No soy rebelde sin causa: Stephanie Salas
Stephanie Salas aún tiene anhelos por realizar para su felicidad.
Esta entrevista empieza por el principio: una infancia que se relacionó muy pronto con la fama. A los siete años, Stephanie Salas cantó junto a su madre en un programa del Canal de las Estrellas. “Ese día hubo una reafirmación de lo que yo ya pensaba”.
Lo que “ya pensaba” era dedicarse a la actuación y al canto, oficios en los que ha trabajado a costa de una fama que le ha provocado el grave problema de ser continuamente perseguida por los amarillistas profesionales empeñados en meterse en su vida privada.
-Si pudieras viajar en el tiempo hasta encontrarte con la Stephanie de siete años que debutó en televisión, ¿qué le dirías?
No sé, no sé... muchas ideas me vienen a la mente cuando me remonto a ese pasado tan lejano. Hubo tantas cosas que dejé de hacer y que quizá debería darle seguimiento, sobre todo en ciertos gustos escolares. Si viera a aquella Stephanie niña, quizá le diría: “Piensa dos veces si de verdad quieres seguir esta carrera; piensa si no sería mejor seguir otros anhelos”. Le diría eso y nada más. La verdad es que disfruté mucho ese momento.
—¿La fama es un pecado mortal?
Pongámosle que es peligrosa, si no la sabes manejar, es peligrosa.
—¿Todavía crees en los milagros?
De alguna manera creo que sí existe la magia de ver realizados tus sueños, pero no de una manera mágica sino en base a que uno los procure. Nada te va a caer del cielo; más bien pienso que el milagro va de la mano de la suerte.
—¿Cuándo fue la última vez que te ocurrió un milagro ligado con suerte?
La vida me ha dado y me ha quitado como a todos. En este momento mi mayor milagro es trabajar en teatro con la obra Chicas católicas.
—¿Eres una rebelde sin causa?
Ya en este momento de mi vida no estoy en la parte de la rebeldía, creo que la rebeldía sucede cuando uno está adolescente. En esa época te rebelas en tu casa, tu escuela, tus limitantes; pero cuando llegas en una edad más adulta ya no tienes que estarte rebelando. Lo que me queda ahora es la voluntad de imponer mis objetivos, ser clara en lo que creo y llevarlo a cabo.
Stephanie Salas ha puesto su voluntad en dos objetivos: el teatro y su proyecto musical independiente llamado Tuna. De este último ya surgió un primer disco presentado el año pasado y que musicalmente se ubicaba muy lejos de aquella Stephanie Salas joven que triunfó en el mundo popero con “Ave María”.
—¿Todavía guardas el Disco de Oro que ganaste con “Ave María”?
Lo conservo con cariño en mi egoteca, que es un cuarto pequeño.
—¿Cuándo fue la última vez que escuchaste esa canción?
La escucho frecuentemente. Me ha tocado estar en varias fiestas y tiendas de discos donde ponen “Oldies but goodies”
—¿Qué piensas cuando llegas a escucharla?
Me gusta, creo que es una buena canción. Pero por supuesto es algo que está en el pasado y ahí lo dejo. Ahora me preocupo por presentar algo innovado con Tuna y estar siempre mirando hacia la vanguardia. Entiendo que todos estos reencuentros de los 80 y 90 representan una crisis de creatividad en el principio de siglo, pero ya vendrán nuevas propuestas.
—¿Tuna es una forma de ejercer tu rebeldía?
Yo puedo hacer y deshacer lo que quiera en la música. No acepto el prejuicio de que “Stephanie es pop y no puede hacer nada que se salga de esa casilla porque entonces ya no es válido”. Por el contrario, creo que siempre tenemos que buscar innovaciones en la música. Tuna no soy yo en el papel de cantante solista, sino como parte de un proyecto musical con Pablo Valero. Ya llegó el momento de aventurarse.
—¿Existe el paraíso en la Tierra?
Hay momentos en que nos sentimos en el paraíso y otros no, ojalá que logremos hacer conciencia de lo que está pasando con la Tierra y el problema del maíz; creo que un mundo de igualdad y equidad sería un paraíso, un lugar donde haya hermandad y felicidad.