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PALABRAS DE PODER

'DE LA ABUNDANCIA DEL CORAZÓN HABLA LA BOCA'

JACINTO FAYA VIESCA

Un alto porcentaje de personas abrigan la poderosa creencia, de que nada pueden hacer cuando las asaltan sentimientos desagradables o dolorosos. Sentimientos como la tristeza, ira, desolación, un profundo pesimismo, pánico, y otros más.

Afirman estas personas, que estos sentimientos vienen y desaparecen, sin que puedan ejercer control alguno sobre ellos. Afirman también, y con mucha razón, que el "sentir intensamente" es muy humano.

Los sentimientos agradables y los dolorosos colorean nuestra vida. De hecho, son los sentimientos los que determinan si una persona es dichosa o no lo es. Cuando un sentimiento doloroso o dichoso lo experimentamos de manera intensa, decimos: "Desde lo más profundo de mi corazón".

Las personas mostramos lo que somos por lo que decimos al expresar nuestros sentimientos. Esta idea la dijo magistralmente el evangelista San Mateo, al escribir: "De la abundancia del corazón habla la boca".

Cuando alguien nos ofende o traiciona, experimentamos uno de los más dolorosos sentimientos. El poeta Virgilio de la Roma Antigua, lo expresó en toda su intensidad al haber escrito: "Las heridas viven siempre en el fondo del corazón".

Siendo tan importantes nuestros sentimientos, como en realidad lo son, no debemos admitir que los sentimientos nos asaltan y se van cuando quieren, sin el mínimo control de nuestra parte. ¡Por supuesto, que si fallece una persona que nos es muy querida, lo normal es que quedemos anegados por la tristeza por un largo tiempo!

Si hemos fracasado en un proyecto, si nos abandonó nuestro cónyuge, si nos diagnosticaron una grave enfermedad, lo normal es sentir una intensa tristeza, desamparo, miedo, o terror.

Pero también es cierto, que somos nosotros los que prolongamos más de lo debido, una gran cantidad de sentimientos. Si nos ha abandonado nuestra pareja, continuamos intensificando nuestro sentimiento, hasta crear nuevos sentimientos de soledad y desamparo. Si hemos fracasado en un negocio, en una relación amorosa, añadimos culpas a nuestras culpas, las que hacen nacer sentimientos intensos de arrepentimiento, los que a su vez, engendran nuevas culpas.

¡Sí, es cierto, somos humanos y experimentar sentimientos dolorosos, en ocasiones es lo más normal y saludable! Pero el problema se presenta cuando las personas se aferran en sus sufrimientos dolorosos, como si se tratara de un tesoro que debería conservarse. Y cuando esto sucede, llegan a "querer" esos sentimientos, no dándose cuenta que lo hacen a fin de recibir "gratificaciones secundarias", como ser compadecidas. ¡Piden a gritos (con sus actitudes y conductas) que las traten con ternura, que las acompañen, atiendan y quieran!

Estas personas, si no se dan plena cuenta que están generando su torbellino emocional, llegan a convencerse que verdaderamente son "víctimas" de ciertas personas, circunstancias, o del destino. Toda "víctima" tiene un amplio abanico de "victimarios", a quienes culpan de su estado permanente de desdicha. Su curación empezará desde el momento en que cobren conciencia de hasta qué punto se han aferrado a una serie de sentimientos dolorosos que ya no tendrían por qué estar pasando por ellos.

En el momento en que llegue un rayo de luz a nuestra conciencia y empecemos a darnos cuenta que somos nosotros los que estamos provocando o intensificando sentimientos atormentadores, de inmediato debemos tomar esta decisión: ¿queremos ser amigos de nosotros mismos, o queremos ser nuestros peores enemigos? ¿Estamos dispuestos a elevarnos, o deseamos rebajarnos y degradarnos?

Las anteriores preguntas, son aplicables con mayor frecuencia de lo que pensamos. ¡Es asombroso!, pero en realidad, muchas personas se empeñan en ser sus más encarnizadas enemigas. Consciente o inconscientemente, hacen todo lo que está a su alcance para molestarse, fracasar, y sufrir en demasía.

¡Recordemos, que lo que no está en nuestra conciencia (de lo que no nos damos cuenta), no nos pertenece! Si no está en nuestra conciencia el saber que con frecuencia somos nuestros peores enemigos, no podremos cambiar. Si nos esforzamos por abrir nuestra conciencia a la sensatez y a la indispensable idea de que es normal y muy conveniente, "amarnos a nosotros mismos", un nuevo mundo de luz iluminará "nuevos" caminos para nuestra existencia.

Nadie ha contado jamás con el talento de estar experimentando un intenso sentimiento, y al mismo tiempo, poder razonar adecuadamente. Nuestros sentimientos colorean toda nuestra vida. ¡Nada hay en la vida que nos agrade tanto como un sentimiento de profunda dicha! ¡Y a la vez, nada nos es más doloroso que estar pasando por un intenso sentimiento de pánico o de tristeza! En ambos casos, nuestra inteligencia es muy débil ante la fuerza avasallante de los sentimientos.

Las personas más afortunadas han sido aquellas que han sabido sufrir y soportar intensos sentimientos dolorosos, pero que no se han empeñado en buscar en sus sentimientos, algo más de lo que es, de lo que hay.

Cuando nos enseñamos a sufrir y soportar nuestros sentimientos legítimos, sin escupirlos, tragándolos por completo, esos sentimientos se mostrarán de cuerpo entero: los podremos ver en sus exactas dimensiones, y no más, porque iremos al encuentro solo de lo que es.

"La profundidad del sentimiento es bienaventuranza", escribió Schaeffer en su obra, "Breviario profano".

¡Buscar túneles que no existen en lo profundo de nuestros sentimientos reales, es condenarnos a la desventura!

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