Por diferentes motivos vuelve a ser la principal noticia en los medios de la localidad el grave problema del arsénico en el agua.
La difusión de las altas concentraciones de arsénico en el agua que bebemos y sus implicaciones en la salud pública ha sido recurrente desde el último tercio del siglo pasado. Por lo general, las razones por las que de pronto se incrementa su difusión, incluyen descripciones que contribuyen a esclarecer el diagnóstico del problema. De esta manera nos hemos informado que de seguir como hasta ahora con la sobreexplotación de los acuíferos por parte de los sistemas agropecuarios industrializados, el aumento de la concentración de arsénico en el agua que es bombeada desde el acuífero subterráneo hasta nuestros hogares será cada vez mayor. Asimismo, nos han explicado que estos incrementos en la concentración de arsénico elevan la posibilidad de provocar graves problemas de salud en los laguneros como el cáncer, la diabetes y en estos días incluso nos han dicho que también se ocasionan modificaciones genéticas en las personas expuestas al metal. Todos estos aspectos configuran un diagnóstico más o menos completo del problema, no obstante, en la solución o posibles cursos de solución nos hemos quedado cortos. No sólo en la encrucijada tecnológica que se nos presenta sino, y tal vez con mayor estrechez en la que podría dar una visión de conjunto y mayor certeza a los caminos que pudieran tomarse en busca de la anhelada solución: me refiero a la encrucijada ecológica y social.
Las alternativas tecnológicas para la remediación del arsénico en el agua, algunas desarrolladas incluso en la propia Comarca Lagunera, son vastas y se cuenta con resultados muy completos sobre su eficacia y viabilidad económica. No obstante, trabajan solamente en una parte del problema disminuyendo efectivamente la concentración de arsénico en el agua, pero dejando sin solución las causas relacionadas con el origen del problema, lo cual tarde o temprano nos llevará al colapso, ya que ninguna posibilidad tecnológica sirve para siempre y para todo, son provisionales.
El enfoque ecológico no consiste solamente en dejar que el agua corra libremente por nuestros ríos, es sin duda parte fundamental de la solución, pero, para que esto ocurra, es necesario que en la cuenca alta y media se inviertan recursos en el desarrollo de una infraestructura natural que mejore su capacidad para producir agua de excelente calidad y sea capaz de amortiguar la intensidad de los fenómenos meteorológicos que como ya es conocido se incrementarán debido al cambio climático. En la cuenca media y baja es necesario incorporar nuevos cultivos al padrón actual, disminuyendo al mínimo la superficie de alfalfa. Este cultivo es económicamente costeable porque el valor del agua para riego es simple y llanamente mezquino.
Finalmente, es ya impostergable trabajar en la construcción de acuerdos entre los diferentes actores sociales, que conduzcan a la disminución de las extracciones del vital líquido, hasta llegar a un acuífero equilibrado. Entonces tendremos la certeza de que las alternativas tecnológicas funcionarán en la remoción del arsénico, hasta que ya no las necesitemos.