La negatividad puede ser una intriga: una falsedad. El otro día, en actualidades GREM comentaron el caso de una persona que paso por un susto que parece ya haber desequilibrado a muchas personas: comento la persona que atendió una llamada telefónica que les informaba, de modo áspero y agresivo, de una situación muy común y difícil hoy día. Nerviosa, soltó el teléfono y quedo confundida. Como ya había escuchado hablar sobre este golpe insano, no se dejo vencer por el miedo. Cierto que al ver la situación, también quedo sin norte por algún tiempo... El primer pensamiento que se viene es un simple desahogo: ¡En que mundo estamos viviendo!. Pero después que la calma llega, ésta nos ayuda a valorar más profundamente sobre el poder de la negatividad: Cuando sabemos que el origen de la negatividad es falsa, se nos hace más fácil no ser contaminados por ella.
(Por cada bomba que detona hay millones de manifestaciones de amor, y usted reza el Rosario? Familia que reza unida permanece unida).
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¿Cuantas veces no nos descuadramos en nombre de situaciones que de hecho ni sucedieron? Sustos, mentiras, chismes, amenazas y tantas otras interferencias negativas crean vida propia por la intención negativa de alguien, como la del supuesto caso comentado en GREM y, por creer en ellas, les damos crédito y el poder de desestabilizarnos.
Un discípulo comento que cierta vez, con orgullo y coraje, dijo a su maestro Lama: Esta vez, quiero ver a la negatividad de frente. No la voy a negar. Él entonces le respondió: Ver es bueno, pero no la toque. Es como cuando usted ve las noticias en la TV. Usted ve la negatividad, pero no deja que ella entre en su casa. Usted puede encarar la negatividad de frente, pero no deje que ella entre en su mente. Al final, cuando el mal de afuera no encuentra resonancia en nuestro interior, no hay como contaminarnos. El problema en si puede existir, pero no nos derrumbará si no nos identificamos con la negatividad que estuviera siendo proyectada sobre nosotros. En otras palabras, nuestros problemas crecen en la medida que nuestra negatividad interior ¡contamina la visión que tenemos del ambiente externo!
Cuando damos crédito a la fuerza de la negatividad, ella pasa a actuar como una verdad poderosa, capaz de vencernos, aún que seamos, de hecho, inocentes. Pero si permanecemos fieles a nuestros principios y cultivamos interiormente un profundo sentido de claridad y honestidad, no nos identificaremos con la fuerza del ataque cuando seamos invadidos. Cuando no reviramos intrigas, chismes o cualquier otro tipo de negatividad, evitamos que nuestra propia negatividad sea reactivada. Es como dos barcos que se chocan en alta mar: aquel que esté lleno y pesado se hundirá, pero el que esté vacío se tambaleará por algún tiempo y después volverá a su rumbo. Creo que por eso es que el Lama nos dice para no tocar la negatividad: permanecer leves.
En el budismo, son incentivados a generar el máximo de situaciones positivas y a evitar, siempre que se puedan las negativas, pues así estaremos acumulando méritos, fuerza interior, para destruir nuestra propia negatividad. No se trata de cobardía ni de irresponsabilidad, es más una postura interior que busca soluciones en vez de mayores confusiones. Cuando finalmente nos conectamos con la calma, algo reparador acontece. Pero infelizmente, la mayoría de las veces, no sabemos como atenuar nuestra ansiedad para separarnos rápidamente de los conflictos y actuamos prematuramente. Observo a los Lamas cuando están delante de las adversidades: ellos permanecen quietos y continúan al frente con su día a día, practicando sus enseñanzas y meditaciones. Cuando indagamos sobre el hecho negativo, ellos simplemente responden algo como: OK, todo bien, vamos al frente. Después de esas reflexiones, conseguí quedar más tranquilo y recordarme que es posible separarse de la negatividad, principalmente ¡cuando ella no existe!
Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre honorable fue injustamente acusado de haber acosado a una mujer. En realidad, el verdadero culpable era una persona muy influyente del reino y por eso, desde el primer momento, se procuró buscar un chivo expiatorio para encubrir al culpable, así que el hombre honesto e inocente fue llevado a juicio, conociendo de antemano que tendría escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto: ¡la horca!. El juez cuidó, no obstante, de dar al juicio todo el aspecto de justicia, y por ello le dijo al acusado: Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en manos de Él tu destino. Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable o inocente. Tú escogerás una y será la mano de Dios la que decida tu destino. Por supuesto, los manejos corruptos habían escrito en los dos papeles la palabra 'CULPABLE', y la pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba cuenta de que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria. El juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. El hombre respiró profundamente, quedó en silencio por unos segundos, con los ojos cerrados y, cuando la sala comenzaba a impacientarse, abrió los ojos y con una extraña sonrisa hizo su elección: tomó uno de los papeles y, llevándolo a su boca, ¡se lo tragó rápidamente!. Sorprendidos e indignados, los presentes protestaron airadamente: -¿Pero qué hizo? Y ahora, ¿cómo vamos a saber el veredicto?" Es muy sencillo -respondió el hombre-. Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que yo elegí. Con rezongos y enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo. Cuando todo parezca perdido, usa la imaginación. "En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento". Albert Einstein
¿Y usted que opina?
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MMIX