El día 8 de marzo próximo pasado se celebró en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer y con tan importante motivo, no podía dejar pasar la oportunidad de reflexionar acerca de tan extraordinarios seres humanos, las mujeres, lo mejor que le ha pasado al universo.
En el ámbito educativo la presencia de las mujeres ha marcado un parteaguas en el trabajo docente, un antes y después que no puede reflexionarse ni entenderse sin la decidida, entusiasta y comprometida labor de las profesoras; además, ¿quién no guarda al menos un recuerdo de sus maestras?
En México la labor de las profesoras se remonta a la escuela rural de finales del siglo XIX, e inicia según nuestros historiadores, más con una función de cuidados de índole materno que de educadoras que enseñaran arte, ciencias y oficios.
Es hasta la mitad del siglo XX cuando se consolida la presencia del sexo femenino en las aulas y se materializa al masificarse la educación normal, en donde las estudiantes normalistas empiezan a llenar dichos espacios formativos incluso superando la matrícula de los jóvenes estudiantes de las escuelas normales del país.
Sin embargo, su trabajo comienza a dar frutos desde sus inicios y las maestras empiezan a ganarse sus propios espacios laborales, como excelentes “enseñantes”; lugar que jamás dejarían, para beneficio y beneplácito de nuestros estudiantes en todo el país.
Me atrevo a asegurar que la mayoría de los que ahora desempeñamos los más diversos oficios; desde las propias amas de casa hasta el más destacado profesionista, hemos pasado por las gentiles manos conductoras de alguna maestra. ¿Quién no recuerda a sus profesoras?
Desde el “kinder” hasta el posgrado, todos tenemos en la memoria alguna enseñanza significativa proveniente de una profesora. En lo particular, tengo recuerdos que me han acompañado desde niño: mi maestra Mariquita de primer grado, quien con más de un “reglazo” no sólo enderezó mi disciplina, sino también mi personalidad; mi maestra Beatriz de 6° con su afable trato que moldeó en mucho mi carácter o ¿quién no se enamoró alguna vez de su profesora como yo de mi maestra Socorrito del 5° grado de primaria?
Sin duda los aprendizajes con mayor significancia provienen de alguna de nuestras maestras, habrá que recordar que el aprendizaje significativo es aquel que queda grabado para siempre, no se olvida y puede aplicarse en cualquier momento de nuestra vida, porque este tipo de saberes tiene un alto contenido afectivo, es decir, que involucran e incorporan S.S.E. (Sensaciones, Sentimientos y Emociones).
Además, los aprendizajes que nos acompañan de por vida incluyen la motivación intrínseca (la más interior) propia de dichos saberes; estoy casi seguro que todos alguna vez nos emocionamos y motivamos con alguna historia contada por nuestras maestras, historias que nunca olvidaremos.
En el plano estrictamente laboral, las profesoras tienen una ventaja importante respecto a los maestros: se comprometen más, faltan menos, no le dan tanta importancia a la “grilla”, hacen menos “san lunes”, son más comprensivas, se involucran más con los padres de familia, se implican profundamente con sus alumnos, sobre todo si les ven desvalidos o con alguna discapacidad, en fin, son extraordinarias trabajadoras de la educación, las felicito ampliamente por ello.
En el sistema educativo nacional, la presencia de las maestras es, además de enorme, muy importante en la conformación de la planta magisterial, al grado de rebasar a los profesores en número (y en calidad).
Según datos de la SEP, del total de la planta magisterial en educación básica (preescolar, primaria y secundaria), 1.7 millones de maestros iniciaron sus labores docentes en 2007; más de 890,000 son profesoras y atienden ellas solas a cerca de 17.8 millones de niños y jóvenes (de los cerca de 32.3 millones de alumnos atendidos), nos damos cuenta entonces del enorme peso específico que tienen en la conformación del sistema.
La inmensa labor que realizan nuestras maestras en favor de las nuevas generaciones de mexicanos, tiene otra arista no menos importante; son además madres, esposas, hermanas, hijas, tías, abuelas, confidentes, acompañantes especiales, contenedoras de desesperanzas, en fin base y pilar de la familia mexicana del siglo XXI.
Actualmente el SEN (Sistema Educativo Nacional), vive uno de sus mejores momentos en lo que a equidad de género se refiere, ya que el sector oficial y el sindical están en manos de mujeres, por un lado la Secretaría de Educación Pública bajo la dirección de la licenciada Josefina Vázquez Mota y el CEN del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación bajo el liderazgo de la profesora Elba Esther Gordillo; desgraciadamente, ambas personalidades no logran ponerse de acuerdo con respecto al rumbo que debe seguir la educación en México y se han enfrascado en una rivalidad por demás inútil y costosa para el país.
Sin embargo, la escuela en México tiene muchas fortalezas y más áreas de oportunidad que de fracaso, una de ellas es sin duda la capacidad, la entereza, la entrega y el compromiso de las maestras del país, que son quienes dan la cara diariamente por sus alumnos.
Aprovecho entonces para hacer un respetuoso llamado a todas aquellas profesoras que por alguna u otra razón han perdido la confianza en el sistema, se han desanimado por los innumerables problemas cotidianos, han pensado en rendirse y buscar su jubilación anticipada o su incapacidad total y permanente; a no claudicar, a no dejarse vencer por la adversidad, a no rendirse jamás ante la desesperanza de que las cosas no cambian y no mejoran; ustedes son más grandes que todos los problema juntos.
Invito, asimismo a todos: autoridades educativas, sociedad, gobierno, padres de familia, compañeros profesores, a reconocer en nuestras maestras uno de los pilares más importantes que sostienen nuestras escuelas; nada más valioso que reconocerlas hoy y todos los 200 días de clases que tiene el ciclo escolar. Yo en lo particular se lo reconozco todos los días a mi compañera, con la que tengo 26 años de matrimonio, la Maestra Mayela.
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