Hace años visité las Cataratas del Niágara, esas famosas cascadas que están, por una parte, en Canadá, y por la otra, en Estados Unidos. Me encontré algunas fotos y vinieron a mi mente gratos recuerdos de ese viaje., pero también me acordé de aquel chiste viejo y sangrón que dice: "Fíjate que mi suegra falleció de cataratas…" "¡Qué pena! ¿la operaron?" "¡No! La empujaron…"
Este mal chiste de perdido me sirve para comentarle a usted sobre la raíz de la palabra catarata. La raíz latina cata quiere decir "hacia abajo", así que la catarata es una gran cantidad de agua que va hacia abajo, obviamente. ¿Y los ojos? Bien gracias. Ah, la enfermedad de los ojos, dice usted. La catarata es un área que se opaca del cristalino -así se llama-; es como una pequeña telita que "cae" sobre el ojo e impide que se tenga una buena visión.
Dios no lo quiera que suframos una catástrofe, porque éste es un desastre. En las catástrofes sentimos que se nos viene el mundo abajo y en su origen esta palabra tiene ese sentido: dar la vuelta hacia abajo.
Cuando decimos que alguien desconocido se "catapulta" hacia la fama nos da la idea de que rápidamente sube su popularidad. El detalle es que, si lo pensamos bien, una catapulta lanza algo hacia arriba pero que inevitablemente va a caer justo después de que alcanza su máxima altura. Precisamente de ahí salen los componentes de la palabra: cata -que ya vimos que es "hacia abajo"- y paltés que es lanzar. O sea que la catapulta lanza algo para arriba, pero para que caiga hacia abajo y destruya al enemigo… algo lógico, ¿no?
Esto me recuerda a una palabra, que me rechinan los dientes cada vez que alguien la dice así: catálago. ¡No! Por favor, no lo diga usted, porque lo correcto es catálogo, que es una lista descriptiva y ordenada de objetos relacionados entre sí, generalmente para mostrarlos o venderlos.
Tengo un tío que es catador profesional de cerveza. No, en serio; trabajó en una fábrica muy grande de cerveza y su "chamba" era probar una muestra de cada lote de tal bebida. Así que cuando llegaba a su casa sin aliento alcohólico, mi tía se enojaba y le decía: ¿pues dónde andabas? Los catadores, como mi tío, de dedican a catar, es decir, probar algo para examinar su sabor.
Y yo, antes de que ocurra un cataclismo -un diluvio, por el agua que cae-, me despido por el momento.
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ME PREGUNTA Roberto Villarreal: Si una mujer es ingeniero, ¿se le debe decir ingeniera?
LE RESPONDO: Claro, ¿por qué no? Ingeniera, licenciada, arquitecta, etcétera.
LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: A veces, cuando alguien se casa, le va tan mal que en lugar de dote, debería de recibir indemnización.