La Prudencia”: La prudencia es una virtud de la razón, no especulativa, sino práctica: la cual es un juicio, pero ordenado a una acción concreta. La prudencia nos ayuda a reflexionar y a considerar los efectos que pueden producir nuestras palabras y acciones, teniendo como resultado un actuar correcto en cualquier circunstancia. La prudencia en su forma operativa es un puntal para actuar con mayor conciencia frente a las situaciones ordinarias de la vida. La prudencia es la virtud que permite abrir la puerta para la realización de las otras virtudes y las encamina hacia el fin del ser humano, hacia su progreso interior. La prudencia es tan discreta que pasa inadvertida ante nuestros ojos. Nos admiramos de las personas que habitualmente toman decisiones acertadas, dando la impresión de jamás equivocarse; sacan adelante y con éxito todo lo que se proponen; conservan la calma aún en las situaciones más difíciles, percibimos su comprensión hacia todas las personas y jamás ofenden o pierden la compostura. Así es la prudencia, decidida, activa, emprendedora y comprensiva. El valor de la prudencia no se forja a través de una apariencia, sino por la manera en que nos conducimos ordinariamente. Posiblemente lo que más trabajo nos cuesta es reflexionar y conservar la calma en toda circunstancia, la gran mayoría de nuestros desaciertos en la toma de decisiones, en el trato con las personas o formar opinión, se deriva de la precipitación, la emoción, el mal humor, una percepción equivocada de la realidad o la falta de una completa y adecuada información. Me comentaba una maestra de educación media “Ingeniero, todas mis alumnas tienen una vida sexual activa: un día me dijo una de ellas –Miss, tengo miedo, pues anoche tuve relaciones y temo quedar embarazada- hicimos un recuento del periodo fértil y estaba precisamente en esa etapa. ¿Y quieres a tu novio? La cuestionó, Miss es que no tuve relaciones con él, sino con un amigo que me gusta mucho. (Vea como se realiza el milagro de la vida haciendo clic en la dirección de abajo)
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La mujer puede concebir a partir de cuando el ovario comienza a emitir óvulos durante cada ciclo menstrual y esto depende de la maduración hormonal y del metabolismo pues hay niñas que comienzan a partir de los diez u once años de edad y hay quienes comienzan a hacerlo después de los catorce. El hombre es capaz de concebir desde que es capaz de producir líquido espermático fértil y las edades son igualmente variables aunque por lo regular le ocurre entre los doce y los quince años de edad. Indudablemente esta listo para concebir mucho antes que la mente. Si dos adolescentes tuvieran relaciones sexuales, podrían concebir un bebé, pero este ser habría sido concebido dentro de un marco de irresponsabilidad y simple genitalidad. Dice López Ibor, “El acto sexual es una acción personal trascendente en cuanto empieza por ir mas allá de uno mismo en la donación al otro de la propia intimidad”. No tener en cuenta esta realidad supone la base de un terrible desajuste en la pareja y la degradación de la sexualidad en genitalidad. Durante una relación normal tiene lugar la eyaculación o emisor de semen masculino dentro de la vagina de la mujer, este semen contiene unos cien millones de espermatozoides por centímetro cúbico, o sea que en cada coito o relación sexual, de doscientos a seiscientos millones de espermatozoides invaden bruscamente los genitales femeninos. El espermatozoide es un pequeño elemento unicelular, cuya longitud no sobrepasa las cincuenta micras (una micra = 0.000001 metros). El camino que han de recorrer para alcanzar el ovulo, es largo y difícil. Largo porque dada su pequeñez, los quince cm que les separa del ovulo, equivalen a un viaje de centenares de kilómetros para nosotros. Difícil porque, aparte de que existen una serie de dificultades y barreras a su ascenso a través de los genitales de la mujer, han de efectuar este desplazamiento en un breve tiempo. La fecundación consiste en la penetración del espermatozoide en el interior del ovulo y en la fusión de sus núcleos, se supone que se realiza en el tercio externo de la trompa de Falopio. Los hechos ocurren de la siguiente manera: los espermatozoides rodean los cúmulos y las células de la corona radial del ovulo. Entonces el protoplasma del ovulo emite el llamado montículo de la coronación al que se adhiere la cabeza de un solo espermatozoide y ya dentro del ovulo, el núcleo del espermatozoide se fusiona con el núcleo ovular, formando el nuevo ser unicelular. La realidad es que tan pronto como la cabeza del espermatozoide consigue penetrar dentro del ovulo, se producen unas modificaciones en la membrana del mismo, que hace imposible la entrada de cualquier otro espermatozoide. Es mas, inclusive el cuerpo y la cola correspondientes a la cabeza del espermatozoide que ha conseguido entrar, quedan fuera. Solo la cabeza, y con ella su preciosa carga hereditaria, queda dentro. En las primeras cuatro semanas de edad embrionaria, el corazón de un feto comienza a latir y se forman los ojos, el cerebro, los pulmones, la columna vertebral, el estomago, el hígado y los riñones. En la cuarta semana se forman brazos y piernas, se halla en proceso el cráneo y la espina dorsal. A la quinta semana las extremidades tiene dedos, los ojos pueden ver, los oídos pueden escuchar. A la octava semana el bebé responde a las cosquillas, el cerebro esta completo, los dedos de las manos tienen las huellas digitales que seguirán siendo las mismas hasta que tenga noventa años. A los tres meses todos los sistemas del bebé funcionan sincrónicamente, los músculos y los nervios están hilados, los brazos y las piernas se mueven. Es un ser humano completo que solo le falta crecer. ¿Y usted que opina?
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