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Prohibido criticar

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CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

Malditos críticos, todo lo ven mal. Nada les parece. Lo que hago bien ni lo ven. Y lo malo lo resaltan todo. ¡Deberían de trabajar! En realidad ese malestar se repite una y otra en nuestros hombres públicos. Algunos lo piensan, pero no lo dicen. Otros, más sanguíneos no sólo lo piensan, sino lo dicen. Ahí demuestran su "altura" política y sobre todo, la ausencia de oficio. Pero más allá del estilo personal de gobernar, hay ciertas paradojas en la democracia. Por ejemplo, un sistema de libertades políticas, siempre puede ser ganado por los detractores de la democracia. Dicho en otras palabras, la democracia alberga en sí misma, sus propias contradicciones. En una democracia un dictador puede llegar al poder por medios legítimos. Igualmente, por el voto puede llegar al gobierno un hombre para desfalcar el erario bajo el lema de "mejorar" las cosas. La diferencia está en los pesos y contrapesos que tiene una sociedad para limitar al poder. Lo entendieron muy bien los ingleses, que en el siglo XVII evitaron una revolución como la francesa del siglo XVIII. En Francia guillotinaron a los reyes. Entre la tragedia y la comedia, parece que se repite la historia. El siglo XX fue pródigo en guerras y exterminios. Nuestro siglo emplea controles menos violentos, pero acaso más efectivos.

En Turquía llegaron las elecciones, y el eterno hombre en el poder, Recep Tayyip Erdogan, se volvió a reelegir: es la democracia que niega a la democracia. No obstante, a diferencia de sus pares árabes en Túnez, Egipto o Libia, Erdogan reprimió con éxito todo indicio de aquella Primavera. Cuando las críticas aumentaron de tono por varios escándalos de corrupción, especialmente en Twitter, el indignado gobernante decidió "arrancar de raíz" la red social. De esa forma, y ya con la reelección en la mano, cumplió temporalmente su promesa de campaña electoral: "Limpiaremos Twitter, no me importa lo que diga la comunidad internacional al respecto". Así, la Dirección de Telecomunicaciones de Turquía mostró que Twitter quedó bloqueado por orden de la Fiscalía de Estambul. En esas circunstancias tuitear es un peligro. Ya en junio de 2013, 29 tuiteros fueron detenidos por la Policía turca bajo la acusación de incitar a la sublevación. Para fines prácticos: prohibido criticar.

Cerca de ahí, Valdimir Putin, el hombre que regresó a Rusia al escenario internacional, ha demostrado con creces quien manda en ese inmenso territorio. Olvídense que ahí es una democracia. Su historia es más cercana a los hombres fuertes y dictadores que se perpetúan en el poder. En su tercera reelección, el exagente de la KGB, no dejó lugar a dudas sobre el control de Rusia. Recientemente "anexó" Crimea con una amplia votación. En su larga justificación, Putin recordó que si Estados Unidos puede invadir, Rusia también. Al gobernante ruso como al turco, le fastidian los críticos. En su momento encerró a su detractor y opositor, Mijail Jodorkovski, por entonces el hombre más rico de Rusia. Irónicamente, en 2013, después de diez años en la cárcel, lo indultó su mismo verdugo. Si no es el magnate petrolero, es el colectivo Pussy Riot. Después de la última reelección de Putin, el grupo de punk criticó en sus canciones al presidente. La respuesta no se hizo esperar y envió a dos cantantes a la cárcel. La lección quedó clara: prohibido criticar.

Para no ira tan lejos, en América latina, la República Bolivariana de Venezuela continúa la tradición antidemocrática desde la democracia. Si creíamos que la exuberancia política concluyó con Hugo Chávez, Nicolás Maduro es una versión más degradada, pero no menos intolerante y represiva con la crítica, la oposición o todo aquello que cuestione al régimen. Hace un año, Maduro ganó con apuros la presidencia de Venezuela, y sin embargo, sólo ha profundizado la crisis chavista que padece la población, no así la "clase política". Una inflación de más del 50 por ciento. Escases de alimentos en las calles. Una paupérrima expectativa de crecimiento y para agravar los males, una de las tasas de homicidios más altas de la región. En consecuencia, no sorprende que en las calles surjan las protestas contra el gobierno de Maduro. La respuesta oficial ha sido sencilla: reprimir a los críticos, censurar a los medios, encerrar a los opositores como el exalcalde Leopoldo López, y ya en la desesperación, culpar a Twitter. Para el gobierno de Venezuela la consigna es la misma: prohibido criticar.

En Ecuador, el presidente Rafael Correa también se inscribe en la lucha contra la democracia. Allá, publicar un cartón político puede ser objeto de sanción, como le sucedió al caricaturista Javier Bonilla, sancionado por la Superintendencia de la Información y la Comunicación, ("Supercom", por sus absurdas siglas).

Esta clase gobernantes, de los cuales en México tenemos muchos aspirantes, son intolerantes con la crítica, pero sobre todo, carecen de autocrítica. Para ellos la democracia son aplausos y alabanzas. Sólo el ditirambo le sienta bien. Por eso, la menor diferencia les sienta mal. Quisieran que en la democracia, esté prohibido criticar.

POSDATA

Ahora que se discuten las letras chiquitas de la Ley de Telecomunicaciones, la propuesta del presidente Enrique Peña Nieto, incluye "bloquear" contenidos en Internet. Bien dicen que el diablo está en los detalles. ¿Andaremos por las mismas?

Twitter/uncuadros

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