad: Decorado, de Alberto Vázquez, donde muestra a personajes con apariencia de programa infantil, pero desde una perspectiva oscura y adulta.
Estos personajes se sitúan en situaciones cotidianas, pero siniestramente acartonadas, señalando que el mundo en el que habitamos podría no ser más que un escenario planteado para que actuemos en él un papel determinado. Todos ellos, incluyendo al Pato Ronald (parodia del Pato Donald), muestran una constante hipervigilancia y tratan de ignorar señales visibles de que el mundo que habitan es una puesta en escena. Así, la sensación de irrealidad pesa en ellos y se convierte en problemas de adicciones o depresión.
La marca Acme surge una y otra vez mientras el protagonista y su esposa comen juntos, un fantasma lo invita a masturbarse frente a las sirenas para evadirse, el alcohólico pato Ronald agradece la oportunidad de aparecer en pantalla; todos hablan con expresiones cliché. Estas situaciones hacen que el protagonista dude de qué es real y que no.
Este corto, a la manera de El show de Truman, advierte cómo es que a nuestro alrededor existen un sinfín de ideales y construcciones sociales que forman el mundo que habitamos y que, en la mayoría de las ocasiones, no son cuestionadas. Todas ellas se reproducen en los medios de entretenimiento.
LO CUQUI
Simular, es decir, hacer una representación, es una característica de la posmodernidad, donde pueden confluir todo tipo de visiones contrapuestas acerca de la realidad. Simular implica fingir lo que no se tiene, mientras que disimular es lo contrario, ocultar.
En Cultura y Simulacro (1977), el conocido filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard, señala la existencia de un simulacro, de una tendencia a experimentar el mundo bajo términos que se alejan de “lo real”. Y es que lo real genera emociones adversas, por lo que el ser humano trata de simular situaciones en que se sustituyan por otras más neutras o positivas. Las sociedades “higienizan”, por ejemplo, procesos naturales como la muerte.
Los lugares naturales forman parte de este fenómeno. Los animales salvajes son vistos como lindos e interesantes, pero quizá solo sea así desde una distancia segura, desde el video, la fotografía o las ilustraciones, porque la realidad es caótica y sucia. El animal que huele a tierra y heces es sustituido entonces por la percepción de ternura o admiración que tenemos respecto a él, es decir, únicamente por las sensaciones placenteras que obtenemos de su imagen.
No conformes con lo anterior, porque la humanidad parece que nunca se conforma, las cualidades de los animales se abordan de la forma más condescendiente. En vez de exaltar algo libre e incontrolable, es decir, algo sublime, preferimos la domesticación más burda: caricaturas con cabezas y ojos grandes, y cuerpos pequeños. La conquista de una naturaleza brutal consiste, al menos en el simulacro, en reducir al oso feroz a un peluche que se puede abrazar y cuyo valor se reduce a eso, a provocar algo placentero y doméstico, mercantilizable. El protagonista de Decorado encarna estas características, pero detrás de ese aspecto tierno se dejan ver el miedo y la desesperación ante la irrealidad que lo rodea. Alberto Vázquez utiliza lo tierno para que, por contraste, la ansiedad del personaje resulte más inquietante, porque los espectadores no están acostumbrados a encontrar emociones perturbadoras en imágenes de este tipo.
Lo “cuqui”, es decir, lo que es agradable a la vista y de aspecto infantil, denominado también como kawaii, adjetivo japonés que se traduce como “tierno”, es la base del consumo de un sinfín de mercancía.
Entonces, si el simulacro es un maquillaje completo de lo natural para convertirlo en mercancía y en emociones placenteras, un lugar “cuqui”, ¿cuál podría ser un simulacro por excelencia? Según Baudrillard: Disneylandia.
DISNEYLANDIA, EL SIMULACRO POR EXCELENCIA
“Disneylandia es un modelo perfecto de todos los órdenes de simulacros entremezclados”, señala el filósofo. Para él, el parque de diversiones es un microcosmos en miniatura de Estados Unidos. Los valores del imperio norteamericano son exaltados en ese mundo de caricaturas, donde los productos culturales están caracterizados por la felicidad y la amabilidad.
En Disneylandia las aventuras son aptas para toda la familia: son domesticadas. De esta manera se encapsula ahí todo lo que es más agradable de la cultura norteamericana, ocultando las demás características de la nación. Magic Mountain, Marine World, Enchanted Village son lugares que divierten a todos los que puedan pagar y consumir. Pero el país real no solo encarna el “sueño americano”, sino que también se caracteriza por las brechas sociales. Su libertad y beneficios solo están destinados a cierta parte de la población.
Disney nació de un arte que simula de forma creíble la realidad: el cine. Sus primeros productos fueron animaciones, pero con el pasar del tiempo se inclinó más hacia el realismo y el despliegue visual y técnico para continuar atrayendo audiencias, en una búsqueda exhaustiva por mantenerse vigente. Busca ocultar lo real y agradar, incluso desde la corrección política y la inclusión. Busca alimentarse de las reivindicaciones sociales de moda y convertirlas en mercancía. Despliega todos sus recursos para alimentar el simulacro. Los intentos no han tenido siempre el resultado esperado, aunque una empresa del tamaño de Disney no colapsará si falla una, dos o una docena de veces.
Pero no se trata de la única culpable: Decorado deja claro que todo nuestro entretenimiento masivo, por aparentemente contestatario que sea, es parte del simulacro. Si alguien quiere cambiar algo en la realidad, no será por medio de la cultura de masas ni del entretenimiento.