Asumiendo la soledad
Supongamos un caso extremo: el de una persona que haya sido abandonada abrupta y sorpresivamente por su pareja. Es natural que quede sumida en la soledad y el agobio; si intenta negarlo, lo más seguro es que caiga en el escapismo. Probablemente buscará aturdirse, ya sea en la búsqueda compulsiva de nuevos amores, de amistades indiscriminadas o de paseos sin ton ni son. Quizás encuentre un fugaz consuelo, aunque esos sustitutos serán de corto alcance y no la ayudarán a salir de la depresión.
La otra posibilidad es que se hunda en la angustia y que todo se le vuelva sombrío y sin salida. En estos casos, esas personas pierden la autoestima, se sienten despreciadas y creen que el amor quedó vedado para ellas definitivamente, que nadie las volverá a querer. ¡Hasta tienen miedo de enamorarse por temor a sufrir otra decepción! Han sufrido una pérdida y han quedado bloqueadas, fijadas a la experiencia dolorosa.
Pero el momento de inflexión existe, y es allí cuando surge la posibilidad de un cambio. Cumplida la etapa de duelo y una vez que esa persona ha podido asumir y elaborar las frustraciones sin tratar de negarlas o de encerrarse en un caparazón falsamente protector, recobrará fuerzas, volverá a energizarse, y buscará la luz. No borrará al pasado, pues el pasado no se puede borrar ni es saludable querer hacerlo, pero lo dejará atrás y no le impedirá mirar hacia delante, proyectarse en el amor y en la alegría de vivir.
El fin de la crisis
He trazado una descripción de lo que puede devenir luego de un rompimiento amoroso. No pretendo agotar aquí el tema ni dar todos los ejemplos posibles; lo sustancial que deseo transmitir, a ti lector, es que no pierdas de vista lo siguiente: la persona que padece una situación como las que he indicado, está pasando -nada más y nada menos- que por una etapa de crisis.
El mismo recuerdo del amor frustrado, pasado el momento de pesimismo, nos retrotrae a los instantes felices y esperanzados de aquella relación, pues es difícil que dos personas que se unen -y por peor que se hayan llevado- no hayan pasado también por instantes de alegría y plenitud. Esos recuerdos positivos nos reanimarán y nos liberarán del encierro, impulsando nuestros deseos de volver a empezar y de disfrutar los dones del amor. Y si la crisis nos ha servido para desarrollarnos, terminaremos fortalecidos por la experiencia y la confianza.
Recuerden que debemos reconocernos como personas capacitadas, para reponernos de las frustraciones y para amar y ser amados con dignidad.
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