Jagüey Grande (Cuba), (EFE).- El veneno del alacrán azul, endémico de Cuba, se ha revelado como un remedio contra el cáncer en miles de casos, según su descubridor, aunque los oncólogos mantienen aún ciertas reservas sobre sus efectos saludables.
Cerca de 60.000 personas han probado este derivado de las toxinas del "Rhopalurus junceus", el escorpión azul, desde que el biólogo Misael Bordier comenzó a aplicarlo en Guantánamo, al este de Cuba, para combatir el cáncer, a principios de la década de 1990.
El proceso, explicó Bordier , es simple: se toma el veneno mediante un sistema de estimulación eléctrica, y se combina con agua destilada hasta lograr una solución, cuya composición depende del tipo de cáncer y del estado del paciente.
El compuesto, que el biólogo bautizó como "escozul" y distribuye gratuitamente, se aplica vía oral, mediante aerosoles o duchas vaginales, y las dosis se basan en los informes médicos de los enfermos.
Bordier, que registró la patente en el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medioambiente de Cuba en 1995, aseguró que el preparado encapsula el tumor y termina por eliminarlo, y que sus efectos secundarios por sobredosis son mínimos.
El veneno del alacrán azul contiene una cadena de proteínas que ataca el cáncer, aunque "aún no sabemos exactamente cuál de los elementos de la cadena es el que actúa. Eso es lo que hay que buscar y sintetizar (en laboratorio)", admitió.
Los resultados, afirmó, son contundentes, con éxito en el 97 por ciento de los enfermos sin tratamiento de quimioterapia previo.
Sin embargo, en los sometidos a quimioterapia o cirugía, sólo se ha logrado un 40 por ciento de mejoría, frente a una mortalidad del 60 por ciento.
"No sabemos la causa de la cifra de mortalidad en estos pacientes, pero en todos los casos se ha logrado mejorar la calidad de vida del enfermo", señaló.
El "escozul" actúa además como "inmuno-modulador", elevando las defensas, lo que permite su aplicación en pacientes con sida, dijo Bordier, que trata a diez seropositivos y únicamente ha tenido una baja.
Bordier, que experimentó el veneno en animales durante diez años, inició el tratamiento en personas a petición de los familiares de dos enfermos desahuciados.
Niurys Monzón fue su primera paciente, con un cáncer de páncreas que a los 15 años la había obligado a someterse a quimioterapia y a tres intervenciones.
La experiencia de Niurys, que ahora tiene 29 años, llevó a su padre, José Felipe Monzón, a colaborar con Bordier en la expansión del tratamiento, abriendo un consultorio en Jagüey Grande, en el centro de la isla.
Monzón, que trata a unas 6.000 personas y tiene un criadero con 3.000 alacranes azules, se muestra remiso a promocionar el producto porque "no hay respuesta para todos los pacientes".
Los principios, explicó en entrevista con EFE, no fueron fáciles, porque "muchos me tachaban de brujo y cosas peores".
Todo menos brujo le considera Oswaldo, enfermo de cáncer de próstata, que lleva tres meses con "escozul" en combinación con las recomendaciones de su oncólogo.
Iliana recoge cada dos meses la dosis de su madre, que "ha mejorado mucho" de su cáncer de laringe, aunque "su médico le ha dicho que no lo tome y sigue tratamiento sin decírselo".
Monzón es consciente de que muchos oncólogos rechazan la "esperanza azul", como los enfermos hablan del "escozul", pero es partidario de compaginarlo con la medicina tradicional.
El pasado año, el Instituto de Oncología de Cuba pidió parte de las historias clínicas de sus pacientes para hacer un seguimiento.
Lorenzo Amazagás, vicedirector de la unidad de evaluación de productos antitumorales del Instituto, considera que no se han comprobado científicamente los resultados del "escozul".
"Se ha utilizado de manera empírica (...) no está evaluado y no podemos recomendarlo porque todavía no hay evidencias científicas", declaró.
Pese a la falta de evidencias, admite que Labiofam, el principal laboratorio de Cuba, se ha fijado en el producto, "tiene criaderos (de alacrán) y trata de estabilizarlo".