Japón ordenó hoy el fin de la misión naval que durante ocho años ha respaldado la campaña militar de Estados Unidos en Afganistán pese a la oposición de Washington, su principal aliado.
Pocas horas después de que expirase la ley que autorizaba esa misión, el ministro japonés de Defensa, Toshimi Kitazawa, emitió oficialmente la orden de detener las operaciones logísticas que desde 2001 daban apoyo a EU y sus aliados en el Océano Índico.
El fin de esa misión era una de las promesas electorales con las que el primer ministro, Yukio Hatoyama, llegó al poder en septiembre, cuando acabó con más de cinco décadas de poder casi ininterrumpido del Partido Liberal Demócrata (PLD).
Hatoyama, del Partido Democrático (PD), defendió desde el principio una política exterior "más independiente" de EU, lo que incluyó el anuncio del fin del apoyo logístico a la guerra en Afganistán.
Las peticiones de Washington y Kabul para que mantuviera su misión en el Índico fueron desoídas por el Gobierno nipón, que mantuvo su decisión y argumentó que desde ahora centrará su estrategia en "asistencia civil".
Como contrapartida a la retirada, anunció que destinará hasta 5.000 millones de dólares en cinco años para la reconstrucción en Afganistán, especialmente para programas de formación de profesionales y ayudas civiles.
"Creo que la asistencia directa y civil es importante para asegurar la paz y la estabilidad económica en Afganistán", señaló hoy Hatoyama, que insistió en que Japón seguirá tomando parte en los esfuerzos internacionales contra el terrorismo, aunque no especificó cómo.
El fin de la misión ha estado acompañado de la petición de algunos ministros, entre ellos el de Exteriores, Katsuya Okada, de examinar las actividades de las Fuerzas de Autodefensa Marítimas (el eufemismo con el que se conoce a la Marina), acusadas de falta de transparencia.
Okada, en concreto, se refirió a las denuncias de varios colectivos de que parte del combustible que Japón proporcionó en el Índico acabó siendo utilizado para la guerra en Irak en lugar del conflicto afgano, una cuestión que ya levantó gran polvareda en el Parlamento en 2007.
Tras realizar antes de la medianoche de hoy sus últimas labores de suministro de combustible en el Índico, el buque "Mashu", de 13,500 toneladas, y el destructor "Ikazuchi", de 4,550, emprenderán este fin de semana con sus 340 tripulantes el regreso a Japón, a donde llegarán en unos veinte días.
En los últimos veinte meses los militares nipones han provisto de 510,000 kilolitros de combustible a buques de doce países, entre ellos EU, Francia, el Reino Unido o Pakistán, para facilitar sus operaciones en Afganistán.
La última prórroga de la misión logística para Afganistán tuvo lugar el pasado julio, todavía bajo el Gobierno del PLD.
Con la salida del Índico Japón abandona el último escenario de conflicto en el que estaba presente sin mandato de la ONU, después de que en 2008 pusiera fin a los últimos flecos de su otra gran operación de apoyo a EU, la que mantenía en Irak.
La Constitución japonesa prohíbe expresamente en su artículo 9 la participación del país en conflictos armados, lo que hizo que la misión en Irak -que incluyó el envío de tropas al terreno, cosa que no ocurrió en Afganistán- estuviera rodeada de una fuerte polémica.
La retirada del conflicto de Afganistán ha abierto una nueva grieta en la alianza entre las dos grandes economías mundiales, ya enfrentadas por la situación de las bases estadounidenses en el archipiélago nipón.
En el ojo del huracán está el esperado traslado de la base aérea de Futenma, situada en una zona residencial del centro de Okinawa, en el sur de Japón.
En virtud de un acuerdo firmado en 2006, Tokio se comprometió a trasladarla a otro lugar del mismo archipiélago con menor densidad de población antes de 2014, pero el Gobierno de Hatoyama baraja ahora la posibilidad de llevarla fuera de Japón, a lo que Washington se opone.