Vaya fortuna la de Europa y del resto del mundo! Al borde de la más escalofriante crisis económico-financiera, o sea, justo cuando lo necesitan, el presidente Felipe Calderón coordinará los esfuerzos de los países más poderosos del orbe, a través del G-20. No es vanidad pronosticarlo: ¡El planeta está a salvo!
Ni se le ocurra a Nicolas Sarkozy o a Ángela Merkel levantar la ceja cuando los secretarios Bruno Ferrari, Patricia Espinosa y Genaro García Luna lancen el Operativo Grecia o Todos Somos Atenas para darle seguridad económica-financiera a Europa y tranquilidad a las demás potencias.
Si, en México, los operativos coordinados en Michoacán, Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz y Guerrero han sido un éxito, no tiene por qué ser de otro modo en la escala mundial. Quizá su exportación requiera algún ajuste pero, de una vez, que pasen al polígrafo los mandatarios más poderosos del planeta porque, eso sí, antes de arrancar el Operativo Grecia, la administración calderonista requiere saber con quiénes cuenta y quiénes son dignos de su confianza.
Damas y caballeros, prepárense, el presidente Felipe Calderón va a salvar al mundo.
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Pueden los más poderosos mandatarios guardar cierta reserva ante la gestión de la administración calderonista al frente del G-20, pero esa actitud es indebida. Se explica, desde luego, por la percepción equivocada de lo ocurrido en estas tierras, pero México no es el que ven, es completamente distinto. Si con toda objetividad se miran las cifras de detenciones, decomisos y muertos es evidente que la campaña calderonista se cubre de gloria, y no será de otro modo ahora que se aboque a arreglar la situación internacional.
Aquí, la coordinación calderonista del esfuerzo municipal, estatal y federal en el combate al crimen ha funcionado como relojería suiza así que, en cuanto los estrategas del mandatario mexicano definan cómo coordinar el esfuerzo de las naciones, los continentes y el mundo en el combate a la incertidumbre económico-financiera, Grecia –ténganlo por seguro– es pan comido. Eso sí, cada integrante del G-20 debe hacer su parte y dejar trabajar al presidente Felipe Calderón. Nada de pretextos.
Si, en México, el combate al crimen tuvo algunos tropiezos fue porque los gobernadores y los munícipes no hicieron lo suyo y, con ello, complicaron la certera y quirúrgica estrategia del calderonismo, pero ahí está el resultado: el territorio está bajo dominio y control del Estado; los criminales, muertos entre ellos mismos; y la ciudadanía, disfrutando el espacio público, trabajando sin temores en el marco de la más absoluta “normalidad democrática”. ¿Estado fallido? Estado rehecho, en todo caso.
De esos tropiezos y complicaciones, los países del G20 deben desprender lecciones. Si lo hacen, el perfil del paraíso despuntará antes que el sol.
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No deben esperarse, es bueno precisarlo, referéndums, consultas o acuerdos muy elaborados para ajustar la estrategia para rescatar al mundo. No. Podrán armarse diálogos o foros de quejas –para eso, a disposición de la Unión Europa está el Alcázar del Castillo de Chapultepec– pero establecida la estrategia, fija queda y todos a jalar parejo.
Igualmente debe tenerse presente un detalle. En la filosofía calderonista no se pacta con nadie ni por arriba ni por abajo ni por los costados de la mesa, entonces si la estrategia para combatir la incertidumbre financiera exige cobrar a quienes deben, mejor irse apretando el cinturón. Si México no pacta con criminales, el mundo no debe pactar con deudores. Vale la precisión porque, luego, no faltan quienes piden pactos o acuerdos. Si hay duda al respecto, que los mandatarios del mundo le pregunten a El Chapo: nomás porque anda escondido no se le ha atrapado, pero se le combate igual que al resto.
Sin pretender establecer un parangón, va un comentario extra. La derrota del crimen organizado en México se habría dado mucho antes si los estadounidenses hubieran dejado de drogarse, pues bien, los griegos deben dejar de endrogarse para acelerar el rescate del mundo.
Una aclaración más: la presidencia de México del G20 es legal y legítima, así que en esta materia nomás no cabe ni el recuento ni el voto por voto ni nada de eso. A México le toca el turno, México decide, el mundo acata. Ni manera de ir al Trife, como quien dice.
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No faltaran, desde luego, los indignados, los inconformes de siempre. Dirán que cuanto ocurre en Michoacán cuestiona el desempeño que México tendrá –como cabeza del G-20– de cara a la situación creada por Grecia.
Es cierto, en Michoacán se han registrado algunos desafortunados sucesos. Nadie lo niega. El atentado con granadas contra la población; el fracaso del michoacanazo; el desafío de Servando Gómez, La Tuta, instando al diálogo; el diputado desaforado que sigue en desaforada fuga; el intento de simular la elección, postulando un candidato único; los encarnizados combates que llevaron a declarar una vez, dos veces, tres veces la inexistencia del grupo criminal La Familia...
Todo eso es cierto, pero no supone el fracaso de la estrategia calderonista. No lo supone porque, eso es lo importante, son hechos aislados. Si se quiere repetidos, pero inconexos. Cosa de ver cómo la elección en Michoacán corre con toda normalidad y civilidad, absolutamente blindada por el Estado. La tragedia en La Piedad es, si se quiere, la excepción de la regla.
Si esas voces quieren correlacionar a Michoacán con Grecia para debilitar la expectativa mundial generada por la llegada de la administración calderonista al frente del G-20 deben recordar lo dicho, el 5 de agosto, por el presidente Calderón: “Mientras más violentos sean los criminales y más se metan con la gente intimidándola, amenazándola o secuestrándola, más duro tenemos que enfrentarlos porque no vamos a permitir que pretendan apoderarse de nuestras comunidades, de nuestras familias”.
No hay, pues, por qué oír esas voces. Eso sí, Grecia debe tener claro lo que puede ocurrir si no se alinea.
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Por último, la Unión Europa y el resto de países miembros del G-20 no deben temer que la administración calderonista vaya a darle un uso electoral a ese Foro.
En México, no es costumbre utilizar las instituciones como ariete para debilitar al adversario y fortalecer al amigo, la administración calderonista no es ni será la excepción. No siempre se da la feliz coincidencia de encontrar al hombre indicado en el momento oportuno, el mundo tiene una enorme fortuna: está a salvo.