Los dolores de crecimiento son causa de visitas frecuentes al ortopedista. Se trata de una entidad clínica caracterizada por dolor en ambas extremidades inferiores.
Usualmente se presenta entre los 4 y 12 años de edad y su característica, el dolor, se localiza en pies, piernas, pantorrillas o muslos. Aparece antes de acostarse o durante el sueño despierta al paciente. Responde bien a estiramientos, masajes o a administración de paracetamol, u otros antiinflamatorios no esteroides como el ibuprofeno. Raras veces aparece en las extremidades torácicas.
Se desconoce la etiología exacta. Se han propuesto varios orígenes, entre ellos los anatómicos relacionados con la mala postura que ocasiona alteración en el equilibrio muscular incrementando la fatiga o tensión muscular.
Estudios al respecto no han encontrado una asociación entre problemas posturales y dolor de crecimiento. Se atribuye, también, a fatiga muscular posterior a la actividad física, debido a la acumulación de sustancias que provienen del metabolismo muscular.
Con frecuencia los padres refieren que el dolor por las noches se asocia a la actividad física del paciente durante el día. Otra causa propuesta ha sido la psicológica, postulándose que los pacientes tienen un umbral al dolor muy bajo. Diversos trabajos de investigación lo han corroborado. Otra posibilidad (aún no comprobada) es que el crecimiento óseo se presenta principalmente mientras se duerme, y el crecimiento acelerado podría ser la causa del dolor.
El dolor generalmente es intermitente (a veces durante días o semanas), en pocas ocasiones puede presentarse diariamente; dura habitualmente entre 10 y 30 minutos; se caracteriza por ser de moderada intensidad, habitualmente bilateral, profundo, poco definido y de localización imprecisa y cambiante. De predominio nocturno, pero al día siguiente el niño puede realizar sus actividades normales.
En el examen físico no se evidencian alteraciones musculoesqueléticas ni articulares, aunque puede haber contractura muscular.
El dolor no se acompaña de cojera, limitación de la movilidad, hipersensibilidad o enrojecimiento local. No existen datos infecciosos o inflamatorios agudos. Los estudios de laboratorio y rayos X son normales. Se cuestiona la necesidad de tomar estos exámenes aunque descartan infección, fractura o lesiones tumorales.
El tratamiento consiste en tranquilizar a los padres y al paciente, haciéndoles saber que el problema es benigno, autolimitante y sin consecuencias. Durante los episodios de dolor, el masaje a las extremidades, la aplicación de calor local, y en determinados casos, la administración de antiinflamatorios como el acetaminofén será de ayuda.
El empleo de la terapia física es útil porque logra la relajación muscular por medio de ejercicios de estiramiento. El diagnóstico se basa en una historia clínica y examen físico correctos. El pronóstico es muy bueno.
*Traumatólogo. Profesor de Traumatología e Investigador de la Facultad de Medicina Torreón U. A. de C. Correo electrónico: [email protected]