Rock, Intensidad y decepción Vive Latino
Los ánimos se calentaron en la segunda jornada del Vive que ayer terminó actividades.
El ambiente del Vive Latino 2010 se percibía ya desde los vagones de la línea 9 del metro, en los que había chavos con atuendos rockeros que hablaban del festival.
Yo iba a ver a Los Tres, una de mis bandas favoritas. El sábado, en la se gunda jornada del Festival, del metro Velódromo a la entrada del Foro Sol había revendedores, quienes ansiosos querían comprar o vender boletos: “Te lo dejo a 450 pesos, linda”, “Te compro tus boletos sobrantes a 200 varitos, reina”, eran algunas frases que oía mientras aceleraba el paso hacia la mesa de acreditación de periodistas. Había una larga fila de chavos que esperaban impacientes el acceso bajo un Sol nada amig able de mediodía.
Era la 1:20 pm cuando por fin pisé territorio del Foro Sol y se escuchaban a los lejos gritos para Lost Acapulco, quienes abrieron el sábado 24 de abril en el escenario Verde. Ya frente a ellos olvidé la hora y media para entrar, y me sumergí en los acordes, esta banda que ya había puesto a bailar a al menos unas 300 personas.
LA GENTE DEL VIVE Para ser sincera, pensé que mi primera experiencia en el festival sería peor porque me contaron que la comida era mala, las cerve zas estaban calientes y salían caras, que los baños no servían y olían mal y que era una odisea entrar al Foro Sol. Cuando le conté a una amiga que quería ir me dijo: “Lo único que vas a disfrutar es el sudor de la gente”. Sin embargo, y para mi buena suerte, me tocó un Vive Latino con comida rica, variada y no cara. La cerveza era algo costosa, pero nada exorbitante. Después de Lost Acapulco deleité mis tímpanos con Ozomatli y luego con Sussie 4. Me sorprendió ver a una chica de 21 años intentando bailar con Sussie 4, pero su pie enyesado le impedía moverse al ritmo que ella deseaba. Cerca había otra con pantalón entallado, tenis Converse, top neg ro, cabello azul, maquillaje de colores y orejitas de conejo. Había pocas chavas “fresas” (niñas glamorosas con lentes Dolce & Gabanna, bolsas Louis Vuitton) y chavos bien parecidos con camisas Hugo Boss. Los que predominaban eran jóvenes a quienes que nos les impor tan las marcas sino que asisten por amor a la música.
UN DÍA LLENO DE GASTOS “La neta ahorré desde que vi el anuncio de las bandas que estarían para venir con mi novia e invitarle al menos una chela bien fría”, me dijo Carlos, un chavo de 19 años. Él me contó que gastó en total 1, 500 pesos entre los boletos para un día, un par de hamburguesas y cuatro cervezas y aunque no es barato para su bolsillo, disfrutó a morir de todas y cada una de las bandas junto a su chica. Como las 3:50 pm el calor me estaba matando y justo un vendedor de paletas y nieves rondaba por ahí. “¿Cuántas quiere, señorita? Tenemos las paletas de limón de 20 y las nieves de 25”, pero como se me hizo caro mejor se fue. La lista de precios del Vive Latino es variada: cerve za, 70 pesos; refresco y agua de medio litro, 30; palomitas, 45 pesos; chicharrones y hot dogs, 35; café, chicles y donas, 25; pizza, 45 pesos; hamburguesa, 40 pesos, y taquitos de canasta a 5 por 45 pesos.
STANDS, EDECANES Y PELEAS De camino a los escenarios Azul, Rojo y la Carpa Intolerante había puestos de todo. En el de cerveza Sol realizaban un concurso de conocimientos musicales para regalar playeras, gorras y cervezas. Donde de plano los chavos se arremolinaban como si estuvieran viendo a su banda favorita fue en el stand de Axe, en el cual había unas guapas edecanes argentinas vestidas enfermeras sexys, mientras un edecán, también guapo y argentino, regalaba playeras negras. Luego de ver a Los Abominables en el escenario Azul mi estómago reclamaba comida, y una hamburguesa fue la solución. Lo malo es que los refrescos estaban al tiempo... y no había hielos. Me preparaba para seguir mi travesía cuando alguien me dijo ¡que Los Tres no iban a tocar! Triste y decepcionada fui a un módulo de información a preguntar la razón porque la banda estaba confirmada para ese día, pero nadie supo decir el motivo: “No tengo idea de cuándo se presentará ese grupo, de hecho ni lo conozco”, me dijeron en el módulo. Decidí ir al escenario principal para oír a Ely Guerra, pero unos chavos ya muy borrachos hacieron slam y golpearon a un chico, que iba con su esposa, y dio el primer puñetazo. “¡Órale, pe...o! ¿Qué te pasa? Ahora sí te voy a partir la m...”, dijo el atacado.
Ahí se inició una pelea de cuatro contra uno mientras la pobre chica trataba de jalar a su marido. Finalmente la banda de borrachos lo dejó en paz y se fueron de ahí. Olvidé el incidente cuando escuché a La Cuca, que prendió a toda la banda, que para ese momento ya era numerosa, en espera de los grupos estelares. Siguió Mago de Oz y ya para esta hora, las 9:15 de la noche, mucha gente estaba gritando: “¡Deftones, Deftones, Deftones!”, el grupo californiano que fue uno de los más esperados por el público. Pero para este momento del día mis piernas ya no me aguantaban, era la hora de hacer la retirada. Ya no me quedé a ver a Las víctimas del Dr. Cerebro, que cerrarían en el escenario principal. Tuve que rodear casi todo el Foro Sol para salir mientras los vendedores de playeras, tazas y pósters se deshacían en g ritos para que te llevaras un recuerdito. Me gustó mucho una taza, pero no el precio: 70 pesos. Olas de gente me llevaron al metro Ciudad Deportiva. Así terminó mi primer Vive Latino, sin ver a Los tres.