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Mariana Chabukiani, maestra del piano adoptada por La Laguna

Mariana Chabukiani se prepara para interpretar a Rachmaninoff con la Camerata de Coahuila

Historia. La maestra Mariana Chabukiani creció en Tbilisi, la capital de Georgia, en un bloque de pequeños departamentos y en medio de una antigua tradición musical de folclor polifónico. (RAMÓN SOTOMAYOR)

Historia. La maestra Mariana Chabukiani creció en Tbilisi, la capital de Georgia, en un bloque de pequeños departamentos y en medio de una antigua tradición musical de folclor polifónico. (RAMÓN SOTOMAYOR)

SAÚL RODRÍGUEZ

En un domicilio de la colonia Torreón Jardín, hay un piano de cola August Förster habitando la sala. Encima del teclado, un cuaderno abierto con las partituras del Concierto No. 2 del compositor ruso Sergei Rachmaninoff, la pieza que Mariana Chabukiani interpretará junto a la Camerata de Coahuila los próximos 16 y 17 de mayo, a las 20:30 horas, en el Teatro Isauro Martínez (TIM). Para la pianista, esta obra conforma un oleaje donde logra sumergirse a través de las emociones.

Para la pianista, esta obra conforma un oleaje donde logra sumergirse a través de las emociones. La maestra Chabukiani es originaria de Georgia, un país ubicado en la intersección entre Europa y Asia, el cual hasta 1991 perteneció a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Creció en Tbilisi, la capital, en un bloque de pequeños departamentos y en medio de una antigua tradición musical de folclor polifónico.

“Hay una tradición, cuando la gente se junta en casas siempre hay canciones, siempre acompaña la música, siempre. No necesariamente tienes que tener una formación profesional para eso. La gente canta mucho. Incluso mi papá, que era ingeniero, siempre cantaba con la guitarra. Entonces, yo nací en un entorno musical muy rico”.

La pianista titular de la Camerata compone el paisaje de su infancia a través de su voz. Fue su madre quien le dio la primera instrucción musical a través de melodías sencillas. Dice que hay fotografías que la muestran de pequeña alrededor del piano vertical Petrof que había en su casa, incluso aparece encima de él como si fuese su compañero de juegos.

“Yo creo que la mayoría de las familias georgianas tenían un piano en su casa y por eso era muy popular tomar clases de piano. Claro que no todos se formaban como pianistas profesionales, pero era parte de la educación”.

Debido a su interés por el piano, sus padres la llevaron con la maestra Galina Vladimirovna Matiuchova. En su primer encuentro, Mariana tocó escalas, incluso cantó y bailó. Fue Galina quien le dio disciplina y le enseñó las bases musicales. Para cualquier músico profesional, el primer maestro es fundamental, pues es quien comienza a trazar su camino. Cualquier conocimiento erróneo puede acarrear problemas más tarde.

“Gracias a ella tuve ciertos éxitos y pude hacer mi carrera. Hasta recuerdo que un profesor que ya tenía en el conservatorio me dijo: ‘Tuviste mucha suerte de estar con ella’. Era una maestra muy famosa […] Recuerdo ella no tenía tiempo y me daba clases muy tarde, como a las ocho o nueve de la noche”.

Su talento le permitió estudiar en el Conservatorio Nacional de Georgia, donde tomó instrucción musical con los maestros Vanda Shiukashvili y Tengiz Amiredjibi.

Pero durante los años noventa, Georgia se encontraba en una situación política y económica complicada. Tras la caída de la URSS, el país se vio envuelto en una guerra civil entre 1991 y 1993. Eso propició que muchos georgianos buscaran oportunidades fuera de sus fronteras.

“En esos tiempos era un país en ruinas económica y políticamente, porque se cayó la Unión Soviética y todas esas repúblicas tenían en común la economía y todo. Era un tiempo muy difícil. Entonces, muchas personas buscaban salir del país. Yo vine a México”.

Mariana Chabukiani llegó a Aguascalientes en 1998. Un año después fue invitada por Ramón Shade para venir a Torreón e integrarse a la Camerata de Coahuila. Después se convirtió en la pianista titular de la orquesta, siendo adoptada por La Laguna. En su papel como maestra, ha impulsado el talento de jóvenes pianistas como Ricardo Acosta, Sergio Vargas Escoruela o Raúl Salazar.

TRAS RACHMANINOFF

Para la maestra georgiana, un pianista es ante todo un músico y un músico es una persona sumamente culta. El ejemplo lo tomó de sus maestros. Un instrumentista de concierto suele ejecutar música de siglos pasados, de compositores fallecidos. No basta con leer la partitura, hay que estudiar el contexto político y social donde la obra fue escrita.

“Tienes que conocer la historia, hasta la política, hasta las guerras, hasta las modas que existían”.

El Concierto para piano No. 2 de Rachmaninoff que interpretará la próxima semana con Camerata de Coahuila, fue terminado en 1901 luego de que el compositor ruso lograra salir de una profunda depresión clínica. Incluso, dedicó la pieza a Nikolái Dahl, su médico.

“En general, la música de Rachmaninoff es muy emocional; muy, muy emocional. El póster que hicieron de este concierto me gustó mucho, porque dentro del piano viene como un océano; exactamente es lo que siento cuando toco este concierto.

Es como un océano emocional que está dentro, estas olas emocionales que tienes, que llevan arriba y luego te caes. Es un mundo emocional muy profundo, muy fuerte, muy dramático”.

Chabukiani advierte que la música de Rachmaninoff también es muy física, agota al intérprete. Recuerda la primera vez que interpreto el Concierto No. 2. Tenía 16 años de edad y se desgastó tanto emocionalmente que no pudo dormir después de la presentación. Esa propiedad también es la causante de que las obras del compositor ruso conmuevan tanto.

A pesar de que se ha enfrentado en varias ocasiones a la pieza, Mariana Chabukiani afirma que esta partitura continúa siendo un reto. Esa es la razón de los ensayos. Cada que interpreta el Concierto No. 2, para ella es como reiniciar la lectura de un viejo libro. La pianista conoce el camino trazado por Rachmaninoff, pero cada ejecución le permite percatarse de rasgos nuevos, comprender pasajes a mayor profundidad.

“Es como un libro: lo lees una vez, pero a la segunda vez entiendes más, a la tercera vez más y más, y abres unos nuevos capítulos, nuevos contextos que hay adentro”.

El Concierto No. 2 comienza con acordes que asemejan la sonoridad de unas campanas. Chabukiani explica que las campanas eran de suma importancia para la cultura rusa, pues las iglesias ortodoxas las hacían sonar para anunciar algún acontecimiento relevante de la vida política o social.

“Empezaba la guerra, sonaban las campanas. Había una fiesta importante, sonaban las campanas. Son muchos sentimientos los que Rachmaninoff pone en este concierto. Cuando lo escuchas, claramente se oye música rusa”.

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