Al borde de la desesperación, causada por carencias afectivas, falta de comunicación, una antigua infidelidad y otra más reciente, este matrimonio hizo un último esfuerzo en busca de la unión familiar. Siempre es posible otorgar una nueva oportunidad para conversar y comunicarse de lo que cada uno piensa. El silencio, la apatía o dar por sentado que no hay esfuerzo que valga, impide reconquistar el amor. En octubre recién pasado, el matrimonio de Gabriela y Gerardo entró en crisis. Después de 22 años casados, ella (47 años) quería irse de la casa confesando estar enamorada de otro hombre que la amaba y valoraba, "cosa que mi marido nunca ha hecho". Gerardo (49 años) estaba absolutamente deshecho de sólo pensar que su mujer podía dejarlo para siempre. Además de estar angustiado ante esta eventualidad, se sentía muy mal consigo mismo, porque años atrás él le había sido infiel a Gabriela y recordaba la tristeza de ella. Gerardo hoy se da cuenta del tremendo daño que su doble vida había provocado. "En carne propia he vivido el dolor de la infidelidad. Es como andar permanentemente con un cuchillo enterrado en la guata. Duelen las entrañas, duele el alma, duelen los recuerdos. Me lo sufro día a día, minuto a minuto", expresa. Con este estado de ánimo, Gerardo llamó a pensar profundamente para sí: "Quiero recomponer mi matrimonio, por nuestros hijos y porque amo a mi mujer. ¿Ayúdenme Dios mío a saber qué tengo que hacer?".
MOTIVO DE LA CRISIS
Al hablar con Gabriela su testimonio fue el siguiente: "En nuestro matrimonio no ha habido violencia ni agresión. Yo lo veo como un matrimonio común y corriente, con crisis como fue la infidelidad de Gerardo hace diez años. Eso fue triste y doloroso por el hecho en sí, pero lo peor ha sido el resultado. Me refiero a la carencia afectiva que como consecuencia empecé a sentir y sigo hoy sintiendo. No veo que Gerardo me valore como mujer, que sienta algo especial por mí. Claro, me necesita, pero no está ni ahí con mi ser femenino, con mi vulnerabilidad, con mi intimidad. Él es cariñoso y atento, pero no pasa de eso. Siempre pienso que soy casi como una empleada para él, la persona que le plancha las camisas y le sirve la comida". Agrega: "Sólo ve esa parte mía. No ve mi tremenda necesidad de cariño y de comunicación. Y no digo esto por rencor o deseos de venganza por lo que él hizo. Lo digo porque ahora tengo un punto de comparación. Con Procopio he descubierto que el amor existe. Él me conoce el alma; me acompaña, distrae, corteja, podemos hablar horas. Por supuesto que me duele horrores dejar a mi familia, pero estoy dispuesta a ello por este hombre". Se le preguntó a Gabriela si estaba segura de ser feliz con Procopio. Pasaron varios segundos hasta que con voz llorosa contestó: "Sí, me imagino que sí, o sea creo que sí". Gabriela quería decir que sí, pero algo en su interior la hizo titubear, y ella se dio cuenta y se quebró. La razón de sus lágrimas quedó a la vista. Gabriela ama lo que Procopio produce en ella: una mezcla de dicha con encantamiento, libertad y sensación de plenitud física. Pero Gabriela es una mujer casada con un hombre que a pesar de su engaño tiene buen corazón. Y también están sus tres hijos de, 21, 18 y 15 años, que necesitan y aman a su madre. Y ella los necesita y ama a ellos, y esto Gabriela lo sabe. Por eso llora. Siente el impulso de tirar todo por la borda e irse con Procopio, pero sabe que es imposible. Su familia es primero. Como una forma de ayudarla a reflexionar, se le pidió que viera la película 'Los Puentes de Madison'. A la semana, Gabriela contó que se vio reflejada en el personaje de Francesca: "Esa parte cuando el amante está adelante en el auto esperándola y ella, partida en dos, decide que su lugar es al lado de su familia". Gerardo, por su parte, dijo comprender mejor a Gabriela. "La mujer de la película era tan silenciosa, cumplía su rol de esposa y madre, pero tenía un tremendo vacío interior que el marido no supo ni ver. Sentí mucha pena por ella. Ahora entiendo un poco mejor la soledad de Gabriela y esto me ha ayudado para analizar nuestro matrimonio y tratar, más que nunca antes, de recomponerlo".
LA UNIÓN ORIGINAL
Se les aconsejó a ambos volver a sus raíces. "Recorran de la mano el camino que los unió veintidós años atrás, a través de esa llamada equivocada. Busquen la manera de redescubrirse, de reencontrarse. Hablen de sus respectivas heridas, con misericordia, para volver a sentirse seguros, para volver a tener confianza el uno en el otro. El matrimonio lo construye el hombre y la mujer y para reconstruirlo es necesario lo mismo. Gabriela debe renunciar por completo a su relación con Procopio. No se puede arreglar un matrimonio con una tercera persona involucrada. Si los dos han decidido hacer todo lo posible para arreglar su matrimonio, háganlo con el mejor ánimo posible, con fuerza de voluntad, sin una sombra de soberbia y con fidelidad". Se los derivó a un especialista en terapia de pareja para que con ayuda puedan recorrer este camino de esperanza. Y ambos reconocen que tienen muchas esperanzas. Muchos de nuestros intentos de perdón fracasan pues confundimos esencialmente lo que es perdonar y nos resistimos ante la posibilidad de empequeñecer los eventos ocurridos ú olvidarlos. Lo que NO es perdonar: El perdón no es olvido, no es olvidar lo que nos ocurrió. No significa excusar o justificar un determinado evento o mal comportamiento. No es aceptar lo ocurrido con resignación. No es negar el dolor. No es minimizar los eventos ocurridos. Creemos erradamente que el perdón debe de conducirnos inexorablemente a la reconciliación con el agresor. Pensamos que perdonar es hacernos íntimos amigos de nuestro agresor y por tal motivo lo rechazamos. No implica eso para nada, el perdón es UNICAMENTE PARA TI y para nadie más. No hay que esperar que la persona que nos agredió cambie o modifique su conducta pues lo más probables es que ésta persona no cambie y es más, a veces se ponen hasta peor. El perdón se debe de realizar "sin expectativas" sin esperar que nada suceda. Si esperamos que el agresor acepte su error, estaremos esperando en vano y gastando nuestro tiempo y nuestras energías en una disculpa que jamás llegará. Si estamos esperando esta reacción, luego de haber perdonado, pues realmente no perdonamos de corazón pues seguimos esperando una retribución, un resarcimiento. Seguimos anclados en el problema, en el ayer, queriendo que nos paguen por nuestro dolor. Ahí no hemos perdonado, ahí quien tiene el comando de nuestra vida es el EGO. EGO que quiere a toda costa castigar o cobrar al agresor. No existe nada ni nadie que pueda resarcir el dolor ocasionado en el pasado, el pasado no tiene como ser cambiado. Ningún tipo de venganza o retribución podrá subsanar los momentos de tristeza y desolación que vivimos, lo mal que nos sentimos. Al esperar una disculpa, que se acepte el error; nada de eso cambiarán los hechos, lo ocurrido en el pasado, sólo estaremos queriendo alimentar nuestro ego, nuestra sed de justicia mal enfocada. Perdonando desde nuestro corazón, logramos mirar los hechos tal y como sucedieron y luego decidimos dejarlos ir, dejarlos en el ayer. Aceptamos que somos APRENDICES! que la lección ya se encuentra aprendida y que hemos logrado vencer las circunstancias negativas que nos tocaron vivir. ¿Y usted que opina?
(A la luz de esta canción, meditemos de Pepe Aguilar: PERDÓNAME) haga clic en la dirección de abajo
http://www.youtube.com/watch?v=Nun682uO3LU
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