México, (EFE).- La cicatrización de la piel mediante la aplicación de larvas de mosca en las heridas se abre paso tímida pero exitosamente en México, gracias al empeño de médicos dispuestos a cazar en los basureros los insectos necesarios para la terapia.
La "larvaterapia" se aplica únicamente en el Hospital General Dr. Manuel Gea González de Ciudad de México y tiene como característica la "desagradable" pero necesaria aplicación de larvas de mosca verde en las heridas con el propósito de que se coman los tejidos muertos.
Judith Domínguez, profesora adjunta de Cirugía Dermatológica del hospital, explicó a que hay pacientes "desesperados" que llevan sufriendo 15 años una úlcera de piel y piden "a gritos" esta terapia, que acelera las cicatrizaciones.
"Llegan aquí diciendo que les pongamos los gusanitos", explicó la doctora, para quien el tratamiento no es tan doloroso como podría parecer y tiene la enorme ventaja de que dura uno o dos días, el tiempo en que la larva se va comiendo los "tejidos necrósicos".
Además es una terapia que no requiere de anestesia y que puede evitar las amputaciones de los pies de enfermos diabéticos, amén de ser más económica que las cirugías, según explicó.
El pionero en la aplicación de esta medicina alternativa es el dermatólogo José Contreras, quien en su afán por propagarla se aventura con estudiantes de medicina en los basureros de la capital mexicana para cazar los insectos protagonistas de la curación.
"Con cuatro o cinco moscas es suficiente", señaló la doctora Domínguez, quien consideró que México es el único país en América Latina que impulsa la "larvaterapia" en el circuito médico.
Las moscas que atrapa el doctor Contreras son introducidas en una jaula junto a un recipiente de agua, azúcar y un pedazo de hígado recubierto con una malla donde el animal deposita los huevos.
Estos se esterilizan en el laboratorio y se preparan en las condiciones necesarias para que las larvas nazcan, lo que incluye recipientes con gel y sangre de ternera.
Las larvas son colocadas en las heridas cuando miden un milímetro de longitud y comienzan a comer el material muerto hasta alcanzar el tamaño suficiente que indica que han cumplido su cometido.
"Luego estimulamos la cicatrización (lograda en gran parte por los gusanos) con otros productos", señaló Judith Domínguez, quien se encarga de valorar el estado de las úlceras después del tratamiento.
Los candidatos a la terapia son aquellos que sufren de "pié diabético", úlcera venosa, úlcera crónica y heridas traumáticas, entre otras dolencias, que sanan sin que el paciente sea dañado, ya que la larva come únicamente el tejido infectado o muerto.
Algunas de las desventajas de la curación es que evidentemente es desagradable a la vista de los pacientes y provoca olores fuertes cuando el joven insecto está comiendo el tejido muerto.
La médica se lamenta de que en el sistema de salud mexicano no haya presupuesto suficiente para impulsar la "larvaterapia", a la que, según comentó, se adhieren cada vez mayor número de pacientes.
"Si hubiera un apoyo del gobierno para una clínica pública de heridas sería sensacional", sostuvo.
Señaló que la "energía" de José Contreras, quien llegó a criar las larvas en su casa, es determinante para llevar a buen puerto la terapia, que el hospital aplica desde hace dos años y medio pero con una producción limitada.
Según Domínguez, Estados Unidos comenzó a usar las larvas de mosca para curaciones en la década de 1930, aunque luego se inclinó por el uso de antibióticos, y hace quince años volvió a recurrir a ellas gracias al doctor Ronald Sherman.
Contreras se comunicó con este especialista estadounidense, con quien intercambia ideas para mejorar la técnica.