“La mejor solución de los precios altos son los precios altos”.
José Ángel Gurría
Los precios son las válvulas reguladoras de la economía. Cuando suben demasiado, generan incentivos para aumentar la producción, lo cual hace que después bajen nuevamente. Si bajan mucho, los productores no recuperan sus costos, por lo que reducen su producción y la reducida oferta hace que los precios vuelvan a subir.
México tiene una larga tradición de manipulación de precios. Durante décadas los burócratas pensaron que podían regular la economía mejor que el mercado. El instrumento que utilizaron fue, precisamente, la manipulación de precios. Muchos de los males de nuestra economía se derivan de ello.
Durante décadas los beneficiarios elegidos de esta manipulación fueron los habitantes de las ciudades. Los políticos controlaban los precios de algunos productos que consideraban esenciales para la creciente población urbana, cuyo voto no estaba garantizado para el PRI como el de los campesinos. Entre los productos sometidos a control se encontraban las tortillas, otros alimentos, el transporte público e incluso los cines.
La manipulación de precios de los alimentos fue uno de los factores que empobrecieron al campo y fomentaron la migración a las ciudades durante buena parte del siglo XX a pesar de que, como siempre, se nos decía que su propósito era ayudar a los más pobres.
Los burócratas y los políticos trataban de componer con una mano lo que descomponían con la otra. Así, ante el empobrecimiento generado en el campo por la manipulación de los precios agropecuarios, aplicaban programas de apoyo a los campesinos. Estas limosnas, sin embargo, no eran nunca suficientes para resolver el problema. Su único resultado era un uso ineficiente de recursos y, en todo caso, un enriquecimiento muy explicable de los caciques políticos que tenían el encargo de repartir los apoyos.
La manipulación de precios del transporte público se tradujo en un deterioro constante de la calidad. Los usuarios gozaban de tarifas muy bajas, que facilitaban el que sus patrones les pagaran salarios reducidos, pero sólo para ser humillados en sus trayectos cotidianos en transportes viejos, sucios y abarrotados con conductores déspotas e impreparados.
Una situación similar ocurrió en los cines. El prolongado control de precios que comenzó en los años setenta llevó a un deterioro de la calidad de la exhibición y alejó al público de las salas cinematográficas. Este proceso fue uno de los factores que levaron a la declinación de la industria mexicana del cine.
Durante un tiempo pareció que los políticos mexicanos habían entendido los males generados por la manipulación de los precios. En la parte final de la era priista, de hecho, los controles generalizados de precios fueron levantados de manera gradual, lo cual permitió contar con dinero para financiar programas focalizados de apoyo a los más pobres, como Solidaridad y Progresa.
En las industrias que han podido beneficiarse de una política más liberal de precios, como la cinematográfica, los resultados han sido evidentes. La inversión en nuevas y mejores salas de exhibición ha sido muy importante. El público ha regresado a los cines. Una consecuencia secundaria, pero no menospreciable, ha sido un fortalecimiento de la desfallecida producción cinematográfica mexicana. El retorno del público ha sido un incentivo mucho más poderoso a la producción, y ha permitido un renacimiento del cine mexicano, que todos los subsidios que se otorgaban y se conceden todavía a la producción.
En los alimentos, la gradual eliminación de la manipulación de precios coincidió con una baja internacional del mercado. Desde mediados de la década de 1970 hasta hace apenas unos dos años, el mundo registró un proceso gradual,pero consistente de disminución de los precios reales de los productos del campo. Ha sido sólo en estos últimos años —cuando se han combinado factores como el alza en los precios del petróleo, el aumento del consumo en China y la India, y el enorme subsidio que el principal productor de alimentos en el mundo, Estados Unidos, ha dado para desviar el maíz a la producción de etanol— lo que ha provocado la primera gran escalada de precios del campo desde los años setenta.
Si bien durante décadas los panistas cuestionaron la manipulación de precios de los gobiernos priistas, en el poder han regresado a esa trampa que parecía ya superada. En lugar de considerar las recientes alzas como una oportunidad para las industrias del petróleo y los alimentos, han reaccionado manipulando precios y haciendo todo lo posible por impedir que el mercado aplique su magia.
“La mejor solución de los precios altos son los precios altos”, me dijo hace unos días el secretario general de la OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, el mexicano José Ángel Gurría. Pero esto es algo que nuestros funcionarios públicos panistas de hoy entienden tan poco como los priistas de los tiempos del populismo.
MÁS DE LO BUENO
Si el subsidio al consumo de la gasolina es tan bueno para el país y para los que menos tienen, tanto así que el presidente Calderón lo anunció dentro de su paquete de apoyo a los más pobres, ¿por qué no entonces lo ampliamos? Bajemos el precio de la gasolina a la mitad o más. Incluso podemos regalarla. Con eso extenderemos los beneficios de este programa, que nos dicen es un respaldo a los pobres.