@@CLIMA@@

"Importancia del amor en la familia" 2a Parte

German de la Cruz Carrizales

Es el amor: ¿Una sensación Pasajera? Ciertamente, al casarnos sabíamos que no todo seria siempre “color de rosa”, pero teníamos confianza en nuestro amor, que era tan fuerte y tan hermoso. Sin embargo, comenzaron a suceder cosas con las que no contábamos. El “sol” del otro comenzó a nublarse, en lugar de su calor, muchas veces recibimos el frió de su egoísmo, o el hielo de su indiferencia. Conocimos las tormentas de su mal genio, incluso con granizadas. ¿Qué estaba pasando?, la sensación de tener al otro ya “asegurado”, nos hizo aflojar inconscientemente el esfuerzo por conquistarlo, entregándole lo mejor de nosotros mismos. Así aparecieron defectos que hasta entonces habíamos sabido controlar, y hubo desengaños que debilitaron la mutua admiración. A ello se agregaron algunas heridas, consecuencias de discusiones y palabras duras. Eran pequeñeces, pero se acumulaban, pues ya no teníamos el tiempo de antes para conversarlas. No era lo mismo estar de novios que manejar una casa. Las preocupaciones materiales y los problemas de los hijos nos absorbían, y por dentro nos distanciábamos, la vida matrimonial iba convirtiéndose poco a poco en rutina, entonces surgió la duda: ¿no sería el amor –como lo habíamos vivido al comienzo- una sensación necesariamente pasajera? ¿Y cómo debíamos, entonces, apoyar a nuestro anhelo de felicidad en cosas “más sólidas”, como el dinero, el trabajo, el bienestar material o los hijos?

Sin duda esa vibración indescriptible que nos producía la “luz” y el “calor” del otro en un principio, tenía mucho de “sensación” y  quizás estaba destinada a pasar: porque nuestra sicología no resiste la prolongación indefinida de una sensación intensa. Sin embargo, nuestro  amor no se identificaba con tal sensación. Ella era solo la forma en que su fuerza y su novedad repercutían en nuestra sensibilidad. Pues el amor humano echa raíces más allá de los sentidos. Brota del núcleo más intimo y espiritual de nuestra persona, es una realidad de tipo moral, una “decisión por el otro”: decisión de entregársele para hacerlo feliz, de modo que esa felicidad que le demos sea, al mismo tiempo, la parte más importante de la propia felicidad. Esta decisión – que es el núcleo de nuestro amor- no tiene porque envejecer ni debilitarse. La experiencia de muchas parejas así lo prueba: después de 30 o 50 años de matrimonio pueden afirmar, con toda verdad que se aman más que al comienzo. Este fue el caso, de unos amigos, Leony y Cachito, que nos regalaban en días pasados, ese ejemplo de fidelidad y de amor en su matrimonio de casi cinco décadas. Con un amor más sereno – sin tanta ebullición- pero más intenso y profundo que al comienzo. Y donde también la luz y el calor del “sol” inicial se han vuelto más penetrantes y vitalizadores. Esas parejas –abundantes en la iglesia- son la mejor prueba de que el amor, como realidad espiritual y fuerza de felicidad, pueden durar para siempre.

El Amor y Dios. La fe nos confirma lo anterior. Nos dice que, sin lugar a dudas, no hay nada más “sólido”, nada más importante y capaz de hacernos plenamente felices que el amor. Por una razón simple y decisiva: porque “Dios es amor” y lejos de constituir una sensación o vibración volátil, el amar se nos presenta así como la realidad “más real”: ¡es nada menos que la sustancia de la cual esta “hecho” Dios, el Creador y fundamento de todas las demás cosas! La emoción que experimentamos al enamorarnos se debía a que, al amar, estábamos tocando el misterio mismo de Dios, dejándonos penetrar por él: “Si nos amamos unos a otros, Dios está en nosotros”. El amor es la esencia, la vida y la felicidad de Dios. Por lo mismo, nosotros –que fuimos creados “a su imagen y semejanza”- tampoco podremos encontrar vida y felicidad en plenitud sino en el amor. Pero Dios no es solo “Amor”. El es también “Familia”, es una comunidad de amor muy íntima - la Santísima trinidad – formada por tres Personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios quiere que también nosotros seamos felices con un amor así: capaz de hacernos “familia” como El. El amor y la familia son inseparables: son dos aspectos de nuestra vocación a ser “semejantes a Dios”. Por eso a cada uno de nosotros El nos regalo una familia donde nacimos: para que allí aprendiéramos a amar, y nos capacitáramos no solo para formar después nuestra propia familia, sino también, para ayudar a que la humanidad entera se convirtiera en una gran familia de hermanos. Ese era el plan de Dios. Sin embargo, desde el comienzo, el hombre quiso buscar su felicidad por otros caminos: se encerró en su propio egoísmo y rechazó su vocación al amor y a la familia. En ello consistió y consiste el pecado.

Jesucristo, el Amor y la Familia. Sin embargo, el Dios- Amor no nos abandonó. Una de las tres personas de la Santísima Trinidad, el Hijo, vino personalmente a la tierra a salvar el amor humano y nuestra vocación a ser familia. El vivió 30 años en una familia y nos amo con un amor “nuevo”, más poderoso que ninguna fuerza que el hombre hubiera conocido, incluso que la misma muerte. Para que también  nosotros pudiéramos amarnos unos a otros como El nos amó, nos dejo en herencia su propio Espíritu de Amor, que habita en su iglesia. La Iglesia es la familia de Dios en la tierra. Ella tiene por tarea ayudar a cada hombre a descubrir la grandeza de su vocación al amor, y apoyar a cada familia para que llegue a ser una verdadera comunidad de amor. Una y otra cosa las hace Jesucristo, de un modo especial, a través del sacramento del matrimonio.

El día de nuestro propio matrimonio, Cristo se acercó a nosotros y se comprometió personalmente a salvar nuestro amor y nuestra vida de familia. Lo principal de ese día no fue nuestro compromiso mutuo, sino el de Cristo con nosotros. Ese día no iniciamos una aventura entre dos, sino entre tres: porque también Cristo se subió a la barca de nuestro matrimonio, y se comprometió a regalarnos toda la felicidad que ese día esperábamos que el amor nos proporcionara, si aceptábamos navegar en el rumbo que Él nos señalara. Para que ello fuera posible, nos ofreció su propia fuerza de amor. Tal vez ese día estábamos tan nerviosos que no fuimos capaces ni de pensar en lo que Él hacía, ni de recibir esa fuerza suya. Además, la confianza en el propio amor nos hacia quizás creer que podíamos salir adelante tan solo entre los dos. No importa. Porque Dios es fiel y su compromiso con nosotros sigue en pie. El sigue ofreciéndonos hoy el apoyo y la fuerza que nos ofreció ese día. Esa es nuestra gran esperanza: El que venció a la muerte también puede rejuvenecer y resucitar hoy nuestro amor. ¡Él puede devolverle al nuestro, el “sol” la luz y el calor perdidos! ¡En su nombre comencemos de nuevo!

 

 

¿Y usted qué opina?

 (Le comparto este tema: “Como han pasado los años –Rocío Durcal”).  Haga clic en la dirección de abajo:

 

http://www.youtube.com/watch?v=8qLXCAL291k

 

Si aun no ha leído el artículo “Las manos de… MI PADRE!!!”   se lo recomiendo en: 

 

http://blogsiglo.com/archivo/1228.html

 

 

"Despertar...es" 
Un encuentro contigo mismo
Un libro que una vez
que inicias, no podrás dejar de leer.
Disponible ya en CD
     

 

 

“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

Germán de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMIX

 

Fotos más vistas en 15 días