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Una hecatombe

Gilberto Serna

Se escuchó un pavoroso estruendo que cada familia, de las tres ciudades laguneras, oyó como si se hubiera producido en la esquina siguiente, por lo que tratando de indagar quÉ había sido salieron de sus casas sin rumbo fijo interrogándose los unos a los otros sin encontrar respuesta cierta, mientras el cielo se había teñido en toda la inmensidad de la bóveda celeste de un color rojizo que puso en las almas provincianas de ese entonces un sentimiento de angustia, pues era un acontecimiento en verdad inusitado. Las malas noticias corren más rápido que un gamo por lo que en el constante ulular de las ambulancias de socorro y sirenas de carros de bomberos, de boca en boca, se difundió la noticia de que habían estallado dos camiones que cargados con más de 15 toneladas de dinamita, uno de los cuales se atravesó al paso del tren pollero que venía de Chihuahua, moviéndose a base de carbón, abriéndose un cráter donde se encontraba el segundo vehículo que al estallido se desintegró, dejando terror y muerte a su alrededor en un pequeño caserío ubicado en la pequeña propiedad agrícola de Guayuleras en Gómez Palacio, Durango. Eran las 20 horas con 25 minutos del sábado 23 de septiembre del año del Señor de 1955. En Gómez Palacio, Torreón y la apacible población de Lerdo, la onda expansiva del fenómeno destruyó cristales de conocidos comercios. Vi, con mis propios ojos, los aparadores del antiguo local de Cimaco, hechos añicos, a cinco cuadras de donde vivía con mis padres.

Los que vieron la película el Salario del Miedo con el actor francés Ives Montand vivieron el espanto de ver desaparecer un camión que transportaba nitroglicerina, sumamente explosiva, en accidentado camino de tierra, volatizándose en el aire junto a su tripulante.

Esta semana, un tráiler con 25 toneladas de explosivos, dejando un hoyanco de tres metros de profundidad y 30 de diámetro, en la carretera de Monclova a Cuatro Ciénegas, tramo entre Sacramento y Nadadores, causó 28 decesos, 250 lesionados y cuantiosos daños. El lamentable hecho ocurrió a las 20:00 horas de la noche del domingo pasado. En esta vez el tráiler no traía extintores, ni vehículos insignia. En una actitud que rebela el coraje y la furia que produjo el accidente en el joven gobernador de Coahuila, expresó lo que sentimos todos los laguneros, diciendo a las autoridades federales “no queremos que manden botellas de agua, cobijas o láminas, exigimos que investigue y nos informe quiénes son los responsables”. Se permitió adelantar como tal a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y de la Defensa Nacional por no supervisar el traslado y manejo del explosivo.

Tiene razón el mandatario. Es increíble que no se dé aviso ala autoridades locales por dónde se va a desplazar el tráiler cargado de explosivos. Es sumamente criminal que no se les haya proporcionado escolta, un vehículo en la vanguardia y otro en la retaguardia y los tripulantes no pudieran disponer de aparatos apagafuego. Que también careciera de vigilancia militar, un piquete hubiera bastado, para evitar su latrocinio, tomando en cuenta que al día siguiente en ductos de Pemex, hubo cuatro estallidos y miles de desalojados.

Es claro y no estamos diciendo que se usaron los explosivos que se consumieron en la detonación de la noche del domingo, sería una perogrullada, pero sí que se trata de que no se deje al azar su traslado por transitadas carreteras, sin que se garantice que llegue a su destino sanos y salvos. Este evento tuvo lugar entre las 24 horas del lunes y las dos de la madrugada del mismo día. Las Fuerzas Armadas entraron en alerta roja a raíz de este suceso. Es una irresponsabilidad que quede a disposición de los maleantes el material explosivo, dado que no se toman las precauciones del caso o que produzcan conflagraciones de las proporciones anotadas.

La empresa encargada de elaborar ese producto y la de transportarlo deben ser fuertemente sancionadas. No es posible que se deje al ‘ay se va el desplazamiento de lo que fue identificado como nitrato de amonio. Además debe indemnizar a las víctimas o sus parientes en lo que en derecho civil se llama responsabilidad objetiva, a pesar de que Orica Mining Services no reconozca compromiso en el resultado del accidente. Lo mismo procede contra la compañía contratada para transportar la peligrosa mercancía identificada como Fletes y Traspaleos S.A. de C.V. Deben responder por las indemnizaciones a los familiares de las víctimas fallecidas a consecuencia de la explosión, de los heridos, de los daños a viviendas, de la destrucción total de vehículos, en fin, de todo aquello que haya ocasionado la deflagración.

La fotografía aérea del lugar, que aparece el martes en la primera plana de El Siglo de Torreón, es más que elocuente. Cabe reconocer que las empresas no se propusieron causar el incidente letal, pero su falta de cuidado, de prevención y ausencia de celo, tienen como consecuencia la condena popular a su conducta desenfada en el manejo de tan peligroso material.

Nos recordaron, a antiguos moradores de esta Comarca, visiones alucinantes, escenas dantescas, de infernal pesadilla que suelen ocurrir en una guerra. Aquí la hecatombe se debió a una catástrofe, en que descolló una estúpida negligencia.

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