El hígado es la mayor glándula del cuerpo humano. Su peso, en un adulto, es de aproximadamente 1500 grs lo que representa el 2.5 por ciento del peso corporal total; en él se llevan a cabo los procesos metabólicos de la mayoría de las substancias nutritivas que ingerimos con los alimentos.
Este órgano tiene además una gran reserva en su función, que compensa, hasta cierto punto, el impacto de algunas enfermedades que sufre.
La cirrosis hepática es una enfermedad por la cual, los pacientes que la sufren, son frecuentemente estigmatizados al asociarla invariablemente con el alcoholismo. Sin embargo, aunque ésta es la principal causa (60 a 70 por ciento) existen otros padecimientos que la producen, como la hepatitis viral (hepatitis B y C) en un 10 por ciento, enfermedades de los conductos que llevan la bilis, en un 5 a 10 por ciento, enfermedad de depósito de hierro o hemocromatosis en 5 por ciento. Más aún, existe un grupo de origen desconocido, en un 10 por ciento, además de otras.
Esta enfermedad, cualquiera que sea su causa, se caracteriza por la sustitución del tejido normal del hígado por tejido fibroso y acúmulos desordenados de células hepáticas.
Estos cambios se van instalando lenta y progresivamente, por lo que en un inicio podría no presentar síntomas. Una vez que la reserva funcional hepática, que es de 80 a 90 por ciento, se ve rebasada por la lesión, hay datos clínicos muy variados.
Éstos están relacionados con la falla del hígado para producir, desdoblar o eliminar diferentes substancias, o con el bloqueo al flujo de sangre procedente del intestino y bazo, a través de la vena porta.
Esos síntomas incluyen: Pérdida de peso, debilidad, color amarillo de piel y mucosas (ictericia), sangrados en piel o mucosas, adelgazamiento muscular, crecimiento de mamas y atrofia de genitales (en varones), movimientos anormales, trastornos mentales, que varían desde cambios de comportamiento, confusión, alucinaciones, coma, hasta la muerte. Retención de líquidos en abdomen, edema de extremidades, crecimiento del bazo, conexiones anormales de vasos sanguíneos o dilatación de los mismos, como las várices en esófago, que pueden romperse y sangrar. Hay exámenes de laboratorio que corroboran el mal funcionamiento del hígado.
Los pacientes con cirrosis pueden tener complicaciones pulmonares, renales y desarrollar cáncer.
Esto es sólo parte de las manifestaciones de la enfermedad, la cual, al llegar a este punto tiene mal pronóstico y las opciones de tratamiento son muy limitadas, una de ellas es el trasplante de hígado, y recientemente se han publicado trabajos alentadores sobre la posibilidad de recuperar el tejido funcional del hígado utilizando células madre. Esto aún está en investigación.
*Patóloga. Profesora de Histología y Patología. Secretaria Académica de la Facultad de Medicina U. A. de C.