Arquitectura con alma de metal
El término inglés high-tech es aplicado para describir a la tecnología de punta. Se utiliza también para identificar a una de las corrientes más refinadas de la construcción y el diseño en los últimos 30 años.
LA PERMANENCIA DE LA INNOVACIÓN
Las estructuras metálicas tienen sus antecedentes en las pequeñas y grandes transformaciones de la técnica constructiva a través de la Historia. Los cambios han estado vinculados estrechamente al avance del conocimiento y la tecnología. La piedra labrada, el ladrillo, el arco, la cúpula, las armaduras de madera, fueron en su momento elementos innovadores que se incorporaron al repertorio formal tradicional.
El desarrollo industrial fue literalmente una revolución en el orden material. La máquina modificó la velocidad y calidad de la manufactura permitiendo la obtención de mejores ‘ingredientes’. Aplicado a la construcción, fue capitalizado en el perfeccionamiento del vidrio, el cemento, los metales y la creación de componentes sintéticos.
La corriente arquitectónica surgida en al década de los setenta conocida como high-tech -que traducida al castellano pudiera denominarse como abreviación de ‘alta tecnología’- se ha caracterizado por una simplicidad constructiva que envuelve a una compleja elaboración estructural y técnica. También por privilegiar y hacer evidentes los armazones metálicos de soporte, y dispositivos mecánicos como ascensores, escaleras y sistemas de acondicionamiento ambiental, bajo un simbolismo sencillo y atemporal.
LOS PIONEROS Y EL CAMBIO
El fierro se utilizó por primera vez en la edificación de puentes entre 1777 y 1779. La aplicación del acero, característica de las grandes naves industriales y las estaciones ferroviarias del siglo XIX, tuvo en el Palacio de Cristal de la Exposición de Londres de 1851, en la Nave de las Máquinas y en la Torre Eiffel para la Exposición Universal de París 1889, a sus mejores expresiones en Europa. En el mismo periodo en Norteamérica nacieron los rascacielos, gracias al uso del metal en las estructuras.
Al término de la Primera Guerra Mundial la influencia de tres diferentes factores determinaron el surgimiento del llamado ‘movimiento moderno’. Primero, la visión de Le Corbusier, quien concibió a la casa como una ‘máquina para vivir’. En segundo lugar, el programa educativo y los integrantes de la Bauhaus que exaltaron y promovieron el uso de los materiales industrializados; y finalmente, la austeridad del constructivismo ruso.
Las limitaciones del movimiento se hicieron evidentes terminada la Segunda Guerra Mundial. Como una alternativa surgió un grupo de jóvenes arquitectos de Europa occidental. El crítico Peter Blake, en un célebre ensayo titulado El fiasco sucede a la forma, declaró el fin de la citada tendencia tras la demolición en los Estados Unidos de un conjunto habitacional de no más de 20 años, por el gran deterioro social ahí generado.
Corrientes como el Archigram inglés o el de los metabolistas japoneses exploraron las implicaciones de la producción en serie y la visión mecanicista de la arquitectura en los años sesenta. Las estructuras geodésicas de Buckminster Fuller en Norteamérica y las sensuales cubiertas de Frei Otto en Alemania, son parte de este cambio de dirección. De ahí derivó poco tiempo después el high-tech.
El término es parte de la clasificación propuesta por el crítico Charles Jencks para dos vertientes derivadas de la arquitectura contemporánea: el pos-moderno y el tardo-moderno. El primero incorpora contenidos de la arquitectura tradicional combinada con las innovaciones de la actual. El segundo es heredero de las ideas del movimiento moderno con un sentido superlativo en el uso de las estructuras y la imagen tecnológica. A éste último pertenece el high-tech.
LA ESTÉTICA DE LAS MÁQUINAS
La construcción del Centro Pompidou en 1977, obra del Renzo Piano y Richard Rogers, marca la irrupción del high-tech en la escena mundial. Asentado en un barrio tradicional de París, desató la oposición de la crítica conservadora y la atención del público. Puso en marcha un movimiento que sin promocionarse como tal ni establecer sus principios manifiestamente, agrupó a una generación de arquitectos, en su mayoría ciudadanos británicos que se conocían entre sí y colaboraron conjuntamente en algún momento de su carrera.
Su apariencia mecánica sugiere una arquitectura similar a los objetos producidos en serie o susceptible a ser elaborada de esta manera. También es producto del uso persistente de los metales en las armaduras, y el aluminio y el cristal como recubrimientos ligeros al exterior e interior de los edificios.
La presencia dominante de los elementos estructurales, la incorporación de los componentes elaborados fuera del sitio de la construcción, el uso de los colores primarios y el carácter individualista de los inmuebles, contribuyeron a la rápida asimilación de esta tendencia que se asemeja a los ideales del inicio de siglo XX, descritos por el visionario italiano Antonio Sant’Elia en 1914: “El valor decorativo de la arquitectura futurista depende solamente del uso y la aplicación original del material sin trabajar, desnudo o de colores llamativos”.
LA TÉCNICA Y LA CIUDAD
La arquitectura high-tech coincide con el desarrollo del capitalismo globalizador de finales de la centuria pasada y es viva imagen de la prevalencia tecnológica. En fechas recientes, sus máximos exponentes han llevado una profunda revisión de sus postulados ante la necesidad de sistemas ambientales más eficientes y la exigencia de una imagen más amable al entorno. Una nueva corriente, plasmada en materiales de mayor ligereza, transparencia, y reflejantes, emerge dejándole como la expresión un siglo cargado de vertiginosos cambios y profundas transformaciones.
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