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"Hasta donde en las caricias intimas?"

German de la Cruz Carrizales

Tema que impartimos en universidades, escuelas en general con los jovenes.

Juventud en Extasis fragmento. Carlos Cuauhtemoc Sanchez

Hasta donde en las caricias intimas?

La siguiente narración está tomada de una carta real. Es muy fuerte pero su exposición es necesaria para visualizar la magnitud del problema al que se enfrentan los novios cuando se acarician:

“Lupe me agrada sobremanera. La respetaba y admiraba. No era mi intención acostarme con ella, pero las circunstancias se fueron dando gradualmente y de forma natural:

En la primera salida la tomé del brazo por periodos cortos. Al ofrecerle el paso en una puerta, siempre posaba, momentáneamente y de forma ligera una mano en su espalda.  Usando ese recurso fui apoyando cada vez más mi mano en sus hombros hasta que logré caminar junto a ella rodeando su espalda con el brazo.  En una ocasión le tomé la mano mientras íbamos en el coche. Al llegar a su casa nos despedimos con un beso en la mejilla. Fue tan apasionante que canté durante todo el camino de regreso.  La siguiente vez, el beso fue en la boca.

Poco a poco los besos comenzaron a ser más profundos, jugábamos con nuestras lenguas mientras nos besábamos. Tratábamos de tocar el paladar, los dientes o la garganta del otro.

Una noche, mientras experimentábamos besos profundos, bajé mi mano desde su cara, pasando por el cuello, hasta rozar ligeramente sus senos. Ella se separó un poco, pero sin la suficiente energía, así que volví a intentarlo. Cuando logré tocar claramente uno de sus pechos, me detuve apoyándome en él como en un gesto de fraternidad inocente. Así lo hice varias veces hasta que ya no pude conformarme con sólo colocar mi mano y comencé a frotar.

Era tan excitante, para ambos, la caricia de los senos que después ya no era necesario estar besándonos para practicarla. Hábilmente aprendí a meter la mano por debajo de la blusa y a acariciarla sobre el sostén.  Un día, ella misma me ayudó a destrabar el elástico y por fin pude sentir la suavidad de su piel. A esas alturas Lupe  solía ya tocarme por encima del pantalón.

Poco después, la sensación no fue suficiente. Así que gradualmente buscábamos lugares más oscuros y privados. Las caricias fueron subiendo de tono, comencé a acariciarla mas profundamente, Lupe ya había logrado llegar también a mas. Al platicar sobre lo que nos estaba ocurriendo llegábamos a la conclusión de que no había riesgos ni pasaría nada si sabíamos detenernos a tiempo.

Posteriormente ya no nos conformábamos con estar a solas para tocarnos. Procurábamos habitaciones de hoteles en las que, con la consigna de no llegar al coito, nos acariciábamos hasta enloquecer. Pero el instinto sexual es muy poderoso y, sin salir del marco de simples caricias, llegamos a experimentar una excitación enorme.

La relación completa ocurrió un día sin que pudiera intervenir nuestra voluntad. La experiencia resulto sumamente agradable. A partir de ese momento comenzamos a mantener relaciones en forma continua Lupe se asesoró con unas amigas para tomar píldoras anticonceptivas y al menos una vez por semana nos las ingeniábamos para tener sexo. Éramos como un matrimonio, pues nuestra intimidad había llegado al máximo, pero con la ligera diferencia de que nuestro compromiso no.

Después de un año de relaciones sexuales (más de cuarenta encuentros), comencé a aburrirme. Prácticamente se terminó entre nosotros la luna de miel. Ya no había pasión ni enigma. Nos conocíamos demasiado. Se cruzó por mi vida una nueva compañera y salí con ella. Volví a experimentar la belleza de un beso apasionado. Dejé a Lupe. Me duele un poco porque  nos habíamos encariñado mucho. Dicen que, en esto del sexo, la que más pierde es la mujer, aunque yo pienso que el gozo fue mutuo y que no tengo por qué sentirme culpable. Todos tenemos derecho a buscar nuestra felicidad.

 

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“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

German de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMIX

 

 

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