Elisa Nájera, representante de México, es considerada una candidata fuerte para llevarse la corona. (AP)
Si de belleza se trata, las razas y los convencionalismos son lo de menos, y prueba de ello es Miss Universo, donde muchas de las delegadas tienen una apariencia que no corresponden con los rasgos físicos asociados tradicionalmente con los habitantes de sus respectivos países de origen.
Así, en la edición de este año del certamen resulta evidente que la hermosura no conoce fronteras, por lo que cualquier chica puede representar a su nación, sin importar que por su sangre corran genes multirraciales.
Por ejemplo, Canadá y Alemania, que normalmente solían enviar representantes rubias y muy blancas, en esta ocasión tienen delegadas de cabello oscuro y piel apiñonada; la explicación es que la canadiense Samantha Tajik nació en Irán, mientras que la alemana Madina Taher es de origen afgano.
En el caso de Miss Dinamarca, Marie Sten-Knudsen, tiene ascendencia congolesa, mientras que Miss Ghana, Yvette Nsiah, nació y se crió en los Estados Unidos, y la australiana Laura Dundovic es de origen eslavo.
La razón de que Anya Ayoung-Chee, de Trinidad y Tobago, y Jennifer Chiong, de Guatemala, tengan rasgos asiáticos es debido a su ascendencia china; y la finura del rostro de la panameña Carolina Dementiev se debe a que nació en Rusia.
Aunque otras participantes aseguraron en sus entrevistas que no tienen raíces en un país distinto al que representan, sus nombres y rasgos físicos llaman la atención.
Tal es el caso de Domenica Saporitti, de Ecuador, o de Sacha Scott de Bahamas, cuya piel es blanca; mientras que la noruega Mariann Birkeda es morena y de cabellera azabache (y no es tinte).
Las pieles de las concursantes del continente asiático también parecen haberse despedido de su habitual tono cetrino, y en esta ocasión lucen doradas.
La china Wei Ziya, la japonesa Hiroko Mima y la coreana Sun Lee han mostrado un bronceado perfecto, lo cual da mucho más luz a su cuerpo, pero deja sin representación a la raza amarilla.