Hice cola, aplaudí, grité, canté mucho y lloré un poco cuando Sabina dijo mi frase favorita: “Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres”. Todo eso. Ya luego me aburrí un poco en el concierto, sobre todo cuando juntos, Serrat y Sabina interpretaron las del disco nuevo “La Orquesta del Titanic”. Es que yo quería escuchar las canciones que yo quería, no ésas.
Quiero aclarar que el concepto del hundimiento del Titanic para el show Dos Pájaros Contraatacan me parece buenísimo. Sobre todo la historia de los músicos y algunos borrachos que prefirieron hundirse felices con el barco, antes que saltar despavoridos como Leonardo DiCaprio y Kate Winslet (quien resultó ser una maldita, ¿qué le costaba compartir la puerta flotante con él? Ah no, la mujer, tan ancha y oronda, lo dejó congelarse). Yo me hubiera quedado en el bar, porque eso de brincar al mar congelado y más negro que la noche. ¡Qué salte su abuela!
Estaba leyendo que dicen Serrat y Sabina que a ellos les ocurre como a esa orquesta y se van de gira mientras el mundo se hunde a su alrededor. ¡Eso me encanta! Mientras en España parece que se va a hundir la península, ‘S y S’ unen talentos, agarran maletas y se van a cantar a otro lado. Lo malo es que escogieron fatal el repertorio. Tampoco me gusta que cuando Joaquín, el poeta de poetas, se une a Joan Manuel, se nos pone un poco cursi. Serrat también tiene mucha poesía en el cuerpo, pero hay unos poetas más poetas que otros, ¿no?
Por cierto, la noche del concierto saludaron a Gabriel García Márquez, quien estaba entre el público, aunque nadie lo vio. Es la segunda vez que coincido con Don Gabo en el Auditorio Nacional. Ésta, que no lo distinguí por más que estiré el cuello, y la otra, cuando lo pisé sin querer y me dio un empujón digno de un Premio Nobel de Literatura, que casi se me caen los dientes del trancazo. Desde entonces le guardo un poco de rencor, pero para limar asperezas estoy releyendo “Cien Años de Soledad”.
Con todo y todo, qué placer escuchar de cerquita a este par. Es un deleite. Y en lo personal, forman parte de mi vida (bien que mal) desde que me acuerdo. Bueno, Serrat. A Sabina lo adopté más recientemente, creo que en 88, y siempre ha sido de mis favoritos, a ratos guía y pastor, hasta tengo portavasos con sus frases y todos sus libros. Mi entonces futuro marido (que ya es mi ex esposo) trabajaba en algunas de sus giras, y entonces yo lucía orgullosísima un gafete de “El Hombre del Traje Gris” en los conciertos que veía gratis, sentada por ahí o trepada en la tarima de sonido. Luego lo he entrevistado algunas veces, pero se ve que mis estupendas preguntas no le han dejado huella y no se acuerda nunca de mí. El año pasado, por ejemplo, lo encontré en un hotel y lo saludé con un gran “¡Hola maestro Sabina!” y él sólo correspondió con una sonrisa mediana. Pero supongo que fue una sonrisa importante, porque salió de su nueva dentadura y eso, quieras que no, tiene valor.
A Joan Manuel, lo escucho desde niña, a los 3 ó 4 años. Es que mis hermanas, que también eran chicas pero siempre han sido raras, oían sin parar “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino, camino sobre la mar” y hasta recitaban lo de ‘caminante no hay camino’. O luego ponían a todo volumen el cassette de “Mediterráneo”. Lástima que no lo conozco personalmente.
Bueno, casi. Una vez coincidimos en medio de una semi tragedia y lo iba a saludar para decirle todo eso que acaban de leer, pero estaba a punto de explotar una bomba en donde nos encontrábamos (Madrid) y me pareció que no era buen momento. Soy tan prudente.