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"“Se solicita un HOMBRE…..!!!”

German de la Cruz Carrizales

Familia, Cultura y Sociedad. Si en algo hay consenso hoy día, es en que vivimos en una cultura profundamente materialista. En la práctica, el materialismo significa conceder prioridad a las cosas (valores materiales) sobre las personas, y considerar más importante el “tener” que el “ser”. Por eso anda el hombre corriendo sin cesar tras las cosas y el dinero para adquirirlas: porque identifican la felicidad con el placer de tenerlas y gozarlas. Es a lo que nos invitan las dos ideologías dominantes de nuestro tiempo, el capitalismo y el marxismo. Se han definido ambas como variaciones de una misma idolatría: la de la riqueza. Pues solo se diferencian en los caminos que señalan para lograr producir y poseer el máximo de cosas (el de la sociedad privada o el de la colectiva). En un ambiente así, es evidente que el amor –en cuanto a relación personal y desinteresada- aparece como un  valor de segundo orden, que se encuentra hoy día en terapia intensiva, de nosotros depende salvarlo, escuchemos al amor, escuchemos a la mujer que lo pide, escuchemos a la vida que lo exige, escuchemos a Dios que lo espera…….. (Por favor haga clic en la direccion de abajo)

 

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Lo anterior explica la crisis que sufren hoy el matrimonio y la familia. El camino hacia el matrimonio se enfoca cada día con mayor ligereza. Más que conocerse en profundidad, lo que se busca es “gozar” y “pasarlo bien”. La relación superficial –“piel con piel”- adquiere predominancia y cada día son más los que defienden las relaciones pre-matrimoniales. El sexo como lo hemos visto ya no es digno de compromiso, sino simple instrumento de agrado (caricias intimas y confusión sexual). También después del matrimonio, pues las parejas jóvenes lo desligan más y más de la responsabilidad y del don precioso de la paternidad. El hijo no interesa. Antes hay que preocuparse de lo fundamental: del auto, del refri, del televisor de plasma. Y si, por falla de los anticonceptivos, algún intruso intenta alterar la planificación económica de la familia, un aborto soluciona el problema (embarazos no deseados). La persona del niño no nacido no cuenta. Y tampoco, en definitiva, la del cónyuge: si la convivencia con él comienza a exigir sacrificios, se busca otro. La generosidad, la paciencia, la fidelidad son valores pasados de moda. Divorcios y abortos aumentan así a la par. Son el signo más trágico de una cultura enemiga del amor y de la vida.

Consecuencia de esta misma crisis de valores son los graves problemas de orden económico que afecta a la mayoría de las familias del mundo. La codicia imperante ha generado un orden social caracterizado por dramáticas e injustas desigualdades, muertes, secuestros, balaceras, luchas entre grupos y todo lo que hay alrededor de esto, tanto entre los países como entre las personas. Debido a ello, millones de familias viven sin poder disponer de los recursos materiales necesarios para una vida digna y tranquila. La cesantía y los bajos sueldos traen consigo múltiples y dolorosas consecuencias: falta de viviendas adecuadas, imposibilidad de procurar a los hijos la alimentación y la educación necesarias, problemas de salud y previsión, etc. Todo ello genera inseguridad frente al futuro, angustia, desesperación, irascibilidad, neurosis. Y cuando los nervios se rompen, la vida familiar amenaza con estallar a pedazos.

El cáncer de la Familia es la falta de diálogo. Sin embargo, por graves que sean las presiones que el medio cultural o social ejerza sobre una familia, esta será capaz de resistir y de salir adelante en la medida en que haya sabido conservar viva su capacidad para dialogar. La falta de diálogo es un verdadero cáncer, que carcome la familia desde dentro: porque el diálogo es el que alimenta o “riega” el amor. Sin él, el amor se muere. La casa, una vez que la compré e inscribí debidamente el titulo de propiedad, es ya mía para siempre. La tengo segura. Lo mismo puede suceder con otras cosas. Pero no con el amor. Este es algo vivo y no lo tendremos nunca seguro a menos que continuamente estemos cuidándolo y ayudándolo a crecer. Una familia que dialoga, es capaz de extraer de su unidad interior las fuerzas necesarias para enfrentar los más grandes desafíos. Porque el amor, mientras esta de verdad vivo, no se deja vencer por las dificultades. Para generar tal fuerza, el diálogo debe cumplir dos condiciones. En primer lugar, darse entre todos los componentes de la familia: entre los esposos, entre los padres y los hijos, entre los hermanos. Evidentemente, es el de los esposos el que sustenta y vitaliza los demás. Pero sobretodo, es necesario que se trate de un diálogo realmente personal. No basta conversar sobre cualquier cosa. El diálogo al que aquí nos referimos consiste en abrir el corazón y compartir con los demás lo más intimo de nosotros mismos: nuestras alegrías, penas y esperanzas. Solo este diálogo alimenta el amor: porque amar no es contar o dar “cosas” a los demás sino darse uno mismo. Al dialogar así estamos asemejándonos a Cristo, que se dio a la Iglesia con el corazón abierto por la lanza: como signo de que no se guardaba nada para si. Antes del matrimonio, este tipo de diálogo brotaba fácil. ¿Qué nos ha pasado después?

Los obstáculos para el Diálogo. Normalmente el diálogo se debilita debido a tres factores principales. Primeramente, la conciencia de que el otro “ya nos pertenece” genera la sensación de que “ya lo conocemos”. Nos pareciera saber todo lo que tiene dentro y adivinar ya, sin que tenga que abrir la boca, lo que podría decirnos. Pero nos engañamos. Pues por más rutinaria que nos parezca nuestra convivencia, la libertad del otro constituye un misterio permanente del que pueden brotar en cualquier instante las más inesperadas novedades. Nunca terminaríamos de conocer sus secretos. Y justamente esta reflexión de pareja y de grupo que hemos iniciado, nos permitirá irnos sorprendiendo constantemente al ver cuantas riquezas y fuerzas nuevas pueden surgir de su corazón.

El segundo factor anti-diálogo es nuestra permanente falta de tiempo. Impulsada por un frenético afán de producir para poseer, la cultura moderna nos ha impuesto un ritmo de vida agotador. Todos nos sentimos engranes de una maquina gigantesca que no cesa de girar. Siempre estamos corriendo y con muchas cosas urgentes e impostergables por delante: el cobro del cheque, el pago de la letra, la cuenta de la luz, la colegiatura del niño. Los asuntos económicos son implacables, exigen puntualidad. En cambio el diálogo se puede postergar. Lo dejamos para “cuando tengamos tiempo”. Y ese momento no llega nunca. Lo natural seria que fuese en la noche, cuado han cesado los demás afanes. Pero allí esta la televisión, con toda su programación planificada para robarnos también esas horas. La postergación permanente del diálogo constituye un pecado por acumulación: porque arriesga gravemente el amor. Finalmente, conspira contra el diálogo personal la mentalidad materialista, que solo deja espacio para el diálogo “funcional”, es decir, para aquel que recae sobre las cosas que es necesario hacer para que la maquinaria de la oficina, de la fábrica, o de la casa siga girando. Es el diálogo despersonalizado que impera en el mundo del trabajo, pero que invade la vida familiar sin que nos demos cuenta. Urge revisar de qué hablamos cuando conversamos en pareja o en familia.

Las exigencias del Diálogo y la vitalidad de nuestro amor y de nuestra familia depende primariamente de nuestra capacidad para dialogar. Pero dialogar plantea exigencias duras. La primera es darse tiempo, reconociendo honestamente que este no me caerá del cielo si no me lo busco. Esto supone adaptación a los horarios y necesidades del otro y de los hijos, lo que implica sacrificio. Además, hay que superar barreras interiores: hacer el esfuerzo que significa “abrirse”, pasar por encima de heridas y rencores, regalar confianza, arriesgarse a que no nos respondan, etc. Regalar el corazón abierto como Cristo, cuesta sangre.

Pero un diálogo fecundo exige algo más: ser sistemático. Los esfuerzos aislados no bastan para sustentar la unidad y la intimidad. Apelando a la fuerza que Cristo nos regalo el día de nuestro matrimonio, tenemos que elaborarnos un sistema serio de diálogo: diario, semanal o mensual. Es mucho más importante que hacer el presupuesto de gastos: ¡Equivale al presupuesto de nuestro amor! Revisemos situación y posibilidades, y decidámonos a reactivar de verdad nuestra unidad.

Sentimiento y amor, es lo que podemos sentir con esta canción expresada desde  las fibras más sensibles del alma, el amor hecho canción inspiración hecha mujer. Feelings Morris Albert, ¿La recuerda? Pues disfrútela y si está con su pareja háblele y tomados de la mano disfruten del amor, de los buenos tiempos, después de todo “Recordar en volver a vivir….”

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http://www.youtube.com/watch?v=CyBcHUe4WeQ

"Despertar...es" 
Un encuentro contigo mismo
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“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

German de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMIX

 

 

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