ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C., (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
(TRIGÉSIMA SEXTA PARTE)
EL ESTRÉS QUE VIVIMOS
Aunque parezca increíble, y quizás toda dimensión guardada, las luchas de poder también se inician y suceden comúnmente en el seno de las familias, en la relación que se da en las parejas, y con características muy parecidas a las mencionadas el domingo pasado. En el preciso instante en el que uno de los miembro piensa que es poseedor de esa verdad única y absoluta, mientras que el otro está equivocado porque carece de ella, y por ende es descalificado, la experiencia se torna de inmediato en una declaración de guerra, un desafío en el que se rompe la armonía de la relación, cuando uno trata de manipular, controlar y dominar al otro, con el objetivo de domesticarlo, cambiarlo y moldearlo además a la imagen y semejanza del primero. Ahí surgen entonces esas múltiples e interminables comparaciones que llevan a cabo uno del otro, sobre el origen, la categoría y el tipo de familia del cual proviene cada uno, en cuanto a los niveles sociales, religiosos, educativos y especialmente los financieros; niveles que son utilizados como instrumentos de guerra en esa lucha de poder doméstica, en la que cada uno busca vencer al otro al creer que posee la "razón y la verdad", lo cual les hace difícil negociar para llegar a un acuerdo que les permita integrarse como pareja. La presencia de los hijos naturalmente, es asimismo utilizada como otro instrumento más en esa lucha de poder, en la que se buscan alianzas con ellos, para formar escuadrones o equipos, que pueden ampliar la magnitud e intensidad de la batalla, especialmente cuando se llegan a ciertos límites extremos de abuso físico o psicológico y de violencia en general. Aunque nos sea difícil verlo y aceptarlo, se podría afirmar, que es ahí precisamente, en esos niveles tan profundos de la complejidad y la vulnerabilidad del núcleo familiar, donde llegan a surgir desde muy temprano en la relación, fenómenos tan importantes como son la agresión, el aislamiento, el abuso, la violencia, la discriminación, las fallas en la comunicación, la falta de respeto y empatía hacia los demás, los fraudes, el despojo, la manipulación e inclusive la corrupción, fenómenos que consideramos frecuentemente como exclusivos del ambiente en que vivimos, sin siquiera pensar que también la familia se encuentra involucrada en ellos. Y sin embargo, cuando abrimos los ojos y observamos cuidadosamente, o escuchamos realmente lo que sucede, nos percatamos de que sí, que efectivamente tales fenómenos los podemos encontrar a lo largo y ancho de nuestra sociedad, como rasgos culturales e idiosincrásicos mexicanos. Automáticamente, ello nos llevará a cuestionarnos sobre el origen de este fenómeno: ¿Acaso es algo que se inicia en el seno de la familia, o por el contrario, proviene de nuestro ambiente social en general? Se trata por supuesto de un cuestionamiento interesante, ya que tendríamos que aceptar la posibilidad de que se trate de una especie de círculo vicioso, en el que por un lado, se puede iniciar en el seno de cualquier familia, y puede proyectarse al exterior como una experiencia cultural, pero a la vez, sabemos que igualmente se trata de un fenómeno típico del ambiente social al que pertenecemos. Un ambiente que capta las señales y los modelos familiares que se dan, para a su vez renovarlos, modificarlos, amplificarlos y regresarlos una vez más hacia la familia, como si se tratara de las ondas de un eco, pero convertidos en nuevos modelos socioculturales que se tienden a imitar dentro de la familia, de manera que este movimiento rítmico casi se convierte en una especie de juego de ping-pong, que se mueve de un extremo al otro en ambas direcciones. Tenemos que tomar en cuenta, que aunque la familia es la célula principal de nuestra sociedad, en la que se dan las bases de la educación y el desarrollo, con ese rol tan fundamental que juega en nuestra formación, existen a la vez una enorme variedad de otras fuerzas y elementos dentro del ambiente sociocultural igualmente importantes, y que van a influir asimismo en nuestra educación, así como en ese proceso de moldearnos como hombres y mujeres, tanto en lo que respecta a nuestra personalidad, como a nuestras identidades, a las interacciones que se dan entre unos y otros, sea en la formación e integración de las parejas, como en la creación de cada núcleo familiar (Continuará).