Hasta el sábado 2 de julio, víspera de los recientes comicios estatales, subsistía cierta duda en los sectores sociales proclives al partido político de la derecha, sobre cuáles podrían ser los resultados de la votación del domingo 3 de julio.
Hubo titubeos entre algunos ciudadanos ante el tono agresivo que asumió el partido Acción Nacional al inicio de la campaña política; sin embargo nadie se atrevió a predecir públicamente la derrota del PRI, pues éste lucía con la misma fuerza del primer año de su aparición en 1929 bajo la designación de Partido Nacional Revolucionario. O en 1928, como Partido de la Revolución Mexicana y finalmente el último de los cambios en 1946 -por obra de Miguel Alemán-al denominarlo Partido Revolucionario Institucional.
Que este partido haya vencido al PAN, al PRD y a los partidos de la gárrula oposición antipriista, no fue una novedad para el electorado. El candidato del PRI, Rubén Moreira Valdez, hizo campaña constante, sólida y entera por toda la superficie del Estado de Coahuila: no palomeó punto alguno de nuestra geografía física y humana sin ver y menos sin hablar con sus habitantes, pues a todos y cada uno de los municipios coahuilenses llevó su ideario político, su proyecto social y su compromiso público; en tanto que su principal oponente, financiado desde Los Pinos, dejaba grandes huecos en la geografía coahuilense y en la memoria de sus ciudadanos.
¡Otra vez el PRI! Dijeron el día 5 de julio los desilusionados seguidores del PAN, y del PRD. Entre tanto los candidatos de los frustrados partidos blanquiazúl, fuliginoso amarillo y los gárrulos y tornasolados órganos políticos minoritarios anotaban otra rotunda derrota en sus records, apenas lenificada por la esperanza de continuar jugando a las elecciones en 2012 para succionar, una vez más, los generosos senos del presupuesto público.
Coahuila, entidad cuna de la Revolución Mexicana, sigue honrando a sus raíces históricas y los coahuilenses perseveran con fidelidad en la tradición secular de sus mayores; si bien, elección tras elección, renace en el ánimo del electorado la expectativa de una posible victoria a costa del PRI, lo cual sería ciertamente difícil mientras las tribus adversarias sólo se apoltronen, como hasta ahora, a la espera de un milagro en las urnas.
El sueño blanco y azul de pintar con sus colores la norteña franja fronteriza tendrá que ser, si acaso se diera otra oportunidad, obra de tesón y convicción colectiva. En el ínterin podrían ensayar la siguiente receta: Mézclense varias toneladas de liderazgo terco, inteligente y decidido; una robusta militancia convencida y apasionada por un proyecto ideológico factible, sin sueños opiáceos.
Quizá así la organización civil podría labrar las conciencias ciudadanas en trabajo de años con mucho, pero muchos trabajo de latente pertinacia y persistencia.
Sin embargo, hay que reconocer que la vencida oposición política frente al PRI, no ha caído en las manidas recurrencias al fraude electoral. Por su parte, las reacciones en la cúpula del PRI han tenido la virtud de ofrecer la colaboración de su futuro gobierno a toda la sociedad, incluidos los partidos opuestos, en beneficio del Estado y de los coahuilenses.
Con ello y las reacciones generales ante el triunfo de Rubén Moreira se hará honor a la habitual ponderación política del nuevo gobernador y a la seriedad de sus intenciones. Que sea para bien.